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Eran poco más de las ocho de la noche y yo lo esperaba hacía veinte minutos en el lugar acordado, un pequeño bar al estilo irlandés con variedad para beber y muy pocas opciones para comer.

No me importaba, lo  que realmente se me antojaba esa noche era su cuerpo por completo...

Desde hace un buen tiempo Kakashi y yo éramos buenos amigos, yo salí en un tiempo con algunas de sus compañeras y él siempre fue parte del grupo, no nos veíamos con otros ojos que no fueran de amistad.

Por cosas  de la vida nos volvimos confidentes y yo juicioso le guiaba en los  temas del amor y un poco más.

Supongo que mi fama habría llegado hasta sus oídos pues de un tiempo acá Kakashi jugueteaba conmigo un poco más, se había vuelto más  desenvuelto en nuestras charlas y un poco físico al caminar; una caricia de su mano por toda mi espalda, su pecho apiñado en mi brazo, mi mano posada en su rodilla deslizándose por el muslo…todas señales muy claras de que íbamos para mejor.

Esa tarde Kakashi descubrió un relato y concluyó que podría ser el autor. Se tomó el tiempo en el almuerzo de interrogarme sobre las situaciones que se describían y se atrevió a aseverar que Rin era protagonista, era una de sus amigas con la que compartíamos las noches de charlas seis meses atrás.

—¿En verdad eres así cómo se describe?-preguntó él.

—En honor a la verdad…a veces soy peor.- Le contesté, y una risa pícara iluminó su rostro apenado ante la respuesta.

̶̶—A veces creo que exageran y hasta me dan ganas de comprobarlo.-

Y así cuadramos la cita ese mismo día, sin pensarlo mucho nos decidimos a aventurar.

Llegó treinta minutos más tarde, muy fresco, muy confiado. Ordenamos  algo de beber, reía mucho, signo inequívoco de su nerviosismo, y veces esquivaba la mirada ¿cómo no descifrar la pena en su rostro enrojecido?

Dos cervezas después y un vino para el camino, emprendimos el viaje hacía su apartamento con la esperanza que su curiosidad quedara  satisfecha y mi desempeño diera el ancho de sus ilusiones.

Subimos lentamente las escaleras, yo iba dos escalones detrás concentrado en el balance de sus caderas justo frente a mi rostro en un vaivén hipnótico, que despertaba el instinto animal.

Entramos, estiró su brazo para encender la luz, lanzó su bufanda sobre  la mesa de noche a un metro de la entrada, caminó sereno y yo cerré con seguro la puerta tras de mí. Me ofreció un whisky y yo rocé su mano al cogerlo para tentarlo un poco y apurar la situación…entonces me dijo  “Tengo vergüenza”.

Me senté del otro lado del desayunador quedando a la altura de su  rostro y con una sonrisa sincera, le di un sorbo a mi bebida y luego  le pregunté—¿de qué?-

—Pena de lo que llegue a suceder contigo-me contestó.

̶Aquí no va a suceder nada de lo que no estés seguro, no te  preocupés-y poniéndome de pie rodeé el desayunador al tiempo que me desabotonaba la camisa hasta dejarla sobre el suelo para colocarme junto  a él, rodearlo con mi brazo, beber otro sorbo de whisky y con los labios mojados del líquido estamparle un beso fresco entre el cuello y la clavícula para hacerlo estremecer.

Lo giré, lo vi directo hacía los ojos y mientras desabotonaba su camisa sin cambiarle la mirada le dije que era su apartamento y también su decisión. La camisa estaba abierta, podía ver lo agitada que estaba su respiración. Entonces me dijo "No tengo vergüenza que me folles, tengo pena de ser patético y terminés decepcionado al punto que no me vuelvas a  hablar”.

Un amigo como yo 📚 [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora