Bang bang, he shot me down.

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Se encontraba sentado y, casualmente, se deleitaba con la vista frente a sus ojos. Ningún movimiento del contrario le pasaba desapercibido, dándole completamente igual si el otro chico era consciente de ello. Intentaba estar pendiente del móvil más que del chico que ahora ocupaba su cama. A pesar de ello, fue él mismo el que desde su reproductor puso música.

Una canción típica de discoteca sonó por el altavoz, recordándole al moreno a aquellas fiestas en el barco e instintivamente comenzó a moverse, a tocarse, sobarse y palparse su propio cuerpo. Se mordía los labios sin despegar la mirada de los ojos contrarios mientras sus manos bajaban lentamente hasta su entrepierna, agarrándose sin tapujos todo el paquete, haciendo que se le marcase todavía más.

Probablemente esa fue la gota que colmó el vaso del rubio, completamente hipnotizado ante los movimientos ajenos. Dejó el móvil en la mesa con una lista de reproducción cualquiera y se fue acercando a la cama donde un sensual y cachondísimo Agoney le esperaba arrodillado.

Raoul apoyó las manos en el borde y empezó a gatear hasta quedar cerca del cuerpo contrario, llevando en seguida una mano al torso del moreno. Le fue subiendo la camiseta poco a poco hasta quitársela por completo y fue ahí, probablemente gracias a la preciosa perspectiva que tenía, que se fijó bien en el gran bulto que Agoney tenía en los pantalones.

— Prácticamente ni te he tocado y ya estás así.

Una profunda voz ronca salió de entre sus labios, alzando la mirada para encontrarse con esos ojos oscuros que le miraban con deseo. Raoul se agachó todavía un poco más, apoyando prácticamente el torso en la cama hasta que su boca dio contra el pantalón de Agoney, recibiendo un gruñido por parte de éste.

Sacó la lengua sin romper el contacto visual y le lamió el paquete, dejando una marca de humedad bastante visible. Volvió a repetir esta acción varias veces simplemente por el placer de escuchar la respiración del contrario cada vez más agitada.

— A ver de quién es la jodida culpa.

Por fin habló y su voz sonó de lo más excitante a oídos del rubio, quien no pudo evitar sonreír de medio lado. Jamás se cansaría de ver en ese estado a Agoney y mucho menos de que estuviese así por sus acciones.

Ahora no era su lengua la que recorría el pantalón ajeno, si no pequeños mordiscos que iba dejando mientras desabrochaba tal molesta prenda. Con un suave empujón le tumbó en la cama pudiendo así quitarle los pantalones y, ya que estaba, también la ropa interior.

Acercó su boca a la erección del mayor pero ni si quiera llegó a rozarla con los labios, tan solo le dejó sentir su aliento y el contraste de temperaturas que el canario empezaba a sentir por todo su cuerpo.

— Raoul, deja de torturarme.

— Quién eres tú para darme órdenes.

Claramente el rubio llevaba ventaja en esa situación, pero también era consciente de que Agoney podría darle un giro de 180 grados si quisiese.

El moreno se quedó callado, por momentos se sentía en las nubes al creer que Raoul cedería y se la metería en la boca, pero parecía mentira que no conociese al chico tumbado frente a él. Y mentiría si dijera que no le encantaba su forma de ser, en todos los aspectos.

— Todavía no he jugado lo suficiente, Agoney.

Sacó la punta de la lengua para darle una suave caricia y el canario lo sintió como si hiciera meses que no se la mamaba. Como su fuese la primera vez, esa inexperta vez que se encontraron en las duchas y terminaron con las manos de ambos deleitándose en el cuerpo ajeno, pero sobretodo con un espectacular final feliz.

Bite me. [Ragoney] - Terminado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora