Miré a Anton fijamente a los ojos. No le creía. Y entonces me sostuvo la mirada firme y serena. Hablaba en serio.
No me gustaba que hablara en serio. Menos cuando era respecto a mí. A mi próximo trabajo. No quería matar. No quería un próximo trabajo pero no podía negarme. Eso me convertiría en el próximo blanco.
-¿De qué hablas?
-¿Recuerdas a Abraham? -lo miré dubitativo-¿Abraham Johnson?
-¿Abraham? ¿El de las drogas? ¿Baja estatura, pelo negro y lentes? -Anton asintió.
-Ese mismo.
-Bueno, ¿y qué hay con él? -detestaba los silencios de este hombre. Provacaba tensión. Y él lo sabía.
-Como sabrás, Abraham nos pide mercancía. Nosotros la conseguimos y el la paga, ¿cierto? -asentí-. Bueno, resulta ser que Abraham tiene una hija -me quedé esperando que continuara. Anton se rascó la barbilla y continuó-, una chica muy, muy guapa.
-¿Podrías ir al punto? -no solía contestarle a Anton pero me tenía hasta el copete. Una vez me amenazó de muerte por haberle levantado la voz.
Anton ignoró mi tono y continuó en silencio, mirándome fijamente.
-Yo le pagué a esta chica para que me hiciera un favor y ella me rechazó.
-¡¿Te rechazó?! Espera, ¡¿le pagaste para acostarse contigo?! -qué asco de tipo. Quiero decir, yo no soy un santo pero no les pago a las chicas para acostarme con ellas- ¡¿Qué la crees?! ¡¿Una prostituta?!
Anton reaccionó. Se levantó del sofá y se acercó a mí con paso firme hasta que su cara quedó a centímetros de la mía.
-Escuchame pedazo de mierda, a ti no te importa lo que yo haga o deje de hacer. Tú aquí eres el que recibe órdenes y yo soy el que las da, ¿entendido? -me dijo con vos firme, entre dientes. No pude tan siquiera contestar, intentaba controlarme. Meterse con Anton no es buena idea.
Seguía enfrente mío. Podía notar la rabia en sus ojos. Se dirigió de regreso al sofá.
-Ahora, escucha. La putita esa, fue donde su padre a contarle lo que hice y Abraham me llamó para amenazarme con decirle a la policía sobre nosotros.
Lo miraba. Solo lo observaba. Quería golpearlo. No sé a qué hora vine a meterme a esto. Los músculos de mis brazos estaban tensos y tenía las manos cerradas en puño para evitar que temblaran. Apreté mi mandíbula y asentí, indicándole que continuara.
-Tienes que acercarte a ella y conseguir toda la información que puedas. Tendremos que extorsionarlo.
No tuve otra opción.
-¿Qué sabes de ella? -le pregunté.
-Se llama Kelly Johnson. Pelo oscuro, ojos verdes y con un buen cuerpo -asentí.
Me giré y me encaminé a la puerta. Quizá no fuera suficiente información pero era suficiente por hoy. No quería escuchar más sobre el tema. Llegué a la puerta y puse la mano en el pómulo.
-Jason -Anton me llamó. Me detuve sin voltear a verlo-. Va en cuarto año de la universidad. Tu universidad -abrí la puerta y salí de aquel maldito lugar.
Bajé las escaleras y me dirigí a la barra.
-Dame un grande -le pedí a Anabel.
Siempre que terminaba de hablar con Anton, solo quería olvidar. Quería olvidar todo respecto a su "mafia".
Es cierto, estoy en su grupo pero eso no quiere decir que me guste. Sí lo hizo, sí me gustó. Al inicio. Cuando solo me encargaba de dar bolsas con polvo blanco y recibir dinero. Hasta que Anton se enteró de lo que yo era capaz de hacer.
Fue hace un poco más de un año. Chuck me acompañó a dejar mercancías. Me tocaba ir a la casa de un viejo cliente, según Chuck. Llegué a la casa del tipo y toqué el timbre. Era una casa en un barrio peligroso. Era de tablones de madera y se veía demacrada. Un hombre me abrió la puerta. Estaba borracho. No era un hombre fuerte pero tampoco era débil. Traía ropa desaliñada y olía a Whisky.
A mí no me importaba eso. Yo solo le daría lo suyo y él me daría el dinero con el que alimentaría a mi familia ese mes. Pero no fue así.
Le di las bolsas al tipo. Las miró y empezó a gritarme. Eso nunca había pasado. Me estaba reclamando que eso no fue lo que pidió. Traté de explicarle que yo solo entregaba pero se negó a escucharme. Mientras más trataba de justificarme, más se enojaba.
Chuck, que estaba en el auto, se bajó a ver que pasaba. Fue entonces cuando este hombre me metió a su casa y empezó a golpearme.
Chuck empezó a correr en mi ayuda. Yo traté de protegerme a como podía en el piso; me había tomado por sorpresa. Chuck golpeó la espalda del tipo y este se volteó para contraatacar. Me levanté y le di una patada en las costillas. Este cayó de lado y se estrelló contra una mesita.
Ayudé a Chuck a levantarse, puesto que un golpe lo tiró al piso. Cuando se levantó y nos giramos, el hombre nos apuntaba con una pistola.
Chuck y yo nos quedamos congelados. No sabíamos que hacer. Yo esperaba que Chuck supiera qué hacer y creo que él esperaba lo mismo de mí. Entonces lo hice. Era hora de actuar.
Me abalanzé sobre él con las manos al frente, en busca de la pistola. Mis manos sintiron el contacto con el arma, en manos del hombre. Giré nuestras manos hacia mi derecha, desviando la pistola de mi dirección. Presioné las manos de aquel hombre tan fuerte como pude hasta hacerlo soltar el arma.
Giré los brazos hacia el otro lado bruscamente ocasionando que se golpeara por si solo y cuando noté que estaba aturdido tomé su cabeza e hice girar su cuello.
El hombre cayó desplomado inmediatamente. Chuck no hacía más que verme. Yo, en cambio, tenía dificultades para respirar.
-¿Qué haces? ¡Muévete! -le dije, y salimos corriendo.
Anton se enteró de lo que había hecho. Me preguntó si sentía culpa por matar a aquel hombre y contesté que no. Fue entonces cuando Anton aprovechó y me convirtió en el colega de Michael. O mejor dicho, en un asesino.
Seguí tomando y recordando con una cerveza tras otra, hasta perder el conocimiento.
Me desperté. No sabía dónde estaba, ni qué pasaba, ni cuánto tiempo había pasado. Lo último que recuerdo es haber salido del bar.
Estaba sentado en una banca dentro de una sala. Pero no una sala de estar sino que era más como una oficina. Una pequeña oficina. A mi lado había un escritorio con un computador y una pila de papeles.
Escuché pasos fuera de la habitación. Alguien venía.
Sin dar tiempo a tan siquiera ver a esa persona pregunté en voz alta:
-¿Dónde estoy?
Un hombre vestido de azul entró a la sala. No tenía que contestarme para saber dónde estaba, pero aun así lo hizo.
-Estás en la comisaría, niño.

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Muriendo Por El Asesino ©
Science Fiction"- Podría matarte justo ahora y nadie lo sabría. - ¿Eso quiere decir que vas a matarme? - Probablemente." En la vida, siempre hay alguien que puede cambiarte y sacar lo mejor de ti, pero las cosas cambian cuando te enteras que esa persona no es lo q...