Había empezando la preparatoria. Algo curioso era que yo no extrañaba la secundaria, estaba satisfecha con todo lo que había experimentado, todo lo que había vivido me había servido de alguna manera, fue tan fácil superarlo como si fuese una prueba importante que solo diga ''¿Cuánto es 2+2?''.
En esa escuela, por fortuna no había nadie que conociera, así que debía enfrentarme a esa primera etapa de la prueba en donde piensas ''he escuchado hablar de que esto es una ecuación''. Decidí que lo mejor era no hablarle a nadie, hasta que me hablaran, tal vez así mostraría a todos que poseía una personalidad ''tímida'', pero cuando cuándo me conocieran, verían que no era así, me mostré como lo buena que soy, y lo mala que podía llegar a ser.
Así fue como comenzaron a entablar conversaciones conmigo, pronto se dieron cuenta de mi habilidad como dibujante, yo ya era un tanto conocida en el salón. A veces me pedían dibujos y si me agradaba la persona se lo regalaba, pero por el contrario si me caía mal se lo vendía sin importar la calidad, era gracioso. Tenía solo una amiga en especial, era Viviana, le confiaba todo y ella a mi, le daba mi apoyo incondicionalmente, me entendía, me consolaba, hacíamos cosas divertidas, iba a su casa y ella a la mía, teníamos una amistad realmente buena, claro, con diferencias como todos.
Un día yo miraba por la ventana del salón esperando a ver llegar a Viviana, de pronto un chico me toca el hombro, giré mi cabeza y empezamos a hablar:
-Hola Tomás -dije confundida
-Hola Scarlett -contestó entuciasmado- me preguntaba si