El Black miro la celda en la que se encontraba. Tan pequeña y oscura con los dementores rondando por las afueras llevándose cada recuerdo hermoso de su mente. Como los recuerdos de sus mejores amigos y su pequeño ahijado.
-Harry, pequeño Harry espero que estés bien-murmuro recordando la primera vez que lo llamo padrino. Pero justo en ese momento un dementor paso a su lado llevándose el recuerdo-Malditos dementores-maldijo con una lágrima bajando por su mejilla y con un movimiento frustrado quitársela.
Lloro por todos sus recuerdos perdidos. Por los amigos que perdió y los que murieron. Pensando en que sería de su ahijado. Pero cada sollozo se fue transformando en una escalofriante carcajada. La que hacía a los presos estremecerse. Sólo podían rezar para que las risas de ese loco no se quedarán grabadas en sus memorias.
Lo único que lo mantenía realmente cuerdo era ese recuerdo. El recuerdo de Snape de rodillas llorando. Sufriendo el vacío que el sintió toda su infancia. El rechazo de su madre. La decepción de su padre. Hasta de su hermano menor. El favorito de mamá. El niño consentido de papá, mientras él, el hijo mayor que nadie sabia que existía. El que tenia que ayudar en la cocina con los elfos domésticos. El que dormía en el primer piso en un cuarto pequeño que hasta los elfos domésticos tenían uno mucho mas grande. Realmente disfruto lo que le hizo al Snape.
-Ay, Severus, Severus y pensar que serias lo único que me mantiene cuerdo en esta prisión-rió suavemente-Nunca tuviste la culpa de nada-murmuro sonriendo con locura.
Si, siempre estuve loco, pero tu, hiciste que mi sangre me llamara. La sangre Black que corre por mis venas.