Cambios

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Sun estaba creciendo, y se empezó a dar cuenta de ello cuando se descubrió a sí mismo mirando las piernas contorneadas de Moon.

Había escuchado tanto por la televisión como por otros medios sobre estos cambios. Y no le prestó mucha atención en su momento, infantil, pensando ¡já! esa etapa de la que hablan nunca me tocará a mí. Así pensaban todos los niños de su edad, se figuró, y no quería cambiar. No quería prestarle atención al cuerpo de las chicas más de lo necesario porque, ¿de qué le serviría? Solo para ganarse una fuerte cachetada y un insulto denotando su falta de discreción al mirar largo rato.

Pero Sun se relajó un poco, pensando en que no tenía tantas féminas a su al rededor como para sentirse realmente amenazado. Ciertamente, tan solo tenía a Lillie y a Moon para admirar, y las dos podían reaccionar de forma muy distinta a su mirada; y él no era muy diferente.

Cuando era más joven—y decir eso le hacía sentir como un anciano, ¡esa juventud la abandonó hace casi nada, días, semanas!—tenía un inmaduro y primerizo crush con su amiga Lillie. Y Sun no se negó a aquello, ¿cómo no sentirse nervioso con una niña tan bonita como lo era ella? Con ese atuendo blanco que resaltaba su ya inherente apariencia de muñeca; de esas que eran caras, que se ponían en un alto estante solo para ver y nunca para tocar, ya que eran muy finas para las manos rústicas o descuidadas... o en su caso, manos inhábiles, novatas. No listas todavía para sujetar algo tan fuera de su nivel.

Y es que eso era Lillie para él: una chica inalcanzable. Posada en un estante en el que solo alguien que la igualara en virtudes podía acompañarla. Sun la idealizó como su chica soñada, y al tenerla al frente, no sintió el valor de hacer nada con ello. Su romance era de una admiración lejana y sentimientos de que no se sentía en su lugar estando a su lado. Así que Sun solo se dejó encandilar por la belleza única de la chica, una que nunca había visto, y pensó más tarde en que ese romance no era algo que él quería.

¿Por qué querer estar con alguien con ni el que tienes el valor de hablar? Sun se frustaba al ver que su nerviosismo no le permitía dar el siguiente paso. Reflexionó, entonces, que era mejor estar con alguien con quien se sintiera cómodo, con quién pudiera ser él mismo sin fingir para impresionar a la otra persona.

E internamente supo la respuesta, pero su mente no permitió que esos sentimientos salieran a la luz—por lo menos no de forma expresamente verbal.

Sun ya no miraba de la misma forma a Lillie, cuyo cuerpo en desarrollo la cambió ligeramente, no mucho. Se seguía preocupando por ella, y la quería y respetaba, pero se había agotado de sentir esa ansiedad al tenerla cerca. Con sus nuevos ojos de adolescentes, utilizaba el cuerpo de muñeca para compararlo con el de Moon.

Moon, por el otro lado, tenía toda su atención. Sus cambios eran más notables que los de Lillie—y solamente se refería a la forma de las piernas y las curvas de su torso, las cuales le daban un cosquilleo en el estómago con solo pensar mucho en ellos—, menos en cierta parte que él sabía bien.

El pecho.

Sus dos amigas no eran las más virtuosas en ese aspecto. A decir verdad, incluso si las comparaba con chicas que veía en la calles que aparentaban su edad, las dos se habían quedado estancadas en la infancia.

Y ¡ja ja! se sentía mayor que Moon, superior, siendo ella la chica que hace unos meses era unos centímetros más alta que él, y ahora era Sun el que había pegado el estirón y superó en altura a la chica de cabellos negros por, al menos, ¡6 centímetros!

Pero no la molestaba por ello. No quería y sabía que no era agradable; así como no lo hacía ni haría con el tamaño de su busto. Sun se quedaría callado y admirando como su compañera de aventuras, y ahora gran amiga, crecía junto a él. Porque no era un camino que debía tomar solo.

Cambios (Deliveryshipping)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora