Cuatro Paredes

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Breathe Me - Sia

Uno… shock, dos… despejen, tres… salto.

 Y mi corazón acelerado luchaba por recuperar su ritmo cardiaco, sentía como la sangre fluía por cada extremo de mí ser nuevamente. Mi vista fija en alguna de las tantas luces despampanantes que rodeaban el quirófano, una lágrima que logró escapar por el rabillo del ojo y mi mente que solo divagaba fuera de la realidad de la cual era participe.

– Logramos salvarla nuevamente –secando el sudor de su frente, dijo por fin el médico asignado a mi caso, satisfecho de su trabajo.

– No deberíamos cantar victoria aún, doctor Coleman. Hace cinco minutos casi acaba con su lengua, la histeria ha disminuido su frecuencia de aparición, más sin embargo la epilepsia persiste y cuando las crisis ocurren suelen tener mayor intensidad.

– No hay que ser pesimistas, doctora Ross; en mi opinión la paciente está prácticamente curada –ella le miro con cara de intriga, mientras él se arremangaba las mangas de su blanca bata– llévenla a su habitación –ordenó.

 Una vez más los médicos le habían arrebatado el gusto a la muerte de llevarme entre sus garras. Me preguntaba si será buena idea seguir con vida después de todo. Cada vez que los ataques epilépticos se hacían presentes, casi ipso facto, algunos rasguños aparecían en mis brazos y parecieran no cicatrizar jamás. Supongo ya me debería de haber acostumbrado a todo ello.

 Hacía ya nueve largos años que no había visto la luz del día, ni mucho menos la oscuridad de la noche. El único color que mis ojos han podido distinguir es el color blanco de mis confidentes… cuatro paredes, aquellas que han sido la única compañía en esta soledad que se sentía interminable; dónde sedada por fármacos traté incesantemente de derribarlas, dejándome totalmente atontada y al final dormida entre lágrimas sin obtener éxito alguno.

 Octubre 05, Sanatorio Mental de Amber Valley. 

– Solo recuerdo que estaba sentada en el extremo de alguna habitación con las manos ensangrentadas y mi prima Erika me gritaba repetidas veces: "¡Mira lo que has hecho, Vicky! ¡Lo has matado! ¡Estás loca, loca!

 Flashback.

–  ¡Yo la vi, mamá! Ella asesino a mi padre, lo mató, lo mató – la pequeña Erika comenzó a romperse en llanto.

–  Es que mi hija no tiene por qué mentirnos, Connor. Virginia es una asesina y está completamente desquiciada, tienes que llevártela a un sanatorio mental de inmediato. Tú mismo has presenciado los ataques repentinos de histeria que ha tenido desde hace un par de días. Solo hay que mírale las manos cubiertas en sangre para deducirlo y ¿cómo explicarías… – la interrumpió.

–  ¡Ya cállate Giselle!  No necesito que me digas lo que tengo que hacer, mi hija no ha perdido la razón. Yo sé que no es así, tiene que haber una explicación lógica para todo esto al igual que para la repentina muerte de Edward, tiene que ser solamente una equivocación. Mi hija no es una asesina ni mucho menos una demente, ¡¿Me escuchaste?! –espetó Connor con recelo.

Fin del flashback.

–  Después de eso solo recuerdo como gritaba, lloraba y pataleaba hasta desfallecer para no ser separada de los brazos de mi madre. Fue entonces cuando llegué aquí y me encerraron en una acolchonada habitación con esa horrible camisa de fuerza –hablaba sin mirarle a los ojos a Coleman, solo miraba a un punto fijo sin parpadear.

 –  Si has podido observar la camisa ya no la traes puesta y aquella habitación no lo has visitado en un largo tiempo, linda –comentó.

–  Lo sé… pero de cualquier manera odio estar internada en esta institución. Es simplemente deprimente estar aquí. Sé que aún tengo ataques doctor, pero se usted puede notar que no estoy loca.

–  Tiene toda la razón, Virginia. Créeme que aún no encuentro una explicación lógica a sus ataques epilépticos, a su histeria repentina, ni mucho menos a esas profundas heridas en los brazos –se quitó los lentes–  pero en fin. Bien eso todo por hoy, Virginia. Ordenaré que le regresen a su habitación.

 De regreso a la habitación. Lo único que deseaba era poder zafarme de los guardias y fugarme de aquí para no volver nunca más.

Octubre 20, 7:00 p.m.

 Otro día concluía en el pequeño infierno blanco. Incorporada totalmente en mi cama, trataba de resignarme a la agonía que parecía no tener fin, cuando de repente un intenso rayo de luz entró por la puerta de mi habitación encegueciendo mis ojos y atontándome un poco. No recordaba que fuese hora de revisión, era tarde como para someterme a terapia y ya había tomado todos mis malditos fármacos, así que supuse que algo extraño e irregular estaba ocurriendo.

– ¿Sucede algo, doctora? ¿Me trasladaran de habitación? –pregunté inquieta.

– No, Virginia. Hoy es su día de suerte… saldrá de aquí –dijo sin voltear a mirarme siquiera, como si me tuviera resentimiento por algo que le hubiese hecho.

– ¿Salir de aquí? –pensé en voz alta con gran confusión.

 ¿Será que esta vez realmente estaba enloqueciendo? Era un dulce y enorme sueño  que en mi vida jamás habría pensado lograr a alcanzar.

...

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⏰ Última actualización: Jul 03, 2014 ⏰

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