(feliz) cumpleaños.

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SeHun odia su cumpleaños. Desde hace tantos años es tan sólo un día vacío en medio del calendario; uno que aumenta su ansiedad y lo enfrenta incómodo ante el mundo, pues, cuando alguien lo saluda, él inevitablemente piensa en el gesto cariñoso de un abrazo, de una felicitación que nunca llega. Y destesta esa idea, esa hambre de su alma que crece en aquél abril.

La relación con sus padres, lleva años pasando por un agujero negro. No se entienden u comunican más allá de lo necesario, ¿Es que podría  esperar algo entonces? Una palabra dulce, una caricia, un pastel flameante, ya son tan sólo sueños vacíos, rotos de un hogar roto. A cambio, fueron dos llamadas las que han enviado la estabilidad emocional lejos.

¿No sé supone que los padres deben gozar de aquel día más que nunca? Que deben sentarse en medio de la sala, pasar fotografías de ti y reír mientras juegan con tus cabellos, recordando el momento en que abriste los ojos por primera vez y mencionaste sus apodos eternos: “Mamá”, “Papá”. Pero SeHun olvidó lo que se sentían con el pasar de los años, viéndose entregado a la vida sin derecho a reclamo, creciendo sin apoyos reales y con quejas que van en aumento, tal cual sus centímetros.

Una canción pegajosa vibrando en el bolsillo y gritos desmedidos por parte de sus imágenes a seguir, es el regalo.
¿Es que acaso estaba haciendo las cosas mal? Asistía a clases cada día, estudiaba una carrera que no lo llenaba, pero es lo que su familia quería. Trabajaba, aliviando la carga universitaria, mas no; no había tiempo para que le entregarán lo que él parecía suplicar en silencio. A veces, llegaba al punto en que su madre lo abrazaba y se sentía tan ajeno a ello, como si olvidara lo que significa el amor fraternal, sin compromiso, sin pedir nada a cambio.

Su padre hace tiempo no lo mira como antes y por más que pase el tiempo, sigue sin entender el motivo. Pues en aquella visita que le hace fuera de la universidad, percibe el ambiente hostil. Cada vez que sube al auto, es así... Siempre hay una nueva razón por la cuál está molesto. Y sin importar de qué día se trate, no pierde oportunidad de arrojarle sus errores en cara, transformando la calma en tormento, ocultando el sol de una esperanza.

En ese mismo instante, bajo el tejado de un carro encendido, de copiloto y con la mirada en la ventana, contiene las lágrimas que amenazan brotar en medio de tantas palabras distorsionadas. Le gustaría gritar que se calle, que sea un padre alguna vez y lo trate con cariño, que no es todo acerca del dinero, que le diga cuán orgulloso está de él. Sin embargo, obtiene el recalco de que no es especial, y aunque probablemente sea así; necesita que oír que lo es.

— Oye... ¡Maldita sea! ¿Estás escuchando?

Y SeHun le mira por fin, ese rostro tan similar al suyo, pero no familiar.
Los años le han pasado encima, talla sus arrugas con la mirada y no hay una mueca de dulzura. Es por fin ahí que lo entiende, necesita salir de ese auto, de esa vida, de ese entorno. Y aprovecha que el semáforo está en rojo para en medio de la lluvia, abrir la puerta y escapar, sin pensar en absolutamente nada. No le importa si le grita, si a penas da un pie fuera lo amenaza; su relación está muerta hace tanto que siente libertad al correr, perderse en las calles de una enorme ciudad que alberga todo tipo de recuerdos, de momentos importantes, de personas que dentro del infierno que es existir, le han hecho sonreír con ganas de verse despierto en medio del amanecer. Y sabe exactamente dónde debe estar, dónde es realmente su hogar, quién es la única persona en ese día, es feliz de tenerlo.

Cuando viaja en un autobús, con el móvil apagado, deshecho en la chaqueta, recuerda cada año con claridad. Desde que abril le entregó días oscuros en esa fecha, sólo Jongin fue capaz de darle unas mil razones para vivir, para aceptar que el amor también era posible, si estaban juntos; que alguien podía comprender sus demonios y amarlo con fuerza desmedida, tal cuál él mismo.

A las afueras de la ciudad, una pequeña casa conserva los más dulces recuerdos.
Y el timbre le causa gracia, la puerta, su voz...

Es a su cuerpo moreno a quién se aferra y él le recibe sin chistar, sin pedir explicaciones por qué no fue de inmediato, porqué no contestó sus llamadas; porqué estaba empapado y en silencio. Pierde los sentidos al recorrer con la nariz el calor en su cuello y contiene el llanto que taladra sin control, pues ahí, bajo un simple tejado, ríen atados.

— Estaba llamándote...

— Apagué el móvil... Estaba... Quise intentarlo. Mal plan, ¿No?

Y Jongin no dice nada, no lo necesita cuando le entiende. Llevan años forjando un vínculo tan real y especial, que lo acepta, sabe que su SeHun iba a intentar cambiar la tradición de este 12 de abril; el día que odia y no tolera.
No obstante, las nubes deben dispersarse para encontrar los rayos de su sonrisa y le pide que por un momento, cierre los ojos y confíe en él. SeHun se calla el lastimero sentir de que por él, caminaría a ojos cerrados por un volcán si se lo pidiese y vaga es la sonrisa que fluye, cediendo. Entonces pasos le llevan a lo que cree, es el interior del salón, ya que la temperatura cambia y fundido en el aroma, sigue los susurros con instrucciones hasta que párpados se abren.

Brillan velas con el número 23 en un pastel hecho de chocolate, a manos de la única persona que vale la pena en múltiples galaxias y a quién por primera vez, le ofrece su yo genuino, hecho un caos en lágrimas que no se atreven a conocer de pausas.
JongIn navega en un océano de emociones que construyen un paraíso para vivir, cuidar de ese ser que tan feliz le ha hecho y a quién desea con el alma, hacer igual de feliz. Dentro de él, una semilla crece, confesando antes de un trivial “Feliz cumpleaños”, que está profundamente enamorado. Y SeHun se deshace, rompe en un caudal indescriptible, besándole en medio del calor que desprenden las velas entre ellos.

No necesita más si lo tiene todo con él y pide con la lluvia golpeando las ventanas, su existir y miradas cómplices, su amor y compresión; desea encontrar a JongIn en cada cumpleaños, en cada vida y olvidar así, lo azul para convertirse en rosa... Ese rosa que cubre las mejillas de su moreno cuando manifiesta la razón de su latir desbocado: “Yo también estoy enamorado de ti”.

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Hola, hola. Tenía ganas de escribir y no sé, esto salió... Al menos tiene un final adorable, haha.
Y y eso, no soy buena con las palabras.
Cualquier cosita, estoy aquí para leerlas 🌻

¡Muchas gracias si llegaste hasta aquí! Les deseo eterno SeKai/KaiHun. ❤️

 ❤️

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rainy april.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora