Nuestro eterno amor

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Hubo una vez, dos príncipes hijos de reyes gobernantes de dos reinos en guerra, que se enamoraron perdidamente, completamente, infinitamente, uno del otro.

Que sin importar el peligro, o la traición a su pueblo, cada día a la misma hora, se encontraban en el mismo lugar, el centro de un bosque, un claro que quedaba exactamente en el punto donde se encontraban los limites de ambos reinos, en el momento justo, cuando el día acaba, y da paso a la oscura noche.

Fue en ese lugar, donde el príncipe del reino de la luz, de diez años, en una de sus tantas aventuras por el bosque, encontró a un pequeño príncipe del reino de la oscuridad, de trece años, quien se encontraba hay, buscando refugio para sus lágrimas, un escape de las crueles palabras de su padre.

Es día, el príncipe menor, se enamoró a primera vista, de ese pequeño niño, que era poseedor de piel pálida, cual luna opaca, cabello del color de la más profunda noche, y ojos color jade, que parecían emular dos de las más hermosas estrellas del universo, que hoy se veían empañadas por las lágrimas, pero que luego descubrió, que son capases de brillar, con un fulgor inigualable.

Por otro lado, ese día el mayor conoció a su primer amigo, la primera persona, a parte de sus tres hermanos mayores, en tenderle una mano en consuelo, y secar sus lágrimas con tanta gentileza, ese chico poseedor de un oscuro cabello cual ébano, dueño de ese par de zafiros que resplandecen cual cielo de verano, en un azul infinito, y capaz de dedicarle al menor, esas hermosas sonrisas que cual sol, iluminaban su día, ese joven muchacho, que con palabra dulces y los toques más suaves, se ganó su corazón, y lo mantuvo cautivo para si mismo para siempre.

Esos dos jóvenes enamorados lograron mantener su amor en secreto, durante catorce largos años, acudiendo todos los días a su lugar secreto, al encuentro de su ser amado.

Pero, tres meces después de que el príncipe del reino oscuro le diera la noticia a su amado, que se convertirían en padres de dos hermosos gemelos varones, la tragedia azoto con fuerza a los dos enamorados.

El padre del mayo descubrió el romance de su hijo menor con uno de sus enemigos mortales, y condeno a muerte a su propio hijo por traición.

Sus hermanos mayores lucharon con fiereza por la vida de su hermanito, pero al final, terminaron prisioneros en sus propias habitaciones, el día de la ejecución.

El príncipe de la luz, al enterarse de tal cosa, corrió en busca de socorrer a su amado.

Lucho con fiereza, pero al final, nada pudo hacer.

Un solo hombre contra una ejercito entero, desde un principio ya se conocía el resultado.

Aun así, logro tomar a su bien amado y escapar juntos.

Logrando llegar hasta ese claro, que tantas veces vio su amor ser proclamado.

Donde se juraron amor eterno.

Donde se dieron su primer beso.

Donde llevaron a cabo tantas cosas juntos, que cada rincón del lugar, guarda para ellos un recuerdo especial.

Fue allí donde el padre del mayor les dio alcance, allí, en el lugar que vio nacer su amor, el lugar que fue testigo de sus caricias y sus palabras de devoción mutua, allí, en su lugar especial, le dieron fin, a tal historia de amor.

Jonathan Kent, príncipe del reino de la luz, murió mientras abrazaba a su bien amado y a sus hijos, en busca de protegerlos.

Damian Wayne, príncipe del reino oscuro, murió derramando lágrimas silenciosas, una tras otra, llorando la perdida de su amado príncipe de ojos color cielo de verano, despidiéndose en silencio de sus hijos, y pidiéndoles perdón, por no haber podido darles mayor protección.

En ese lugar, dio fin la historia de amor de los dos príncipes, que tal fue su amor en vida, que en muerte no pudieron separarlos.

Su amor era tan grande, tan sincero, que el rencor y el odio, no pudo acabar con él.

El príncipe de ojos color cielo, se convirtió en el astro rey, adornando el firmamento e iluminado los cielos.

El príncipe de ojos jades, se convirtió en la luna, fiel guía de los caminantes perdidos, astro que ilumina el cielo nocturno y que en el cielo oscuro hace su hogar.

Ambos astros cumplen su función, y si bien, ambos iluminan el mismo cielo, tan cerca.

Pero a la vez, tan lejos, ambos separados por el día y la noche, ambos sufriendo en soledad, la ausencia de su bien amado.

Pero hay un día, en que pueden reencontrarse.

Un día, donde su amor puede florecer, donde pueden estar juntos, sin limitaciones o barreras que los separen.

El día del eclipse lunar.

En ese preciso momento donde día y noche convergen, y no sabes, cuando comienza uno y acaba el otro.

Ese día, los dos enamorados se susurran palabras de consuelo, y promesas eternas, se dedican besos que guardan anhelos, y caricias que prometen un pronto reencuentro.

Y sus hijos.

Ellos se convirtieron en Sköll y Hati.

Para siempre persiguiendo a los astros reyes del cielo, haciéndoles compañía, durante esos periodos de eterna espera del recuento de su otra mitad.

Benjamin y Terry, quiénes alguna vez estuvieron destinados a ser un par de gemelos de cabello negro y ojos azul cielo, destinados a ser los más grandes tesoros de los príncipes de aquellos reinos de antaño, hoy un par de enormes lobos, que bagan por el mundo, corriendo junto al sol, y cantándole a la luna.

Los eternos guardianes y protectores  de la luna y el sol.





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(Cambie un poquito la historia de Sköll y Hati.)

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