Pareidolia
Iba como de costumbre a visitar a mi abuelo al hospital psiquiátrico. Llegando a la entrada tropecé con un bache que había en el suelo. Cuando abrí mis ojos, un señor vestido de blanco con accesorios de oro, me extendía su mano intentando ayudarme. En aquel momento pensé que era un multimillonario o una persona muy adinerada. Al levantarme simplemente le agradecí y entre al lugar. El sitio se encontraba con muchas personas, así que tuve que esperar de pie junto a un señor muy alto. Tenía un gran sombrero puesto y a cada mano sostenía dos abrigos, de pronto iba a visitar a su esposa o a algún familiar demente. Pensé que debía iniciar una conversación pero el ambiente se tornaba pesado. Tal vez era por tanta acumulación de pacientes.
Cuando llego mi turno pregunte por José Asunción Velazco. La auxiliar frunció el ceño sin embargo me dejo pasar. Me dijo que en la habitación 502 me esperaría. Mientras pasaba por el pasillo, vi personas prendiendo y apagando linternas en secuencia. Su luz era tan radiante que no podía ver sus rostros. Al llegar a dicha habitación encontré que la camilla de mi abuelo se encontraba vacía. Como si nunca nadie hubiera entrado en la habitación, pensé que lo estarían aseando. O que simplemente era hora de su paseo matutino. Por alguna razón me recosté por un momento en su camilla. Perdí la noción del tiempo y me quede dormido. Empecé a tener sueños absurdos, yo montando un pony, besándome con la chica que me atraía desde hace un tiempo, también empecé a percibir que todo lo que me rodeaba empezaba a transformarse en un tipo de pintura vanguardista, es como si Vicent van Gogh hubiera pintado todo lo que me rodeaba. Y lo último que recuerdo fue ver mi cuerpo caminando por un túnel totalmente oscuro, y al final de él, una luz que gritaba mi nombre. Pero claro, era solo un sueño. En aquel momento el grito de un niño hizo que me despertara. Su grito era tan agudo que hizo que me asustara. Fue cuando entro un hombre y una mujer vestidos completamente de azul, empezaron a gritarme ‘LO PERDIMOS, LO PERDIMOS’ mientras una vez más vi como las personas que vi en el pasillo volvían a alumbrarme con sus linternas. Me sentía muy confundido. Pensé que aquella pareja me estaban gritando que habían perdido a su niño. Y de pronto el niño estaba en la misma habitación que yo. Intente irme de allí pero no podía, había algo que no me dejaba ir. Me empezó a faltar el aire, Y fue cuando sentí desmallarme. Cuando recupere mi conciencia, no pude reconocer el lugar todo era blanco, y a pesar de caminar tanto no había lugar a donde ir. Era como si todo hubiera desaparecido. Intente tranquilizarme y fue allí cuando volví al mismo lugar donde había empezado todo. El pánico llego a mí, vi mi cuerpo como caía cuando tropecé con aquel bache, y todo empezó a transcurrir de nuevo. Una y otra vez ante mis ojos, adelante y atrás, veloz y calmoso. Fue cuando escuche una voz gruesa. Me explico todo lo que había pasado.
Que no había sido un hombre adinerado el que me había ayudado a levantar. Sino un médico del hospital. Que no fue un hombre alto de sombrero que sostenía los dos abrigos con el cual intente hablar. Sino que fue un perchero que había en la entrada. Que la Auxiliar frunció su ceño porque yo balbuceaba cosas sin sentido hasta desmayar de nuevo. Fue cuando me llevo a la habitación 502. Que no fueron personas alumbrándome con linternas, si no que eran las grandes lámparas del pacillo las cuales me reflejaban mientras pasaban conmigo en una camilla. Que no fue un niño el que estaba llorando, sino que era el sonido del monitor cardiaco el cual sonaba porque me estaba muriendo, y que por ultimo no eran una pareja que buscaba su hijo, eran dos doctores tratando de reanimarme. En ese momento quede atónito. Pregunte sobre aquella persona que me hablaba, y me respondió. Soy tu abuelo, me dijo que aproximadamente hacía un año él había fallecido. Y por último le pregunte que por que había ido a aquel hospital psiquiátrico. Fue cuando me respondió. El loco eras tú.
