Era una estúpida idea.
Pero él nunca pudo decirle "No" a una apuesta, especialmente si era de su mejor amigo.
Los dos; en una fiesta ajena, medio borrachos y muy aburridos, una combinación que siempre conducía a situaciones como ésta.
- Apuesto a que puedo hacer que ésa chica quiera cogerme en 20 minutos. - La voz de Tom era engreída cuando pasaba su mano por su cabello castaño, sonriendo de ésa manera.
- Carajo, por supuesto que puedes. Ella no conoce tus trucos de mierda como yo. - bromeó cariñosamente el castaño mientras tomaba otro sorbo de su bebida. Él amaba a su mejor amigo; un chico inteligente y carismático. Pero también era un imbécil que no podía mantener su entrepierna entre sus pantalones por unos días.
- Oh, por favor, no importa quién sea. Incluso podría hacer que quisieras mi pene. - Se jactó. Tord tuvo que cubrir su boca rápidamente antes de escupir la bebida por sorpresa, a la vez que sintió como su estómago se retorcía a la idea de él intentando seducirlo.
Tord no era ciego, sabía que su mejor amigo era muy guapo. Piernas largas que durante días podrían alzar a cualquiera, labios perfectos para besarse, manos grandes y fuertes buenas para hacer más que música, y una inteligencia con la cual podía pensar en las más sucias frases.
Intentando ocultar sus débiles nervios, rió y miró hacia sus manos.
- Soy muy inteligente para eso. - Fue lo único que pronunció. Porque si Tom sabía que hasta él lo encontraba atractivo, jamás lo olvidaría. - Aparte, soy un hombre, Tom.
- ¿Ser un hombre te impide probar? - Tord ni siquiera se percató que Tom se le estaba acercando más y más con cada frase, estaba que tocaban sus manos.
Finalmente, Tord lo miró fijamente. Tom, sin que él dijiese una palabra, se levantó del asiento tendiéndole una mano, diciendo la única palabra en sus labios que hizo que le resultara imposible echarse atrás.
- Apuesta.
Y así, se encontraban los dos en el departamento de Tom, que por suerte estaba cerca de aquella fiesta así que el aire frío de la caminata los hizo ponerse algo sobrios. Tan pronto como Tom cerró la puerta se volteó hacia Tord, preparado para iniciar la apuesta y así ganar, y en un futuro restregarle la victoria en la cara de su amigo.
A Tom realmente no le importaba que Tord fuera un chico, era lo de menos para él. El secreto de Tom, es que él encontraba a Tord uno de los chicos más atractivos que ha visto y conocido, pero eso solo él lo sabía.
- ¿Cuáles son las reglas?- Tord pudo sentir la mirada de Tom fijada en todo su cuerpo mientras se quitaba la chaqueta antes de voltearse a verlo, lo que hizo que su corazón palpitara más rápido pensando que quizás no era tan buena idea la situación, pero sabía que si se retractaba, moriría de vergüenza y pena.
- No hay reglas. Si logras hacer que te pida que me cojas, ganas. Si no, yo gano. - El acuerdo que ambos tuvieron fue; Si Tom ganaba; Tord tendría que admitir, públicamente, que Tom es bueno en la cama. Pero si Tord ganaba; Tom tenía que decir, públicamente, que él era solamente un imbécil que quiere sexo. En ése momento, sonaba justo.
Inmediatamente, Tom se encontraba enfrente de Tord, sus manos grandes lo tomaron rápidamente de los muslos antes de que perdiera el equilibrio, sujetándolo fuerte. Tord no pudo evitar soltar un suspiro suave en tanto sintió el miembro duro de Tom sobre el jeans, presionándolo. Tom se percató de la reacción y se rió con un aire de soberbia.
- Esto será fácil. - Su arrogancia hizo que Tord mirada hacia otro lado. Él tenía que ganar. Echó una mirada rápida al reloj, y decidió que haría lo que fuera para aguantar los 20 minutos.