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Hacía cinco horas que había llegado al cuartel, poco más de cuatro de ellas las había pasado dando informes de la misión que había concluido exitosamente. El resto fue el tiempo que le tomó llegar a su barraca entre saludos amistosos, bienvenidas admiradas y una que otra bocaza mostrando su disgusto al verlo ahí, vivo aún.
Al entrar vio a sus compañeros de escuadrón ya descansando en sus camastros sin haberse sacado las botas siquiera. Nadie más que ese grupo de cabrones se merecía un buen descanso.
Había pedido eso a sus superiores una vez que concluyó su informe. Obviamente él se había opuesto, pero la afirmación de otros a cargo no pudo ser ignorada. Sabía que protestaría, lo esperaba, por ello se anticipó asegurando que no pretendía tomar algún descanso para sí mismo, solo su escuadrón que estaba realmente agotado y necesitaban un respiro. Eso pareció suficiente para que el malnacido los dejara en paz. Nadie más que él debería lidiar con el odio de ese imbécil.

A pesar del cansancio y el dolor a causa de algunas heridas superficiales no pudo evitar sentirse bien por la pequeña victoria al sostener los sobres firmemente en su mano.

— ¿Pero qué en el infierno es esto? — Preguntó con voz alta sobresaltando a sus hombres — no puedo mirar a otro lado cinco segundos porque ya están holgazaneando.

— Cabrón danos un respiro, extrañaba esta mierda de cama y aun me duelen las costillas por esa caída — Habló uno de ellos que a regañadientes se incorporaba al igual que los otros.

— ¿Es así como hablas a tu superior?, —regañó con falsa indignación, estos hombres jamás serían sus inferiores, todos se debían la vida mutuamente y más, confiaba su espalda a cada uno de ellos y ellos correspondían sin miramientos.— Si tanto te gusta la jodida cama, mejor será que te quedes en ella mientras los otros van a descansar cómodamente a sus casas y visitan a sus familias.

Todo mundo se irguió al instante, le miraban esperando que dijera que era una broma solamente y se burlara a mandíbula suelta por haberlo creído.

El Red Squad de las fuerzas especiales del ejército de Corea, extrañamente no gozaba de descansos frecuentes. Eran el equipo más temido, secretamente el más respetado y por algunos tantos más, el más odiado.
Su capitán Park Jimin, altamente solicitado en las misiones nivel 5 y las consideradas suicidas nivel 6, había hecho un duro camino para llegar a donde se encontraba y mantenerse vivo en el trayecto. Era un secreto a voces que uno de los peces gordos en el alto mando lo quería muerto, todas las asignaciones peligrosas iban directamente a sus manos, los ascensos en su carrera los había obtenido con sangre, y eran pocas las licencias que se le otorgaban.
Cuando no estaba de servicio en alguna peligrosa misión, era humillado sutilmente asignándole tareas especiales muy por debajo de su nivel, aun así Park extrañamente no se quejaba, apretaba la mandíbula y seguía con ello, con el aire digno que le caracterizaba.

Por desgracia, la animadversión de esa persona se extendía a aquellos bajo su mando.
Los hombres en su escuadrón le seguían por respeto y el lazo de hermandad que a lo largo de los años juntos habían forjado. No muchos habían aguantado el ritmo de estar en un escuadrón que parecía estar bajo una sombra constante. Ningún otro parecía soportar tales exigencias, ningún otro miembro de fuerzas especiales tenía que dormir en barracas de ese tipo, en ningún otro era tan difícil escalar rango como en el Red Squad, por ello Park respetaba a estos ocho hombres y se enorgullecía de llamarlos hermanos.

— Me estas jodiendo, ¿son reales? — dijo el teniente Kim, su segundo al mando arrebatándole los sobres de la mano mirándolos sin terminar de creerlo — Cómo las conseguiste?

— Las ordené en Amazon, — dijo sarcástico— ¿A caso malditamente importa? Muevan sus horribles traseros fuera de mi vista o romperé esos sobres en sus caras y se quedarán aquí disfrutando de este hotel cinco estrellas.

— Eres el mejor cariño — dijo el sargento Kim Seokjin mientras lanzaba un beso volado y empezaba a colgar su mochila al hombro.

— Bien ¿a qué esperas? Vas a llevarme no? Mi jeep estaba fallando la última vez y no he podido repararlo.

— Lo siento hermano no puede ser esta vez, Jin puede darte ese paseo.

La alegría de los 8 se esfumó en ese segundo y voltearon a verlo con sospecha.

— Por qué jodidos no puedes llevar a V? — señaló apuntándolo Sehun lanzándole una mirada acusadora —¿vas a quedarte no es así?, me estás jodiendo, ¿Tu no saldrás?

— ¿Eso importa?, muévanse ya, quiero descansar y ustedes son tan ruidosos— respondió bromista, pero nadie se movió, nadie rio. — Miren, no importa. No es como si tuviera a donde ir o alguien a quien visitar, quiero dormir y esta cama es tan buena como cualquier otra.

— No puedo creerlo, ese jodido idiota...

— Basta ya! — cortó decidido — largo ahora, esta es una orden.

Su tono no dejó lugar a protestas, los ocho salieron mascullando improperios contra el Coronel HDP, como cariñosamente le llamaban a sus espaldas.

El maldito infeliz tenía algo contra Park, todos lo sabían. Incluso habían especulado un sin fin de teorías sobre la razón, pero nadie sabía con certeza lo que pasaba.
Lo más extraño es que aunque era claro el disgusto de Park al respecto, este tomaba las asignaciones como un reto para poder restregar su éxito en la cara de ese imbécil. Tenían prohibido hacer alguna queja al respecto, si la presión era demasiada, eran libres de pedir su transferencia a otro escuadrón, Park incluso les ayudaría a rellenar las formas.

Un Idol en el Servicio MilitarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora