¿Poseídos?

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¿Poseídos?

Óscar del Águila López-Pintor

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Era una tarde nublada y volviendo a casa después de un arduo día de trabajo, pues estábamos capturando jabalíes por su superpoblación en la zona. La carretera estaba cortada por obras, por lo que tuve que desviarme, El camino más corto a casa era una estrecha carretera en la que el bosque se alzaba alto a su alrededor, frondoso, reduciendo la luz de la tarde a unos poco rayos entre los resquicios de las hojas.

Avanzando poco a poco por el camino empecé a notar cómo caía una neblina en el bosque. Era verano, pero el ambiente se tornaba bastante frío. Un jabalí se cruzó a pocos centímetros de mi coche, el susto fue descomunal, pero conseguí esquivarlo, aunque por ello, el coche acabó en la

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cuneta. Y para colmo, no había cobertura en el móvil. Tendría que ir andando unos kilómetros hasta casa y volver al día siguiente con la grúa. Bajé del coche, cogí el material de anestesia, una cerbatan a y el frigorífic o portátil con los medicam entos, no podía dejarlos allí toda la noche, aparte de ser un material muy valioso, los fármacos se estropearían; comencé a caminar, me sentía observado, no sabía por qué. Entre los ramajes me observaba una criatura, con sus ojos grandes y naranjas que brillaban en la creciente oscuridad, no reparé en ella. Continué caminando ante la ignorancia de que sería el peor paseo y la peor noche que pasaría en toda mi vida.

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Anduve durante unos veinte minutos. Vi que el camino daba un rodeo importante, por lo que decidí atravesar el bosque; me consideraba una persona con buena orientación, o eso creía. La luz era escasa, pero por suerte había luna y reflejaba algo de la luz que vertía el sol sobre ella. El bosque se volvía cada vez más cerrado y se oían las criaturas salvajes “conversar” entre ellas. Detrás de mí oí algo acercarse a toda prisa, un sonido característico que conocía muy bien gracias a mi trabajo. Me aparté rápidamente y un jabalí gruñendo pasó cerca de mí. Intentó embestirme sin éxito y se perdió en la oscuridad. Debía estar herido, porque estos animales no atacan sin motivo. Tras dos horas de caminata estaba seguro de que seguía el camino correcto. La oscuridad era extrema, pero no tenía miedo. Los animales no podían hacerme daño sin darles motivo alguno, no como las personas. Pero de repente, los sonidos de la noche cesaron, solo escuchaba el leve sonido de mis botas al pisar en la hojarasca. De los lados aparecieron dos cerdos salvajes, directos hacia mí, salté y caí al suelo sin, por suerte, ser ensartado. Me levanté rápidamente, cogí las cosas y eché a correr; otro jabalí apareció de frente, venía hacia mí, y aún me seguían los dos anteriores. Cambié de dirección y vi cercano un árbol al que podía escalar, subí presto lo más arriba que pude, se

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habían reunido seis jabalíes debajo, parecían organizados y con un propósito, atacarme, y no entendía por qué Pensé rápido, abrí el frigorífico y comencé a preparar dardos anestésicos, era mi única salida. Mientras lo preparaba, no escuché el silencioso vuelo que se acercaba tras de mí, hasta que sentí las garras insertarse en mi espalda. La sangre comenzó a brotar, era un búho, lo cogí y le arranqué la cabeza de la rabia eso ya sí que era inaudito nunca un ave rapaz nocturna atacaría a una persona, algo extraño pasaba. Vi otros tres más posarse cerca, no podía perder tiempo, tenía que huir. Cargué un dardo en la cerbatana, acerté, así como hice con los seis jabalíes. Tenía más dardos preparados por si acaso. Dormidos los jabalíes, bajé del árbol y eché a correr con un dardo preparado en la cerbatana. Y lo peor de todo es que me había desorientado, no sabía dónde ir, solo tenía una opción, seguir adelante. Llegué a un claro del bosque, gracias a la luz de la luna, pude vislumbrarlo completamente. Al otro lado apareció un ciervo, corrí hacia él con el fin de despistar a los animales perseguidores. Llegando casi a su posición, a mi pesar, el ciervo comenzó también a correr hacia mí. Intenté esquivarlo, pero su asta atravesó la manga de mi camiseta e impactó de refilón en mi brazo, por suerte solo fue un

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arañazo. Salí rápidamente por el lado contrario del claro y, de nuevo, oscuridad. No paraba de correr, apareció otro jabalí, le disparé. Me atacó un búho, que falló en su picado cuando le golpeé con mi cerbatana. De repente, la salvación, una cabaña. No me pregunté qué hacía allí en medio del bosque, tal vez debí haberlo hecho.

Entré y cerré la puerta tras de mí. No había nadie. Encendí la luz, que por suerte había, y empecé a inspeccionar el interior. No parecía haber nada que sirviera para defenderme; en un cajón encontré un mapa de la zona, había una cruz marcada, supuse que era la cabaña. El pueblo estaba hacia el suroeste, pero llegaría a él por el acantilado. En una pared vi una foto, un hombre estaba al lado de un jabalí tumbado, era enorme. No estaba muerto. Pero ¿cómo podía no atacarle? - pensé- aunque no

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le di importancia. Ahora sé que existía una relación. Creí estar a salvo allí; preparé más dardos por si acaso. Decidí esperar al amanecer, sería más seguro. Faltaban dos horas para que amaneciese, no había dormido, de pronto, sonó la puerta. Eran tres hombres, estaba salvado. -Disculpen por haber entrado en su cabaña, no se van a creer lo que me ha pasado.- les dije. No me contestaron. Se acercaban, callados. Sus caras eran muy extrañas, parecían poseídos. -¡Quietos!- dije. No se detenían. Estaba asustado. Así que cogí un dardo y disparé a uno al cuello, cayó al suelo, anestesiado. Los otros dos ni se inmutaron, seguían avanzando hacia mí. Cogí la cerbatana y golpeé con ella a uno en la cabeza, que cayó contra el otro, dejando espacio suficiente para huir de la cabaña. Con las prisas no cogí el frigorífico ni los dardos; sólo llevaba uno en la mano, y la cerbatana se

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había doblado con el disparar con ella.

golpe. Así que no podía

Fuera de la cabaña corrí hacia el suroeste. En el pueblo estaría a salvo. Mochuelos me atacaron sin éxito y alguno recibió “cerbatanazos”. Los conejos intentaban morderme los pies, con las consiguientes patadas a cada uno. Oí tras de mí a los dos hombres correr y sin darme cuenta llegué al acantilado. Vi a lo lejos el pueblo, por fin estaría a salvo me dije. En el borde, un hombre se giró y me miró; su cara despedía felicidad. Tenía una vestimenta extraña. De su pecho colgaba un triangulo de color dorado, con cinco orbes de distintos colores incrustados en él: rojo, azul, negro, blanco y verde. -¡Corre!- le grité- Este bosque está maldito. De repente, por detrás me apresaron los dos hombres que me perseguían. Estaba agotado, no podía defenderme. Me quitaron la cerbatana, pero no se percataron del dardo que guardaba en mi mano. Tenía la oportunidad de escapar, pero tenía que ser rápido. Aparecieron animales que nos rodearon, observando la situación. Me acercaron al hombre del triángulo y me arrodillaron ante él. El triángulo empezó a brillar, lo depositó en el suelo y se dirigió a mí.

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-Ahora tú también me obedecerás- profetizó. Sus manos se dirigían a mi cabeza, ¿qué pensaba hacer? Era mi única oportunidad, así que apreté mi mano fuerte sobre el dardo clavándoselo en el muslo. Sus ojos cambiaron y comenzó a dormirse. Los dos subordinados comenzaron a golpearme y el hombre del triángulo, al dar un paso atrás tropezó con el objeto y cayó por el barranco. De repente, los dos hombres pararon de darme golpes y se desmayaron. Los animales parecían desconcertados y echaron a correr lejos. No entendía que había pasado. Cogí el triángulo y me fui hacia el pueblo. Habían pasado ya cinco días desde aquélla experiencia. Los tres hombres que me habían abordado en la cabaña resultaron ser habitantes del pueblo. Habían desaparecido meses atrás, aunque ellos no recordaban nada, según contaron a la policía. No dije nada de lo que me había ocurrido. Nadie me creería y me tomarían por loco, o peor aún, me culparían del secuestro. Pasado unos días de mi extraña experiencia llamaron a la puerta de mi casa. Eran dos hombres, uno vestido de verde y otro de rojo.

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-¿Tienes el triángulo, verdad?- dijeron. -¿Qué?- contesté algo sorprendido ante la presencia inesperada de esos hombres. -Somos sus guardianes.- dijo uno de ellos ante mi sorpresa- Hace dos años que lo robaron y hemos estado siguiendo su pista hasta aquí. Es un objeto demasiado poderoso, y extremadamente peligroso en manos equivocadas. La civilización todavía no está preparada para descubrirlo. Entréganoslo, por favor, lo devolveremos donde pertenece y de donde nunca debió salir. No sé aún por qué extraño motivo me inspiraron confianza, y les entregué el objeto. Desaparecieron rápidamente. No volví a verlos. Sin embargo, en mi cabeza había infinidad de preguntas sin respuesta: -¿Qué era el triángulo?, ¿Por qué me atacaron los animales?, ¿Realmente estaban poseídos?, ¿Los controlaba aquél misterioso hombre? Sinceramente, creo que nunca llegaré a saberlo.

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⏰ Última actualización: Aug 17, 2010 ⏰

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