Cortesía

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Esta historia que me dispongo a contar parece arrancada de una vieja fábula de terror; de esas historias de fogata que se cuentan en susurros nocturnos; una arrancada de una vieja fábula de terror...nada mas de recordarla la mano me tiembla al escribir...

Comenzaré por decir que aquella noche era fría y tormentosa, como aquellas noches en las que pareciera que Dios se olvida de sus hijos en la tierra; lo recuerdas bien, sientes el frío del viento húmedo en la cara y ese olor a sal mezclado con tierra mojada inundando tus pulmones, caminas por el atracadero cubriéndote de las esquirlas de nube que furiosas caen como metralla celestial atacando tu viejo paraguas gris y descolorido.

En la oscuridad era inevitable sentirte seguido y asechado por las siniestras miradas fantasmales que imaginabas en tu situación de soledad lluviosa; observas aguzando la vista en las titilantes luces de los faroles, intentando hacerte a la idea de que ninguna silueta oscura se escurría desde la altura de las barras de metal hasta su manto nocturno en las sombras de las moradas...sin duda era una noche extraña.

Te arrepentías al escudriñar con tus ojos la siniestra oscuridad mientras los sórdidos chapoteos en la distancia hacían eco en las paredes del paseo marítimo; ni siquiera recuerdas lo que pasaba por tu cabeza cuando aceptaste hacer esa misteriosa entrega, lo que ignorabas al estrechar la mano del jefe de la oficina postal; por una buena suma de dinero habías aceptado entregar aquel paquete envuelto en papel marrón a ese hombre que te esperaría en la base del muelle.

Pensabas que la idea se escuchaba mucho mejor a las 6 pm; sin tormenta cualquier idea suene menos terrible...

¡BIP!

El reloj en tu muñeca suena repentinamente; levantas la manga de tu gabardina gris y observas...11:50 pm.

Solo 10 minutos más y llegará la hora en que seas libre y puedas escapar de aquellos terribles crímenes que yacen en tu memoria y te atormentan cada noche como siniestros entes espiritando tu cabeza.

Aceleras el paso haciendo aún más sonoros tus pasos ahogados; te pones a pensar en la tarde hace unas 5 o 6 horas; bebías café a la mesa con una rosquilla caliente y buena compañía.

En el informe climatológico de la televisión no había nada sobre una tormenta...el paquete sobre la mesa y los 10,000 dólares junto a él ahora parecían una oferta que un tonto ignoraría.

Ni te acuerdas de las palabras que te dirigió el hombre tras el mostrador...tan solo unas palabras escritas con bolígrafo rojo en la etiqueta: "es una llamada de cortesía".

Algo dentro de ti quiere hacer caso a la etiqueta y salir de ahí...pero ya es tarde...sólo queda hacer la entrega y escapar de ese pueblo que te tiene prisionero.

Ya lo has visto...ahí bajo la luz del último farol te espera tu destino disfrazado de hombre; al acercarte puedes notar que no lleva paraguas...Sólo un curioso sombrero de copa y una gabardina...igual a la tuya.

La tormenta arrecía embravecida...varios rayos iluminan el cielo tempestuoso en la distancia.

Mientras tus pasos se funden con el sonido de las olas chocando te das cuenta de que aquel sujeto es algo...que tiene algo familiar para ti; quedan apenas a tres metros de distancia, esperas ver su rostro pero está cubierto por una bufanda gruesa.

Sin decir una palabra te acercas y sacas el paquete de tu bolsillo, extiendes tu mano con él y lo ofreces para que lo tome.

Casi imitando tus movimientos aquel hombre toma la entrega y extiende el dinero.

Deseas fervientemente tomarlo y salir de ahí rápidamente, no voltear nunca más y salir de las lágrimas del cielo lo más pronto posible; así que extiendes la mano para tomar la recompensa.

Tu respiración se corta al ver un resplandor metálico saliendo de sus ropas.

Caes de rodillas al suelo, una sensación fría y punzante atraviesa tu pecho; el dolor es agudo e intenso; tu vista al cielo desciende al origen de las sensaciones...

Con incredulidad descubres una afilada hoja incrustada en tu pecho y la empuñadura de esta es sostenida con firmeza por aquel sujeto; te preguntas la razón...intentas gritar, pero tu voz se ha ido; con la mirada exiges una explicación...más ni siquiera puedes ver sus ojos.

La aguda y dolorosa sensación se vuelve cálida , a tu alrededor el agua se comienza a colorear de un débil rojo; te sientes adormecido pues el sopor de la muerte ha comenzado; tu mano sube y toca la herida, apenas y pareciera que acaricias la hoja, pero desesperadamente intentas sacarla, te conmocionas al saber que tus fuerzas te han abandonado; observas tu mano y la tórrida sensación en ella y el color carmesí pintando tu palma hace que te resignes sin más.

Escuchas un chapoteo y ves la bufanda en el suelo junto a ti; llenándose de agua y coloreando sus filamentos con tu líquido vital.

Tus ojos vidriosos y ya con la vista borrosa intentan enfocar al sujeto; al menos quieres conocer el rostro de tu asesino...

Quedas en shock al observarlo...

Se trata de ti.

Puedes apreciar tus facciones, la forma de tu nariz, ese color característico de tus mejillas, tu mentón y tu cabello empapado por la lluvia torrencial; aunque no todo es igual...los ojos de esa siniestra silueta son negros apagados, parecen un abismo profundo y helado...sin expresión y con un tétrico destello azulado en ellos...

De pronto recuerdas...en el café había una gabardina colgada en el perchero...la bufanda en el mostrador y esa vieja espada colgada en la pared de tu habitación por decoración...

Haces más esfuerzo por pensar...la nota...tenía algo escrito detrás...o has leído mal...crees recordar que...decía también...algo borroso en tinta roja...algo sobre atender la llamada...el teléfono sonando y tu saliendo de prisa dejando colgado a quien fuese que te llamase.

Bajas de nuevo la vista...observas tus manos...

Ya no son las tuyas

Tocas tu rostro y no te reconoces...confundido intentas gritar de nuevo...más nada emerge de esas cuerdas vocales al parecer ajenas.

Tu cuerpo se relaja; aprietas los puños y confundido te observas a ti mismo parado en la lluvia sosteniendo el estoque con el que has cometido tantos crímenes.

Te ves a ti mismo sonriendo...y clavando la espada atravesando tu pecho y saliendo por tu espalda; esta vez ni siquiera has sentido la estocada mortal.

Tu visión se vuelve negra y caes hacia adelante; mas eres detenido por ti; acerca su boca, la tuya, a tu oído...el suyo.

Susurra con frialdad... "debiste hacer caso de mi advertencia...esto ya no es una simple...llamada de cortesía"


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