Invencible

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–¿Ya te vas? –preguntó Hermione mientras cubría su cuerpo con la sábana.

–Sí –contestó Draco mientras se levantaba de la cama.

Hermione miró al chico mientras éste se ponía los boxers.

–¿Qué pasa? –preguntó él.

–¿Va a seguir siendo siempre así? –preguntó ella a modo de respuesta.

–¿Así? –inquirió él sin comprender, terminando de vestirse.

–Así –contestó ella mientras hacía un gesto con el brazo, señalando a ambos y a la habitación.

Draco miró a su alrededor. La ropa de ambos estaba esparcida por diferentes partes de la habitación. La lámpara que había sobre la cómoda estaba en el suelo, rota. La cama estaba completamente deshecha, y el colchón estaba mal colocado, de forma que se veía el somier. Hermione estaba sobre la cama, con la sábana apenas cubriendo su cuerpo desnudo. Y Draco estaba seguro de que el pasillo de la casa no estaría en mejores condiciones.

–No veo qué tiene de malo –dijo él finalmente.

–Ya me he cansado de ser la otra, Draco. No es fácil fingir cuando os veo en una gala benéfica.

–No hay nada que hacer al respecto, Granger –contestó él–. Te lo he dicho infinidad de veces. Esto es lo que somos.

–¿En serio piensas que soy tan estúpida como para creer lo que dices? –preguntó ella mientras cogía de su mesilla de noche la camiseta que usaba para dormir y se la ponía–. Si de verdad no pensases así no volverías aquí cada noche –Hermione no sabía de dónde salía esta repentina valentía, pero se levantó de la cama hasta situarse delante de él–. Me has dicho mil veces que todo había acabado, pero siempre terminas volviendo al día siguiente.

–Y yo creía que después de todo ya tendrías claro qué es esto.

–¿Es esa tu última palabra?

–No tengo tiempo para esto, Granger.

–¿Vas a llamarme alguna vez por mi nombre de pila?

Draco levantó la vista de su móvil para fijarla en ella.

–Llego media hora tarde por haber venido a verte. Mañana me paso y discutimos cómo debo llamarte.

–No estoy de humor para tus bromas, Draco. Me estoy empezando a cansar de todo esto –dijo ella, cruzándose de brazos.

–Nos vemos mañana, Granger.

Antes de que Hermione pudiese decir algo, Draco ya había salido de su habitación y, segundos después, escuchó cómo la puerta de su casa se abría para después cerrarse.

Hermione cerró los ojos con fuerza y se apoyó en la pared, dejando que su cuerpo se deslizase por ésta hasta que estuvo sentada en el suelo. Flexionó las piernas, rodeándolas con sus brazos y después apoyó la frente sobre sus rodillas.

Había vuelto a ocurrir.

Hermione maldijo el fatídico momento en que todo esto empezó. Al principio echaba la culpa a la borrachera que ambos llevaban encima, pero hacía mucho tiempo que había dejado de buscar culpables a algo inevitable.

Estaba enamorada de Draco Malfoy.

Su enemigo número uno del colegio.

Cada noche le llegaba un mensaje de texto en el que ponía "en quince minutos en tu casa". Y ella, cada noche, como una auténtica idiota, le permitía entrar.

Draco nunca le había prometido nada. Y por eso ella estaba tan enfadada consigo misma; porque había mantenido la esperanza de que él sintiese por ella, al menos, la mitad de lo que ella sentía por él.

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