Te intento llamar para arreglar nuestras diferencias, la palma de mi mano toca tu hombro buscando reconciliar nuestra amistad de una discusión sin sentido más que el de separarnos por nuestras ideas. Te llamo con voz suave, con apodos tiernos. – Déjalo así. – Te busco decir. – No vale la pena, sigamos con nuestra compañía sin ninguna turbación, pues pronto tocará irnos juntos a nuestros hogares. – Pero volteas y me ves como no lo habías hecho antes.
Se ve la ira en tu rostro, me estremezco por dentro, no quiero verte así, tus ojos solo muestran rechazo hacia mis llamados de paz que ni siquiera has escuchado. Tus mejillas se enrojecen por la cólera y tus labios, esos que he querido juntar con los míos desde hace mucho tiempo, sí, ellos, que me vuelven loco, están rojos por el fuego de tu tan apasionada volatilidad. Dices mi nombre, siento que lo dices a regañadientes. – Estoy enojado. – Son tus palabras.
Tu mirada, es como una espada que atraviesa mi corazón con toda la rabia que llevas acumulada... duele, no sé si lo notaste, pero me ha hecho sollozar hasta hoy. ¿Por qué debe ser así? Cálmate, por favor. No quiero perderte. Mis emociones dicen una cosa pero mi mente acciona para hacer otra distinta. - ¿Estás enojado? – Pregunto desafiante. – Sí. – Es tu vacua respuesta sin calidez. ¿No te das cuenta que te aprecio mucho, que lo que acabas de hacer es similar a gritarle a alguien que te valora más que al oro? Yo debería indignarme, no tú. Quiero gritarte que te quiero, te quiero mucho, gritar esas palabras junto a tu nombre.
Me levanto porque mi orgullo es grande, camino sólo rumbo hacia casa, no miro hacia atrás, las interrogativas de los que están cerca de mi del por qué me retiro me son iguales al valor de las cenizas. No es la primera vez que me pasa, ya me han lastimado antes, no espero que corras a abrazarme, no creo que en tu consciente esté el querer disculparse, no, todo lo contrario, me preparo para que tú solamente, al igual que yo, utilices al orgullo como arma efectiva hacia mi fidelidad a ti como amigo.
Pero te encuentro en el camino, estás delante de mí, paso de largo. – No te alteres. – Te oigo pronunciar. Me llamas una vez, y sigo adelante, una segunda y mi paso aún es firme, pero la tercera, por tu voz, esa melodía con la que fantaseo que al despertar en las mañanas me diga buenos días se me es irresistible. Nuestra pelea continúa, pero solo balbuceas al igual que yo. – No quiero que te pierdas, que cambies, que te juntes con quien no debes. – Sé que te preocupo, que soy alguien muy inocente a veces, pero me sé cuidar, veo tu rostro preocupado y esos labios, sí, aún estás enojado, pero no es conmigo sino por mí, por querer lo mejor para mí.
Quiero derretir mi boca en la tuya, que nuestros cuerpos se unan hasta que no se diferencie cuál es cuál, pero me retengo porque eres ajeno, perteneces a otro. No sé si se solucione o empeore, tal vez hasta lo omitamos, pero ese rojo color rabia jamás olvidaré y hará sangrar mi amor.
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Rojo Y Rabia
PoetryLa persona que amas te observa con ira, pero... ¿Será por algo malo?