Veinticinco años pasaron desde que el Departamento de Investigación en Medicina comenzó la búsqueda de una flor única en el mundo: una Orquídea Negra. Según, sus investigaciones previas, esta flor poseía unas propiedades medicinales curativas inimaginables. Si lograban hallar esta orquídea, encontrarían, así, una cura para los males mortales que atormentan a la humanidad. De ahí la ambiciosa búsqueda que realizaban.
El DIM, en últimos esfuerzos mando a dos biólogos a la selva de donde es originaria la flor. Uno era Joel, un hombre muy dedicado, y el otro era Jacobo, quien apenas estaba ejerciendo su profesión por primera vez.
Ambos biólogos estuvieron viviendo en esta selva por casi dos años, buscando sin éxito pero sin darse por vencidos pues estaban muy motivados. Jacobo por su parte se la pasaba pensando en lo millonario y famoso que podría volverse de ser el responsable de hallar la orquídea, pero se entretenía mas observando y coleccionando dentro de pequeños frascos insectos venenosos, diminutas ranas toxicas y toda clase de animalillos ponzoñosos. Joel, en cambio, no tan joven como Jacobo y más maduro, pensaba en encontrar la orquídea para contribuir en encontrar una cura para el cáncer, pues su hermano menor, pues su hermano menor, a quien amaba con su vida, era víctima de esta enfermedad.
Unos días antes de su fecha límite de búsqueda, los biólogos se preparaban para adentrarse a la selva una vez más, instruidos por los nativos con los que vivían en sus campamentos. Los dos ya habían perdido el miedo a los animales que habitaban acechantes entre los árboles, y también habían adquirido destreza para distinguir y evadir las peligrosas trampas de caza de los aborígenes.
A la mitad de su recorrido se detuvieron a descansar un poco. Jacobo subió a un árbol frondoso muy hábilmente y se acomodó sobre una rama.
̶ ¡Creo que hay que continuar ya! ̶ gritó Joel advirtiendo a su compañero, pasados unos 20 minutos ̶ Si no nos movemos perderemos el día ¡Ya baja de ahí!
̶ Adelántate tú. Yo tal vez te alcance en un rato más ̶ contesto Jacobo, dominado por la pereza.
̶ Como tú quieras ̶ le respondió Joel ̶, solo no te atrases de más.
Joel tomó las cosas que llevaba consigo y desapareció entre los arbustos. Jacobo, sentado entre las ramas se encontró con algo que lo sorprendió: una serpiente esmeralda de lengua blanca ̶ una víbora verde, semejante a un relámpago, y de tal ponzoña que con el veneno de una sola mordida podría matar a cinco jabalíes ̶ . «Sera perfecta para mi colección» pensó. La tomó cuidadosamente y la metió en su mochila, bajó del árbol y siguió su camino.
Muchos metros adelante se encontraba Joel mirando hacia todos lados minuciosamente. De pronto, al caminar, puso un pie entre las raíces de un árbol gigantesco y, sin aviso, el suelo se desprendió. Quedó tirado dentro del cráter que se abrió y vio lo que ya creí imposible de ver ¡Ahí estaba la orquídea negra! Nacía entre las raíces fosilizadas de ese árbol. La tomó en aparatos especiales que traía en su mochila y regresó a su campamento sin poder contener su alegría.
Al llegar hizo unas cuantas llamadas para dar aviso de su descubrimiento. Tan solo unos momentos después llegaron vehículos y otros biólogos integrantes del DIM para continuar con más investigaciones ̶-pues al fin habían encontrado donde crecían estas orquídeas ̶ . Pero Jacobo no llegaba aun del interior de la selva. Joel comenzó a empacarlo todo para ser llevado de regreso a la ciudad para asistir a una conferencia de prensa científica espontanea, pues la orquídea era un verdadero hallazgo. En esos momentos apareció Jacobo, confundido por tanto alboroto; no sabía lo que ocurría hasta que vio la rara flor dentro de contenedores especiales sostenida por Joel, en ese instante las palabras huyeron de su boca, la sangre le hervía celoso y se culpaba por no haber ido tras su compañero. En su mente se comenzó a maquinar un malicioso plan para obtener la fama que tanto deseaba.
Ambos biólogos prepararon sus pertenencias, listos para regresar a casa. Joel esperaba una felicitación por parte de su compañero, pero de la boca de Jacobo no salió ni el más mínimo sonido. Ni siquiera le dirigía la mirada.
̶ Cuando lleguemos al laboratorio ̶ le dijo Jacobo repentinamente a Joel echando a andar su plan ̶ , antes de la conferencia, ¿crees que podamos vernos allí para tratar un pequeño asunto?
̶ ¡Claro! ̶ respondió inocentemente, como lo esperaba Jacobo para consumar sus propósitos perversos ̶ Tengo que hacer una documentación allá.
En cuanto se dirigieron al laboratorio del DIEM, Joel entro a su oficina y detrás de él Jacobo. Joel tomó asiento frente a una mesa para la documentación que tenía que hacer. «Espérame aquí, ya regreso», le dijo Jacobo y salió por su mochila. Caminó disimuladamente de regreso a la oficina para que nadie sospechara. Cerró la puerta con seguro. Joel estaba realmente concentrado en aquella documentación y no prestó atención, por lo que Jacobo sacó cuidadosamente a la serpiente que encontró en la selva. Teniéndola en sus manos se acercó a las espaldas de su colega, intentando no ser ruidosos, a pesar de que sus profundos latidos parecían sonar tan fuertes como un tambor. Al estar a la suficiente distancia punzo a la víbora y esta, al defenderse, lanzo una mortal mordida que el mismo redirigió audazmente al cuello del pobre Joel. Este no pudo ni gritar. Cayó de inmediato al suelo, retorciéndose del fatal dolor que se movía por todo su interior tan rápidamente como una descarga eléctrica. Un dolor horrible corriendo en cada una de sus venas, como si se estuviera incendiando. Jacobo lo miraba fríamente, muy atento. No tardó mucho para que el corazón de Joel se detuviera. Murió en cuestión de minutos; dos o tres, tal vez. Jacobo simplemente metió a la serpiente de nuevo a la mochila y ocultó el cadáver bajo el escritorio, tomó los papeles y salió de la oficina. Ni siquiera se puso pálido, ni sudaba, fue como si no hubiera ocurrido nada.
Huyó a la conferencia de prensa del hallazgo. Eludió a los otros biólogos y a los periodistas diciendo que llegó como representante de Joel, pues muchos preguntaban por la ausencia del hombre. El evento transcurría con normalidad «Todo será perfecto» pensó Jacobo. Anunciaron su nombre y se puso de pie entre aplausos, dispuesto a dar su discurso, pero antes de acercarse a los micrófonos la policía interrumpió «¡Esta arrestado por el homicidio del Dr. Joel M.!» gritó uno de ellos mientras otros corrían a arrestarlo. «¡No! ¡Esta es mi orquídea! ¡Es mía! ¡No! ¡No!» gritaba furioso. Lo sacaron del lugar y lo metieron a la patrulla, abrumado por los destellos de las cámaras y del zumbido de los murmullos nacidos del escándalo.
Todo se descubrió pues el enardecido joven no fue tan listo como se creyó. Condenaron al desdichado a pasar su vida tras las rejas y se le quito su título. Estando en prisión, un escorpión lo pico tras un oído y tres noches después murió en su fría y sucia celda. Por el contario, la memoria de Joel fue galardonada con todo el crédito del hallazgo de la Orquídea Negra, propiciando un gran y significativo paso en la medicina del mundo entero, por lo que pudieron salvar a su hermano.
Después de todo, Jacobo tuvo la fama que tanto deseó, pues fue la noticia del siglo, tanto en periódicos como en la radio y de noticiero en noticiero, donde lo llamaron «El Asesino de la Orquídea».
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El Asesino de la Orquidea
General FictionDos colegas, Jacob y Joel, se embarcan en una aventura en busca de una exótica Orquídea Negra que podría ser la cura a muchas de las enfermedades que azotan a la humanidad. Pero lo codicia y la avaricia de uno de ellos lo lleva acometer un crimen at...