8. Desorden fatídico

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♥ Capítulo 8 ♥

Desorden fatídico

Acaricio con suavidad el blanco pelaje de Cathy, observando con dulzura los reclamos del anaranjado Bollito, que comienza a trepar sobre mis piernas para que lo coja entre mis brazos al igual que a su peluda y amorosa compañera del mundo felino. Ambos son una completa dulzura, un mar de cariño, una locura irresistible que me hace sonreír a cada minuto vivido.

Tras una jornada de mimosos juegos, donde los pequeños animalitos no parecen aún cansados ni con sueño, decido dejarlos solos, retirándome de esa forma hacia el pequeño jardín de la casa donde tantas veces me resguardo de mis sentimientos.

Comienzo a caminar lentamente sobre el césped, dejándome llevar por las leves ráfagas de viento que levantan mi vestido y alborotan mis rubios cabellos. Los rayos de sol hacen su aparición de inmediato, calentando así los pétalos de las coloridas flores que embellecen el panorama, apaciguando los soplos que hacen volar a pequeños insectos sin calma.

Suelto un leve suspiro, estirando todo mi cuerpo. Desde hace días todo está más calmado; ya no se escuchan gritos, ni reproches inesperados, y la tranquilidad parece haber llegado.

Al fin todo comienza a tomar un cauce apaciguado...

—Buenos días, Angeline —me saluda una voz tímida y cordial, haciéndome reaccionar.

—Hola, Chris —le respondo con cariño, tornando una sonrisa—. ¿Cómo estás?

La chica de ojos verdes baja la mirada, haciendo un leve puchero que llega a inspirarme lástima.

—¿Aún te duelen los golpes? —pregunta con la cabeza gacha, moviendo sus pies con nerviosismo.

—No, ya no me duelen —niego con rotundidad, logrando que me mire—. No te preocupes, Chris.

—Lo siento mucho... —comienza a decir en un leve sollozo—. Yo no quería hacerlo, no quería...

—Chris —le susurro con la voz más dulce que puedo, tomándola de las manos—. No pasa nada, de verdad. Sé que estás enferma, que no pudiste controlar tus emociones en ese momento, que tú no quisiste hacerme daño. Todo está bien, ¿vale?

La chica torna una expresión esperanzadora, alegre, llena de felicidad.

—Gracias, Angeline —dice con sonrisa—. Gracias por ser tan buena y perdonarme.

Asiento ante sus palabras, correspondiendo a su sonrisa con un abrazo. Luego, decido contarle algunas anécdotas divertidas, tratando de hacerle olvidar los malos ratos que aún parecen atormentarla.

Chris se muestra algo deprimida por unos instantes, pero de inmediato parece feliz e inmersa en mis frases. Ella sonríe, corresponde a mis alocadas preguntas con emoción y emite los mismos gestos de alegría que el mismo día que me acogió.

Pasados unos veinte minutos, me despido cariñosamente de ella, pues se retira para acudir a la asociación como todas las mañanas.

Al menos, todo parece arreglado entre nosotras.

***

Miro embelesada la pantalla de la televisión, observando cada una de las imágenes proyectadas mientras me tomo un relajante zumo de frutas y un sándwich de jamón. Me encuentro sentada en el sofá, intrigada ante la película que estoy viendo, abriendo la boca de par en par al descubrir las múltiples opciones del mando a distancia donde puedo elegir a mi gusto el canal que quiero.

Sin duda, el mundo de los humanos es mucho más tecnológico de lo que pienso.

—¿Jugando con el mando del televisor? —me pregunta de repente una voz, logrando sobresaltarme.

Caída del CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora