El teléfono sonó con insolente insistencia. Tuvo que dejar a medias las anotaciones que estaba haciendo para poder atenderlo.
‑…Si, dígame?_
‑Por favor, Don Luis?.
‑Si…, soy yo. Díga…
‑Soy Angel. Le llamaba para decirle que cuente conmigo para esta tarde. Pero le quería preguntar, si es posible, que vinieran también Carlos y Blahsir…
‑Por mi no hay inconveniente! Nos vemos a la misma hora. Bueno, quizás es mejor un poco antes, ya sabes lo de la carretera. Así que es mejor que nos veamos diez minutos o un cuarto de hora antes para llegar a tiempo. Eso sí, cuando lleguéis, llamad al portero automático y bajo enseguida.
‑ ¡Estupendo!...‑protestó débilmente como presentando excusas‑ ¡Si es molestia...! ¡Por nosotros...!.
‑ ¡No...! ¡No!. No os preocupéis... Si tenemos que ir de todas formas.
Luis quedó pensativo por unos instantes. Curiosa vida esta. Ángel con cinco hijos, alegre y activo, emprendedor lo mismo montaba una especie de academia para enseñar informática, que se dedica a programar o arreglar componentes. Ahora, que parecía que había encontrado un puesto estable de mantenimiento en un organismo oficial y que simultaneaba con las reparaciones que efectuaba en su taller, quería afrontar por fin su viejo sueño.
Blahsir, de origen Magrebí, de carácter condescendiente y acogedor enfrentaba su imponente aspecto de hombre alto y robusto con sus ademanes afables y hospitalarios. Precisamente su figura es lo que le había permitido encontrar trabajo de portero. Procedente de Beni Ensar, pronto dejó la zona abrupta y de rala vegetación de sus antepasados buscando nuevos horizontes.
Carlos, funcionario de correos de los de a pié, quería algo más que su trabajo de repartidor de cartas.
En cuanto Luis acabó sus tareas pendientes, se dispuso a comer pronto para estar listo no fuera que le avisaran antes de haber echado su sueñecito de sobremesa. El timbre de la puerta le sorprendió en el duerme vela posterior al sopor de la digestión.
‑ ¡Hola!. Que somos nosotros... Estamos listos, así que cuando quiera...‑ Se oyó la voz de Ángel‑
‑Sí enseguida bajo‑. Replicó Luis.
Cuando se subieron al automóvil y después de los saludos de rigor, Ángel preguntó, dirigiéndose a Luis.
‑_Estuvo Vd. en la reunión...?
‑Pues si... La verdad es que cada vez se tratan más asuntos. Pero de ello hablaremos luego cuando estemos todos.
‑Venga, venga... No se haga el interesante... . Intentó convencer Ángel.
‑No. Si no es eso, es que prefiero no adelantar nada hasta que estemos todos juntos. Replicó Luis.
Carlos que estaba pendiente de la circulación advirtió que por un camino lateral se acercaban unos caballos.
‑ ¡Cuidado, que se pueden cruzar!.