-Sora ¿Estás seguro de que puedes cuidar de seis niños? –Preguntó su esposa por tercera vez en esa hora, estaba nerviosa, la visita/custodia temporal de sus sobrinos se debía a que era fin de semana de compras de víveres y ese día le tocaba a la pareja Nakasawa-Venegas cuidar de los pequeños, pero por desgracia a Anabel la llamaron del trabajo, habían señores que pagaban por escuchar buena música y la mejor del lugar era ella, ese día considero su posición como una desventaja.
-Mi amor, ya te dije que todo estará bien, solo serán unas horas –Sora le dio su mejor sonrisa, Anabel pudo tranquilizarse un poco pero seguía cuestionándose si dejar a los pequeños al cuidado su esposo era buena idea. Sora solo tenía paciencia para tratar con Arnaldo y Suzuna porque bueno... eran sus hijos.
-Está bien, cualquier cosa me llamas a mí o alguna de las muchachas... -hizo una pequeña pausa- ¿Estás seguro de que-?
-Ana la casa seguirá en pie cuando vuelvas, los niños estarán a salvo y yo no moriré de estrés –la había tomado de los hombros para mirarla fijamente a los ojos, Anabel suspiró, está casi completamente convencida de que su esposo tendrá todo bajo control- Eso es, así me gusta, que tengas lindo día en el trabajo amor –le besó en la frente y luego en los labios.
-Gracias, espero que los niños no te fastidien mucho –le dio un beso en la mejilla, recogió su bolso y salió de la casa rumbo al trabajo.
Ahora Nakasawa se estaba preparando psicológicamente para la llegada de los moco... sus sobrinos, para la llegada de sus sobrinos. En menos de media hora ya estaban los seis pequeños, incluyendo sus dos hijos, jugando en la sala (con los adornos de porcelana y/o vidrio lejos de su alcance). Parecía una autentica guardería, la alfombra súper suave, la risa de los niños divirtiéndose, los juguetes regados por todas partes... principalmente esto último. Él estaba sentado en el sofá grande observándolos a todos, atento de que ninguno se golpeara o se comenzara alguna pelea por cualquier tontería.
-Otosan, papá –le llamó su pequeña Suzuna en ambos idiomas- *¿Por qué no vienes a jugar con nosotros?
Ojala en algún punto de su vida hubiese aprendido hablar español pero se le complicaba demasiado y por desgracia ese era el idioma que predominaba en la casa, y con sus sobrinos pasaba lo mismo; más ese no era lo peor del caso, lo peor del caso era que los niños manejaban ambos idiomas pero no les daba la gana de hablar en japonés en ese momento. Eran abusadores los chamacos.
-Suzuna, sabes que no hablo español... -recordó su padre de manera tranquila.
-¿Quieres jugar con nosotros? –Repitió la pregunta con una expresión muy tierna.
Sora miró a sus sobrinos, los cuales corrían y gritaban como salvajes, luego miró a su pequeña con ojos brillosos y haciendo puchero, luego volvió a mirar a sus sobrinos...
-Kudasai... por favor... otosan -otra vez ese puchero adorable, Sora no pudo resistirse en esta ocasión.
-Está bien hija, ¿A qué quieres jugar?
-¡A las escondidas! –En eso el resto de los niños se emocionaron, lo que provocó cierta inquietud en Sora, pero como él era Sora no lo iba a demostrar. El padre de familia respiró profundamente antes de asentir, sus hijos sonrieron de oreja a oreja- Bien, ¡Tú serás el que cuente hasta diez! –Tomó la mano de lo padre y lo dirigió hasta una esquina de la sala- Ya puedes contar.
-Uno...
En eso las risas de los niños se escucharon de pronto, como si hubiese encendido una chispa en los pequeños que le provocó mucha gracia. Al terminar de contar se dio la vuelta, la sala estaba vaciá y la casa en un inusual silencio, incluso parecía que ninguno de los niños estuviese dentro de la casa, cosa que temía. El primer lugar que revisó fue en el cuarto de los niños, apenas abrió el closet se encontró con Meiko, la niña salió corriendo del cuarto sin dejar de reír. Revisó debajo de las camas y en una de ellas se encontró con Pamela e Ignacio, la chiquilla de piel morena puso una expresión enojada mientras que el niño se divertía con su expresión.
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Pequeños traviesos.
Short StorySora debe encargarse de cuidar de sus hijos y sobrinos por unas horas, a pesar de la preocupación de su esposa la convence de que tendrá todo bajo control sin tener una idea certera de lo que le espera. Desde el juego del escondite hasta un imprevis...