Durante ese invierno en particular todo pintaba bien para Namjoon, estaba a pocos días de salir de vacaciones de invierno, sus padres pospusieron la pelea legal por su custodia por las festividades decembrinas, sus abuelos le habían dado una cantidad considerable de dinero como forma de "disculparse" por no apoyarle a soportar todo el proceso de separación de sus padres y sin mencionar que justo ahora la fila para poder pagar sus snacks avanzaba rápido y sin contratiempos.
Mientras caminaba repasaba en su mente los complicados ejercicios de álgebra en los que trabajaba antes de que su organismo empezara a pedir por unas de las necesidades más importantes de todo ser vivo, comer. Estaba presentando los finales, los cuales tenía seguridad pasaría sin mucho esfuerzo, después de todo él era lo que muchos llamaban "genio". Realmente Kim Namjoon era alguien que se valía mayormente de su ingenio y conocimientos para agradar al resto, porque agraciado no era.
El observo apacible a la anciana que ponía y ponía productos en la cinta, desde su sitio a unas cuantas personas de la caja. Su cabello cano enrollado en un desordenado moño, su arrugada y redonda cara pero sobre todo su delgado cuerpo que lucía muy frágil y débil. Se preguntó ¿cómo cargaría con todo eso ella sola?
Finalmente la vio levantando todas esas bolsas por sí sola, ligeramente encorvada y con el ceño fruncido por el esfuerzo. Su cuerpo estaba a punto de ponerse en marcha hacia ella. Porque si, Namjoon no solo era un genio sino que también tenía un gran corazón.
Cuando la dama de avanzada edad, cruzo por la puerta de cristal automática, un chico más o menos de su edad se le acerco y tomo todas las bolsas, la abuela asintió con la cabeza y sonrió (en lo que el supuso era un gesto de agradecimiento) para luego marcharse lado a lado. Su corazón vibro con alivio. Luego de ese suceso, concentro su atención al tipo frente suyo, su cabello era largo y venia trenzado desde la raíz. Se imaginó así mismo ocupándolas e inmediatamente le empezó a doler la cabeza.
Es que él, con su corte de hongo y gafas redondas, no podía entender para que tomar tantas molestias en tratar de destacar del resto. Él que solo quería desaparecer, no podía entender ese comportamiento. Tal vez por eso tenía que regresar a casa cada día con su cuerpo adornado con un nuevo moretón, era su castigo por no cumplir con los estándares de belleza de la sociedad. Y estaba bien para él, lo aceptaría.
Nunca sería como los demás. Nunca sería plástico.
Tal vez por eso también, Namjoon no tenía amigos verdaderos, ni quien lo protegiera, ni cuidase y en general, ni perro que le ladre. El incluso empezó a recriminarse la separación de sus padres por este motivo, lo que era sencillamente estúpido, sus padres simplemente ya no se amaban. Y le costó un largo tiempo asimilarlo. De niño Namjoon era un soñador, que creía en los finales felices de cuentos de hadas, donde el amor triunfaba y todas esas mamadas. De grande se dio cuenta que el mundo era más complejo que las narrativas fantásticas que solía contarle su madre.
Las trenzas castañas danzaron frente a él, mientras el hombre tomaba sus bolsas. Sus ojos demostrando un sentimiento amargo, que aparecía cada vez que pensaba en su vida, pero aun así le sonrió a la cajera. Solo para recibir una mirada de desprecio mal disimulada. Ella paso sus productos de mala gana.
-¿Eso es todo? – preguntó mientras masticaba chicle como caballo. El pelinegro acomodo sus lentes y asintió. Más que molesto por el trato, asqueado. Le dio su tarjeta a la chica y esta se la arrebato (como no) bruscamente. Perra se repetía una y otra vez en su mente.
Ignorando los pi que hacían sus paquetes al ser escaneados. Organizo su horario mentalmente para poder dormir temprano esa noche (para variar) y no tener que encontrarse con su madre o padre, el que llegase primero, y tener otra incomoda discusión de porque yo debía quedarme contigo y no él/ella.