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Isabella era ese tipo de chica...

¿Cómo describirla?

Condenadamente perfecta.

Con una cabellera larga, castaña y magnífica, un par de piernas esculpidas por el mismísimo Dios y un rostro de muñequita de porcelana que probablemente más de uno daría la vida por verlo sonrojar a causa de un buen polvo.

Eso sin mencionar sus labios. Sus gruesos y esponjosos labios, naturalmente encendidos por un tenue color rojo que realzaba la delicada textura de su boca y avivaba el tono pálido de su limpia piel. Una boquita que seguramente habría incitado fantasías sexuales en cualquier hombre o mujer que la mirara.

Pero, por nada del mundo, debías permitir que todo eso te engañara. Ni siquiera su maravillosa habilidad para disimular que todo en ella estaba bien o la normalidad que transmitía su dulce sonrisa cuando alguien le contaba un chiste.

Isabella, en realidad, estaba muerta por dentro.

Mónica, su madre, tenía cáncer. Le quedaban nueve o diez meses de vida, les había dicho el doctor. El mediocre empleo de la treintañera como cocinera en una cafetería no le permitía pagarse la costosa terapia médica, ni de cerca.

Isabella, joven y torpe, mucho menos. Siendo estudiante de artes en un instituto medianamente bueno, apenas tenía dinero para solventarse por ella misma y los pagos que le caían de vez en cuando al vender sus pinturas, por supuesto, no eran suficiente.

Todo estaba jodido.

Mónica era, en la vida de Isabella, aquello único que la hacía funcionar. El motor de su cuerpo y de su corazón. Con su madre, Bella había conocido por primera y única vez el significado del amor en su estado más puro. Tan sacrificante, libre y sin pedir nada a cambio. La chica sabía que no existía en la faz de la tierra una mujer tan tenaz e intachable como su propia madre.

Y si la joven tenía alguna certeza en su vida, esa era que sería capaz de darlo absolutamente todo por ella.

Aquel era el motivo por el que esa tarde, Bella había hecho un viaje de una hora y media en subterráneo para llegar a una de las zonas de Miami menos atractivas. Un barrio sucio, desconocido y de mala muerte, tan escalofriante que ella se había sentido inmediatamente enferma al poner un pie ahí.

No era un secreto. Bella era una jovencita exuberante. Sensual y provocativamente inocente. Los hombres la deseaban por ese equilibrio magnífico entre su dulzura y erotismo. Y lo más sublime de todo, era que ella ni siquiera se esforzaba por distinguirlo. Sus dotes de seducción brotaban naturalmente. Pues Bella sí era dulce y, al mismo tiempo, caliente como el infierno.

Y resultaba ser que, en aquel barrio ordinario de Miami, donde las armas de fuego se dejaban ver a plena luz del día y las bolsitas de coca se traficaban como gomas de mascar, valoraban la belleza física de chiquillas ingenuas como ella, como en ningún otro sitio de la ciudad.

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⏰ Última actualización: Feb 17, 2021 ⏰

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