♠ T W O ♠

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Los primeros días pude explorar la habitación en la que estaba. En realidad, exploraba parte del cuarto que abarcaba mi campo visual inmóvil.
Había en el techo una lámpara  destartalada de luz neón que parecía que estaba a punto de caer.
A la derecha de mi cama había un gancho del que del que colgaba un frasco de suero, que la enfermera cambiaba todos los días. Más a la derecha alcanzaba a ver un tubo que contenía un fuelle negro y subía al ritmo de lo que, ahora, identificaba ya como "mi respiracion".
Del lado izquierdo distiguía un complicado aparato con varios interruptores, focos y gráficas. Después me enteré de que estaba encargado de controlar mi respiración, los latidos de mi corazón y los nutrientes que me eran suministrados a través de un tubo que iba directo a mi estómago.
Detrás del aparato se veía parte de la ventana que era para mí un tormento.
La luz que entraba todas las mañanas, lastimaba mis pupilas, me despertaba y me traía siempre de regreso al infierno en el que me encontraba.
El dolor fisico no era nada comparado con el dolor que me causaban mis propios pensamientos. La impotencia, la culpa, el rencor, el miedo y la imposibilidad de expresar mis emociones, todo se juntaba en mi mente y me enloquecía.

Cada día rogaba por no volver a despertar, porque esa máquina que me mantenía vivo dejara de funcionar y acabara ya con mi sufrimiento.
¿Quién le daba el derecho a estos doctores de mantenerme aqui? ¿De qué puede servir ya mantenerme vivo?
¡Soy una maldita planta incapaz de moverme o expresarme!
La impotencia se apoderaba de mí y se convertía en odio. Odio por los que me mantenían vivo, odio por la vida misma.
La enfermera tenia razón, más me valdría haberme muerto. Y, sin embargo, todos los días entraba con su cara de miedo a cambiar el suero que me alimentaba, A pesar de que me creía inconciente nunca me miraba a los ojos.

Checaba apresuradamente todos los tubos que iban de mi cuerpo a la máquina y salía lo más rapido que podía.
Cada día que la veía llegar le rogaba, en mi mente, que se olvidara de cuidar de mí. ¿No se daba cuenta de que no me hacía ningún favor manteniéndome vivo?
—¡Hey,  ya deja eso porfavor! —le suplicaba en mi mente—. Si te da tanto miedo verme, ya no vengas más, simpletemente déjame morir...
Pero una y otra vez la veía hacer su rutina y dejarme aquí... vivo. Una y otra y otra vez...
—¡Maldita sea, ya que acabe esto! ¡Por favor que alguien haga algo, alguien que me ayude! ¡Ya no quiero seguir viviendo!

_Mas te vale que te vayas acoatumbrando, porque parece que vas a estar aqui un buen rato_ —Oí de repente que alguien me hablaba.
Pero... no había nadie en la habitación.
_En qué situación tan jodida te metiste_ —la extraña voz insistía.
—¿Quién eres? ¿Eres un ángel? —contesté asustado. De alguna forma me daba cuenta de la voz no provenía del exterior.
_¡Ja!, ¿eras el peor de los ateos y ahora crees en Dios y en toda su corte celestial? No juegues._

—Pero... ¿Cómo puedes saber lo que estoy pensando? ¿Me volvi loco?
_Eso es más probable._
—Entonces, ¿no eres real?
_Mira... no puedo decirte nada que tú no sepas ya. Tal vez, después sabrás quien soy._
—Pero... ¿Laura está bien? ¿Por qué no vienen mis padres a verme? ¿Cuándo voy a morir? ¿Es esto un castigo?
_¡Qué necio eres, hombre! Nada sé yo que tú no sepas._
—Pues de poco me sirves entonces.
_Si tú quieres me voy._
—¡¡¡No!!! Por favor, no te vayas.

En ese momento recordé que Laura siempre hablaba de guías espirituales, con los cuales uno puede comunicarse si medita lo suficiente. Eso a mí me parecían patrañas.
_A mí también me lo parecen _—contesto la voz. —_Pero lo de "guía" me gusta.-
¿Podía acaso, un guía espiritual ser tan sarcástico y grosero?
_Mira... si no te caigo bien,  me voy y se acabó._
—No, no te molestes, sólo quiero comprender lo que pasa.
_Mejor hubieras tratado de comprender lo que pasaba antes de la estupidez que cometiste._
—Solo quería escapar y librarme de mis problemas.
_¡Ja! Querías escapar de tus problemas y te convertiste en un esclavo._
—¿Un esclavo?

_Así es, no tienes voluntad en absoluto, no puedes moverte ni expresarte; es más, no podrías quitarte la vida si quisieras._
—Y tú has venido a hacerme sentir peor —le contesté.
_¿Que he venido? Yo siempre he estado contigo, el problema es que nunca me quisiste escuchar. Además, nadie puede hacerte sentir nada._
—¡Qué estupidez! ¿Cómo que nadie puede hacerme sentir nada? Mis padres siempre me hacían enojar, mis hermanos me hacían sentir menos, mis parejas constantemente me desilusionaban y herían.
_Mira, te lo voy a explicar mejor... Antes de estar aquí, eras completamente libre, nadie ni nada tenia el poder sobre ti. Tenías la oportunidad de hacer cualquier cosa que te propusieras, eras el dueño de tu vida._
—Y ¿qué tiene eso que ver con mis sentimientos?
_Calma, ¿qué prisa tienes? Después de todo tenemos mucho tiempo para pensar y platicar._
—Te digo que eres un sarcástico.
_Continuemos. Eras libre también de pensar lo que tú quisieras y, por lo tanto, de elegir tus sentimientos._
—¿Cómo que elegir mis sentimientos?
_Si, tus sentimientos vienen y sólo pueden venir de tus pensamientos, así es como funciona:
Piensas en algo triste y te pones triste, piensas en algo que te molesta y te enojas, crees que los demás pueden herirte o desilusionarte o hacerte sentir mal, pero nadie puede meterse en tu mente y hacerte pensar ni sentir nada.
Aun en este momento, los demás podran mover tu cuerpo y hacer lo que quieran con él, incluso podrían apagar esa máquina que te mantiene vivo, pero en tu mente aún tienes el control._
—Dijiste que no podías decir nada que yo no supiera ya.
_Pues lo único que prueba esto es que no eres tan tonto como pensabas._
—Otra vez con los insultos.
_No es un insulto, en realidad te creías un tonto, además te creías una víctima, siempre culpando a los demás y a las circunstancias de lo que iba mal en tu vida.

—Pues sí, mi vida no era fácil, además con la familia que me tocó y para acabar, tuve mala suerte.
_¡Ay, pobrecito de ti! Cuando hablas así, te imagino como un esclavo de tu pasado, de los deseos de otras personas, de las circunstancias y de la suerte._
—¿Se supone que yo tenía control de todo lo que pasaba? ¿Se supone que yo podía controlar a los demás?
_No tenías el control sobre lo que pasaba, pero tenías y tienes el control sobre lo que pasa en tu mente. Tú eres quien decide qué pensamientos tener y cómo reaccionar ante cualquier situación._
—Sí, cómo no. ¿Cómo podía yo reaccionar de forma positiva ante todos los problemas que tenía?
_Tenías la opción de verlos como problemas o como obstáculos a vencer, como una maldición o como un reto. ¿Si tú no eras quien decidía cómo reaccionar, quién lo hacía?_
—Ya me estás haciendo enojar, ¿así que el único culpable de todo lo que pada soy yo?
_Tú mismo te estás haciendo enojar, además, no se trata de cumpar a nadie. Sin embargo, dime... ¿quién movía tu mano aquella vez que le pegaste a Laura? ¿Quién la movía cuando te servías una copa tras otra? ¿Quién puso en tu boca esas pastillas que te trajeron aquí?_

Me sentía a punto de estallar. Supongo que expresar nuestras emociones nos sirve comi válvula de escape, y yo no podía ni llorar siquiera. Estaba furioso por lo que me decía _mi guía_, y lo peor es que tenía razon en todo.
Por suerte o sucedió que distrajo mi atención: la puerta se abrió y entró una enfermera. Esta vez, no era aquella mujer fría que acostumbraba cambiar el suero co me alimentaba.
Se acercó a mi cama y se inclinó para verme.
Noté mucha tristeza en sus ojos verdes, su pelo rubio caía constantemente sobre su rostro y ella lo empujaba con sus dedos hacia atrás de las orejas. Estuvo observándome por unos segundos y pude leer su nombre en el gafete del hospital: Esperanza.
—Hola —me dijo.
—Hola Esperanza —Imaginé contestarle.
—Pobrecito de ti, mira cómo estás.
—Pues ya ves como es la vida. —Seguía yo la conversación en mi mente.
Me acarició el pelo y me dijo —no te preocupes, yo te voy a cuidar.
—Muchas gracias —pense.
_Ella está mucho más cerca de ser un ángel que yo_—comentó mi guía—_¡Además es linda!
Cuidadosamente cambió el suero, arregló los cojines bajo mi cabeza y revisó que los aparatos a mi alrededor funcionaran correctamente.

—Hasta mañana —dijo antes de salir.
—Hasta mañana —imaginé contestarle.
—_¡¡¡Hasta mañana guapa!!!_ — gritó mi guía en mi cabeza.

𝑬𝒍 𝑬𝒔𝒄𝒍𝒂𝒗𝒐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora