No se sentía cómodo.
Eso era un hecho, y fue lo primero en lo que pensó apenas estuvo sentado ahí en medio, entre hombres que reían fuerte, escandalosamente, hombres mayores con el nudo de la corbata aflojado, algunos botones de la camisa sueltos y la tela bajo sus axilas mojadas por sudor amarillento. No, no se sentía nada cómodo. Había chicos menores coqueteándoles en una extraña interacción donde, si no conocías el tipo de local en el cual te encontrabas, dudabas si esa forma de relacionarse era tan cercana por ser familiares... pero no, claramente no lo era. Estaban en un antro gay. Y probablemente, ese fuera el antro más reconocido entre el tímido y asustadizo mundo homosexual coreano.
Quizá no debieron acordar ese lugar para esta cita cibernética...
Pero, a la vez él, Kim Kibum, jamás había tenido una cita a ciegas con otro hombre. Para sus cinco años de haber empezado a aceptarse como un homosexual, solo había tenido dos novios, chicos que había conocido a través de sus amistades – amigos que siempre estaban intentando ayudarle a buscar pareja, que apenas conocían otro gay buscaban presentárselo porque obviamente un gay con otro debieran conectar, ¿no?-, pero jamás se planteó siquiera la idea de juntarse con un desconocido y tener una cita... eso era, por lo bajo, arriesgado. Pensar en el riesgo, le hizo también intentar ocultarse un poco más bajo la gorra oscura y la mascarilla que se había puesto para pasar lo más desapercibido posible.
- ¿Kibum?
Una voz grabe le llamó, y él al instante levantó el rostro para que sus ojos enfocaran a un muchacho alto, moreno, que le miraba con curiosidad. Choi Minho. Saboreó el nombre en su mente y le sonrió, levantándose para saludarle.
Kim era un alumno de licenciatura en arte en una universidad privada de Seúl. Venía desde Daegu, y no porque le gustara tanto la capital, es que ya no soportaba estar ahí atrapado entre la mirada asquerosamente acusadora de todos sus conocidos. Sus padres le habían apoyado, su abuela le había apoyado, y no debiera importarle nada más... pero le importaba. Le importaba y le afectaba. Era difícil de explicar pero él, aún escuchando y viendo constantes mensajes de apoyo de personajes LGBTI+ importantes en el extranjero, no sabia cómo lidiar con los prejuicios y los insultos constantes que recibía solo por sus gustos. Quizá no eran ataques directos contra él (no eran muchos en su ciudad natal quienes sabían que no era heterosexual), pero no podía evitar que el lenguaje, las expresiones de 'marica', 'mujer', 'rarito' entre otros, le hicieran sentir profundamente incómodo.
- ¿Cómo me reconociste tan rápido? – preguntó tímido a Minho, quién ya se había sentado enfrente suyo
- Tus ojos – dijo con suavidad – son únicos
- Jajajaja, tus ojos son únicos, son muy grandes – río, aún un poco nervioso
- A mi me gustan más tus ojos – se encogió de hombros, jugueteando con la carta de tragos
- ¿Vamos a pedir?
- Si
Kibum descargó Grindr hace un par de semanas. En un principio no se había sentido tan a gusto en la aplicación. No había utilizado plataformas para buscar pareja nunca. Las conocía, claro, pero no había hecho uso de ellas, porque pensaba que ahí solo habían desesperados buscando un revolcón rápido. Y no se había equivocado. Sus primeras interacciones habían partido con discretas charlas que rápidamente – algo así como en el quinto mensaje- tomaban una dirección vertiginosamente sexual: Le preguntaban donde estaba, si quería ir a algún sauna, a algún departamento o si podía enviar fotos de su pene. Borró y descargó la aplicación un par de veces, cuando se dejó llevar por la soledad, por botellas de Chamisul olvidadas en la casa de sus amigos, oculto en un rincón, mientras todos dormían alcoholizados, y a él el soju le zumbaba en la cabeza confundiéndole los pensamientos y calentándole la sangre. Había terminado en extrañas conversaciones sexuales con otros hombres de fotos sugerentes a través de un teléfono móvil, y cuando ellos empezaban a escribir con una hambre de sexo violenta y desesperada, él terminaba borrando su cuenta, asustado de esos hombres que parecían verlo como un bonito adolescente al que solo querían follar o por quién solo querían ser follados.