Mirame wey!

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¡Estaba harto! Ya habían pasado meses de contantes indirectas que siempre acababan igual. Siendo totalmente ignoradas.

Se paseaba en cada lugar que supiera estaba él. Siempre se aseguraba de que lo viera, lo notara. Debía admitir que no tenía muchas oportunidades para hacerlo ya que él iba a esa escuela de súper genios que sospechaba que el mismísimo Tony Stark patrocinaba, creería fielmente en ello de no saber que el sujeto era una invención de un cómic. O al menos eso el gobierno nos quiere hacer creer. En fin, que el dueño de sus suspiros iba a esa universidad y él estaba en la de artes. Tres calles de distancia entre ellas, un abismo de diferencia en objetivos.

Y vaya que él sabía de dichas diferencias. Conocía a los amigos de su sueño inalcanzable. De hecho se había acercado a ellos con el fin de acercarse a Hiro... Hasta pensar su nombre le lleva a las nubes, como sea, en su tiempo conociendo a sus amistades había comprendido que la meta de muchos en esa universidad era usar sus inventos e investigaciones para ayudar a la gente. Mientras muchos de los asistentes de su universidad tenían como meta ser famosos. ¿Él? Él solo quería que el mundo se sintiera feliz con su música. De hecho, ese deseo fue lo que hizo que se llevara muy bien con los amigos de Hiro. Se los había ganado, y aún así el genio no lo volteaba ni a ver. ¿Por qué lo haría? Hiro se convertiría en un importante inventor, salvaría el mundo! ¿Miguel? Él solo cantaba bonito.

Continuando, ni siquiera la estrategia de los celos funcionó, para Miguel no era ningún misterio que habían chicas y chicos que estaban rendidos a sus pies, su atractivo extranjero, su acento, la dulzura de su personalidad y sonrisa era algo que pocos resistirían, mas sin embargo aquí estaba él siendo ignorado. Así que para solucionar eso, llevó cómo acompañante a un par de fiestas entre las varias universidades de la zona a chicos y chicas que se habían atrevido a confesar sus sentimientos de atracción hacia él, claro dejando en claro que aquellas salidas eran con aires de amistad ya que su corazón había sido robado. Aún así, esto no trajo ninguna consecuencia a su favor.

Ya estaba hasta el copete de estar lanzando indirectas a cómo si fueran piedritas a una ventana. Si Hiro era tan ciego para no captar, era hora de lanzar una roca con un cañón. Tal vez así al fin capte las indirectas o le ponga una orden de restricción. Lo que suceda primero.

Sabia por los amigos de Hiro que los gustos que poseía en música no eran precisamente la música clásica ni acústica, al chino le tenía que gustar esas canciones llenas de batería y guitarra eléctrica, ni modo. Gracias saltos de la musica por las clases que había tenido con ese instrumento en la escuela.

Estaba listo, o al menos eso se decía a sí mismo.

¿Canción ensayada? Listo

¿Amplificador y guitarra prestados sin permiso? Listo.
Esperaba devolverlos sin que la universidad de enterara que los tomó.

¿Huev... digo, valor? Casi listo!

Encaminado con indumentaria avanzó hasta dónde sabía estaba Hiro. Era descanso y Miguel conocía de la costumbre del joven genio de comer solo en su laboratorio. Hoy para su fortuna, no era la excepción.

Miguel se plantó frente a la puerta del laboratorio, con esto que haría el sigilo con el cual había ingresado a la universidad se iría por el tubo, conectó la guitarra al amplificador, con ese instrumento tenía que bastar, ya que no existía manera de que él fuera capaz de introducir una batería a una universidad sin llamar la atención.

Dedos sobre las cuerdas y ahora sí, ya no hay marcha atrás, era hora de dejar las piedritas y lanzar la roca!

Respiró profundamente y se dejaron escuchar por el pasillo los acordes de la guitarra seguidos de una voz.

Mirame wey!Where stories live. Discover now