Mi nombre es Magnus Bane

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   Su padrastro cayó al pozo, gritando sus últimas palabras de odio al niño de diez años.

—Lo siento... Pérdoname, yo no quería... Soy diferente... —susurraba el joven con las lágrimas recorriendo su rostro.

Salió corriendo, huyendo del dolor que le perseguía. Llegó rápido a la iglesia más cercana y aporreó la puerta.

—¡Por favor, ayúdenme! ¡Necesito un exorcismo! —gritó presa del pánico.

El sacerdote salió de la iglesia y miró al chiquillo con expresión serena.

—¿Y eso por qué, muchacho?

—El diablo me controla, por favor, ayúdeme.

El viejo agarró al pequeño por el brazo esquelético y le metió en la iglesia, donde le hizo un exorcismo, pero cuando el agua bendita tocó el rostro del pequeño una ola de fuego le envolvió y quemó las manos del sacerdote.

—Será mejor que te lleve con unos expertos.

Llamó a unos curas y juntos emprendieron un viaje hacia el este de varias semanas.

—¿Con quién me llevan? —había preguntado el niño cansado en una de sus tantas paradas.

—Con unos hermanos que controlan estos temas mejor que nosotros.

Llegaron a la capital de España tiempo después y se dirigieron a una iglesia derruida, donde un hombre encapuchado les esperaba.

—Te quedarás con ellos hasta que te dejen irte —le dijo el sacerdote asintiendo hacia el encapuchado y dando media vuelta junto con su escolta, dejando al pequeño con el nombre extraño.

<<Soy Enoch, ¿Cuál es tu nombre?>>

El joven tardó en darse cuenta de que ese hombre le había hablado en su mente y en su idioma natal.

—No tengo nombre, señor.

<<El sacerdote Trueblood me habló del por qué estás aquí ¿Sabes lo que eres?>>

—¿Un monstruo?

<<No, eres mejor que eso. Ven conmigo y te enseñaré un nuevo mundo>>

El hermano Enoch se metió en la iglesia y el chico le siguió, dándose cuenta de que la iglesia se iba transformando poco a poco en una en mejor estado.

Pasaron nueve años y poco más en los que el niño aprendió rodeado de los hombres encapuchados que le hablaban por la mente (poco después de ir a vivir allí se dió cuenta de que era porque teníanla boca cosida), le enseñaron todo sobre el mundo de las sombras, varios idiomas (entre los cuales el que hablaban en España) y le apodaron perdición.

<<Ya estás listo para irte, hijo de Lilith>>

La voz del hermano Enoch inundó la mente del adolescente.

—¿Tan pronto?

<<Sí, has aprendido bastantes hechizos del libro blanco, creemos que ya ha dejado de envejecer y ya eres un adulto en el mundo de las sombras>>

—Sé que os sonará raro, pero os hecharé de menos.

<<Sólo queda una cosa por decir, perdición, ¿cuál es tu nombre?>>

El chico se sintió como la primera vez que se vieron, con la luna alumbrándoles y el sacerdote y su séquito alejándose.

Tardó unos segundos en responder, pero cuando lo hizo, fue con una sonrisa.

—Mi nombre es Magnus, Magnus Bane.

<<¿Y qué eres?>>

—Un brujo.

Mi nombre es Magnus BaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora