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Pudo dejar escapar de sus labios un gran suspiro de cansancio, para a continuación descansar en el viejo suelo de madera de la cabaña.
Estaba orgullosa de su arduo trabajo, había dejado todo de espejo, la visita de Makino y su primogénito le había causado muchos problemas, a ella y los bandidos, pero debía admitir que ver crecer a ese niño le traía tantos recuerdos, una nostalgia tan reconfortante aunque lastimosa a la vez, como si los recuerdos fueran hermosos pero dolorosos.
La pérdida de alguien muy importante.

—Quedó reluciente— comentó ante el brillo que se veía en las paredes, suelo y techo. Como si fuese todo nuevo, aunque fuera tan antiguo el lugar, una cabaña de ladrones en el bosque para ocultarse de los marines, no tan lejos de la villa, pero, de todas formas alejado. Aunque la líder había dejado esa forma de conseguir dinero, últimamente se la había pasado en el bar, hundiendo sus más pesadas penas en la bebida alcohólica, ya que el cigarro no le ayudaba. No tenía la manía de robar, pero si la de dejar todo pulcro y reluciente.

Ese mocoso de apenas un año ya era una máquina de destruir y crear caos, tan pequeño y ya le daba trabajo. Pero todo sea por felicitar a la gran madre que es Makino, a pesar de todo lo vivido siempre con una sonrisa para su niño, toda una madre. Lo que le sorprendió e hizo que su corazón empezará a correr como loco fue un comentario que salió de la boca de ella.

—También es tu día, — le miraba con una dulce sonrisa, parecía que aquella mujer no envejecía con el pasar de los años— cuidaste a tres fantásticos niños que ahora son conocidos mundialmente— le dijo antes de que su niño le tomara de su pequeña manito para que saliera afuera a ver un pájaro que cantaba.
Cierto.
Celebraban a todas las madres, en ese día.

Un vago recuerdo le vino a la mente. Su mueca seria, que poseía hace unos momentos, pasó a ser una sonrisa de oreja a oreja, desde que aquel trio abandonó la isla, no hay año, mes, semana, día, ni hora en que no esté pensando en uno de ellos, sobre si cómo estarán, sus logros, sus aventuras, todo lo que estén viviendo lejos de aquí.

—Esos mocosos, me pregunto cómo estarán ahora. A pesar de la pérdida de Ace, Luffy y Sabo siguen adelante cada día avanzando a sus sueños. — unas lágrimas salieron disparadas. El dolor siempre estaría presente por los recuerdos de aquel joven rebelde de pecas. Inmediatamente sacó un pañuelo blanco de la tela que cubría su pecho, para poder secar sus lágrimas traicioneras.
Aun podía recordar cuando le hizo su collar de cuentas, con ayuda de Makino, lo quiso idéntico al de ella, casi se pone a llorar por aquellas palabras dichas por el menor, pero tuvo que aguantarse.

«Quiero un collar como el tuyo, de la misma forma y tamaño de tus cuentas...por favor»

Las despedidas de cada uno, tomando su propio camino, buscando su destino, siendo libres de los maltratos que les proporcionaba el héroe de la marine, Garp. Ese viejo lo odiaba y a la vez no, si no hubiera sido por ese viejo amigo nunca hubiera criado a ese trio de mocosos que pusieron patas arriba su vida, una vida llena de alborotos y diversión.

«Gracias por cuidar de mí»

« ¡Dadan!, odio a los bandidos de la montaña ¡pero a ustedes los quiero!»

El cuarto menguante hacia acto de su presencia en el oscuro cielo completamente lleno de estrellas, dando una vista hermosa. Los bandidos aun no volvían a pesar de que ya era demasiado tarde, y con el desastre que había causado el niño ya ni ella tuvo tiempo de salir a hacer su trabajo, pero valió la pena, esa pequeña criatura no le tenía miedo. Grande fue su felicidad al poder cargarlo cuando nació, le recordaba tanto a Ace, cuando se lo entregaron cuando apenas tenía unos días de nacido, lágrimas querían escaparse de sus ojos claros. Dadan no permitía eso, seguiría fuerte, bien sabe que tanto Luffy como Sabo están avanzando aún con el gran dolor en sus corazones.

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