Sus pequeñas y habilidosas manos cosquilleaban con impaciencia al desplazarse suavemente contra la blanquecina superficie que sus ansiosos ojos lograban visualizar a través de la fina tela. Acarició con lentitud la estrecha cintura, sintiendo el cuerpo ajeno temblar debajo suyo con cada uno de sus toques. Una sonrisa de satisfacción se pintó en sus labios al escuchar los suspiros irregulares y los latidos desenfrenados que parecían resonar en la pequeña habitación.
Quizá fuesen sus expresivos ojos cafés que irradiaban inocencia, sus rojos y abultados labios, su risa extraña pero reconfortante o su sonrisas dulces y encantadoras. Quizá su hermosa y tersa voz, sus mejillas rosadas, sus adictivos besos y sus cálidos abrazos. De alguna manera u otra, él había robado su corazón.
Se mordió el labio inferior con fuerza al sentir la imperiosa necesidad de sentirlo más profundamente. Su pulgar viajó desde su manzana de adán hasta llegar a sus rojizos labios, delineando con un suave vaivén cada rastro de piel. Presionó levemente sobre ellos, para finalmente hundir su dedo dentro de la cavidad bucal del contrario. Este se encontraba debajo de él, mirándolo de una manera tan inocente, aún en semejante situación, que hacía crecer la imperiosa necesidad de corromperlo, robar su pureza y obtener todo de él. Lo notó inseguro mientras deslizaba su tersa y caliente lengua por el miembro, tímidamente, casi con miedo. No pudo evitar soltar un gemido ronco al sentirse invadido por pensamientos lujuriosos, que bombardeaban con intensidad dentro de su cabeza. Con desesperación, tomó al contrario del mentón firmemente y presionó bruscamente ambos labios. Dulce, pensó para sí mismo. Adictivo. Mordió el labio inferior con suavidad, para luego delinearlo con su lengua lentamente. Su mano izquierda reposaba en la rosada y tersa mejilla del mayor, la derecha acariciaba uno de sus muslos por encima de la ropa. Se abrió camino entre sus labios para recorrer con su lengua la cálida cavidad bucal. Un leve rastro de saliva escurría por la comisura del labio inferior de Jin, haciéndolo sentir más hambriento de lo que ya se encontraba. Sintió las suaves manos agarrarse de sus hombros, acercándolo más a él, y no pudo evitar sonreír complacido contra sus labios.
Sabía que tenía que detenerse. La situación se estaba descontrolando, los labios le parecían cada vez más dulces, la ropa más apretada, el calor más sofocante y sentía la garganta seca. Era la primera vez que se encontraba en una situación similar, aunque algo presionaba con molestia dentro suyo al pensar en que no lo era para el mayor. Se estaba guiando únicamente por sus instintos, los rápidos latidos de su corazón se aceleraron al separar sus labios para acercarse y depositar un beso sobre el cuello lechoso del mayor. Necesitaba sentirlo, aunque fuese algo efímero, aunque nunca pudiera volver a tenerlo entre sus brazos. Debía hacerlo antes de que él se arrepintiera, tenía miedo al imaginar que en cualquier momento este se levantaría y se alejaría de él mientras un no escapaba de sus labios entreabiertos.
El rojo coloreaba furiosamente las mejillas, las orejas y la nariz de Seok Jin. Se sentía sofocado ante aquella vista, su cabello revuelto reposando entre las sábanas, sus ojos llorosos, su cara roja, sus labios fresas húmedos e hinchados, su respiración agitada bajo él, los suaves suspiros y su magnífica espalda levemente arqueada. Estaba dispuesto. Perfecto. A su merced, suyo. Acarició con amor al chico de anchos hombros, para volver a atrapar sus labios en un demandante beso. A causa de el panorama que había observado, la lengua del menor se rozaba con ferocidad contra la contraria, sonidos obscenos y saliva escurriendo por su barbilla, los ojos apretados con fuerza tratando de sentir al máximo cada segundo de aquel momento. Distanció ambos labios al sentir la molesta necesidad de aire manifestarse en ambos cuerpos. Depositó un cálido y tierno beso en cada uno de sus párpados, para posteriormente deleitarse con fascinación de los intensos ojos cafés mirándole fijamente, adornados por finas y negras pestañas. Aunque se sentía hambriento de él, deseaba expresarle su amor a través de sus caricias. Lo amaría como él merecía a través de cada toque, de cada roce, de cada suspiro y cada palabra. La mirada confusa de Seok Jin hizo que un nuevo fuego se desprendiera en su interior, depositando un suave beso en su blanquecina frente antes de introducir su mano por debajo de la ropa holgada de este.