Your eyes can be so cruel.

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—¡No, no, no! —vociferaba el chico de cabellos alborotados— ¡Corrige tu postura!

—Demonios, Sherlock, eso trato de hacer —se quejó el rubio a modo de respuesta.

Ambos jóvenes se encontraban en medio de la sala de la casa del más bajito, mientras que un suave vals les acompañaba en el fondo. El pelinegro sujetaba el hombro contrario con su mano izquierda, mientras que con la derecha aprisionaba la mano zurda de John, la otra mano de este último descansaba en la cintura del de mayor estatura; trabajosamente, Sherlock le enseñaba a bailar a su amigo.

—John, eres tan torpe con los pies como lo es Anderson con el cerebro —comentó en un suspiro, ganándose la mirada indignada del otro—. Oh no, no me mires así; no estoy insultándote, estoy describiéndote.

—Solo cierra el pico y sigamos con esto.

Luego de unos cuantos minutos, un par de regaños e incontables pisotones, John por fin estaba bailando adecuadamente. Había pasado lo básico, ahora nada más quedaba añadir unos cuantos pasos, solo para no verse estúpido e impresionar aunque sea un poco.

—Te voy a poner la muestra y tú lo repites después, ¿de acuerdo? —dijo el joven Holmes, a lo que su compañero asintió con la cabeza.

Entonces el rizado tomó a John por la cintura, obligando a que cambiaran las posiciones que tenían hacía un rato, rápidamente ejecutó unos pasos y terminó sosteniendo a Watson por la espalda, inclinándole hacia atrás a una distancia considerable del suelo. El rubio miró a su "maestro de baile" con susto al sentir que lo dejaría caer, sin embargo, cuando le atrapó y lo mantuvo en dicha pose, un aire de tranquilidad volvió a él. Sus ojos se encontraron de nuevo, aunque en esta ocasión no había rastros de temor, únicamente se miraban; el silencio se apoderó de la sala, e inclusive un leve suspiro escapó de la boca del más bajito. Al notar aquel ruidito, Sherlock puso de pie de nuevo a su "aprendiz", tratando de olvidar esos segundos en los que los orbes azules de su amigo atraparon a los suyos.

—Bueno, ahora vas tú —murmuró el de cabellos azabaches, aún evadiendo lo que acababa de suceder.

Watson tomó a su mejor amigo como este último lo había hecho con él y comenzó a repetir los pasos hasta dejar a Holmes inclinado para atrás, en diagonal al suelo, justo como el que ahora ejecutaba los pasos había quedado instantes atrás.

Y pasó de nuevo. Los colores indefinidos de las pupilas de Sherlock atraparon los ojos de John. ¡Demonios, eran tan hipnotizantes! Su vista no podía despegarse, aunque tampoco era como si quisiera hacerlo.

—¡John! —se quejó el joven pelinegro con dolor, sacando al aludido de su trance.

—¡Lo siento! —se disculpó al ver que por estar embebido en el color de los ojos de Sherlock, había dejado caer al mismo.

—Da igual, pero si dejas caer también a Maisie, será una vergüenza que digas que yo te enseñé a bailar.

—Es Mary —corrigió el de menor estatura—, y no te preocupes, no la dejaré caer.

—Eso no me mantiene "preocupado" —contestó, enfatizando la última palabra.

—Como digas.

—A propósito —dijo Holmes luego de una pausa—, ¿en qué pensabas como para dejarme caer?

—No era nada en especial.

—Por favor, John, ¿crees que no me doy cuenta cuando mientes? —rió el más alto.

—Bien, sí era algo, pero nada que sea de mucha importancia.

—De acuerdo —concluyó encogiéndose de hombros, sin darle mucha vuelta al asunto.

La tarde pasó rápido; ambos chicos estuvieron juntos hasta que la luna hizo su aparición en el cielo oscuro. Pronto, el rizado se retiró a su casa, dejando a un John Watson bastante confundido.

Durante toda la escuela había sido amigo de Sherlock, ¿por qué ahora tenía que haber sentido eso al mirarlo a los ojos? ¿Por qué se había quedado tanto tiempo atrapado en ellos? ¿Por qué sintió ese revoltijo en el estómago al descubrir lo bellos que resultaban aquellos orbes de color... ¡Rayos! ¿De qué color eran?

No era posible que solo por un contacto visual el rubio estuviera así, o más bien, sí era posible, pues lo estaba experimentando, mas no sabía el porqué.

Las dudas empezaban a llenarle el pensamiento. ¿Se sentiría Sherlock de la misma forma en que él se sentía? No, de seguro no, sus enfoques estaban en la química, en la lectura y en la observación de lo que nadie más observaba; jamás llegaría a sentirse de esa manera. Pero había algo en su expresión que denotaba lo contrario; no era su misma expresión de aburrimiento que cargaba siempre, no, esta vez era distinta. Estaba nervioso, trató de evadir la situación, no interrumpió aquellas miradas con uno de sus comentarios arrogantes que tanto adoraba hacer; se había comportado diferente, y no era necesario llamarse 'Sherlock Holmes' para darse cuenta de ello.

Sherlock sabía lo que sus ojos habían causado en John la primera ocasión, así que volvió a ejercer aquel contacto por mera curiosidad, o por crueldad, quizá.

Voulez-vous danser avec moi?  》Johnlock/TeenlockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora