parte 3

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Era un día agradablemente cálido y soleado en Londres. Con la ayuda de cierto amigo no tan imaginario, Isaac pudo terminar sus tareas temprano y se le permitió salir a jugar un rato.

Las cosas empezaron de manera bastante simple, el dúo estaba en el jardín trasero, detrás de la casa jugando a los piratas, cuando Isaac vio al gato de los vecinos, que saltó furtivamente en su jardín.

"¡Sí! Tenemos a un espía enemigo", exclamó Isaac. 

"¡Yo lo atraparé, capitán Isaac!", ladró Jack con su mejor acento de pirata.

Riendo, alargó los brazos a través del jardín y atrapó al felino desprevenido, que comenzó a luchar vigorosamente. 

"¡No dejes que se escape, JACKIE! ¿¡O acaso quieres caminar por la plancha!?" 

Jack apretaba al gato. Sus brazos crecieron y se extendieron como anacondas envolviéndose alrededor del felino que luchaba por su vida.

Los brazos de Jack seguían apretándolo y vaciando el aire de sus pulmones. Cuando los ojos del animalito comenzaron a hincharse en sus órbitas y se oyó un fuerte ruido, Jack soltó rápidamente a la criatura.

La cáscara peluda dio un vuelco contra el suelo, sin vida.( pobre gato :'/ )

Hubo un silencio que se rompió finalmente por una estruendosa carcajada proveniente de Isaac. 

"¡AHAHAHAHA, wow! Supongo que los gatos realmente no tienen siete vidas. ¡AHAHAHA!"

Laughing Jack se echó a reír también, pero concienzudamente le dijo a su amigo: 

"Je, je. Sí... ¿Pero no te vas a meter en problemas si tu madre encuentra el gato de su vecino muerto en el jardín?"

La risa de Isaac se apagó rápidamente. 

"¡Oh, no! ¡Tienes razón! Um..., solo tíralo de nuevo en el patio del vecino."

Isaac entró en pánico mientras agarraba una pala cercana. Recogió el cadáver del gato y lo lanzó por encima de la cerca del jardín de los vecinos. Ambos volvieron a la habitación de Isaac. 

Alrededor de una hora más tarde, ocurrió. La madre de Isaac gritaba su nombre desde abajo.

Ni Jack ni Isaac dijeron una palabra. Isaac se arrastró por las escaleras para enfrentar el horrible destino que "se merecía".

Jack pudo oír mucho griterío, pero no podía entender lo que decían.

Después de unos treinta minutos, Isaac, con los ojos llorosos, subió las escaleras.

 "Qué pasó", preguntó Jack con nerviosismo.

"Yo... Traté de decirle que fuiste tú quien lesionó al gato... Pero ella no me creyó. Ella dice que tú no eres real." 

Jack frunció el ceño. Isaac usó su manga para secarse las lágrimas.

"Voy a ser enviado a un internado... Me voy esta noche y no puedes venir conmigo." 

Laughing Jack se puso en shock: "¿¡Qué!? ¿¡No puedo ir?! ¿Adónde voy a ir?".

Isaac señaló la caja de colores. 

"¿Volver allí? Pero no voy a poder salir hasta que..." 

Isaac levantó la cabeza y vio a su único amigo con lágrimas corriendo por su rostro.

"Jack, ¡te prometo que voy a volver tan pronto como pueda!"

Jack miró la caja, luego a Isaac.

"Voy a estar aquí esperando por ti", sonrió mientras una lágrima corría por su mejilla.

Se acercó a la caja y en una nube de humo fue succionado de nuevo.

No podía ser libre hasta que alguien abriera la caja.

Esa noche, Isaac fue enviado a un internado. Por primera vez, Laughing Jack sintió lo que era estar solo.

Aun atrapado en su caja, fue capaz de ver las cosas que sucedían a su alrededor.

Cada día la habitación se llenaba de polvo y más polvo. Laughing Jack iba a ser el mejor amigo de Isaac para toda la vida.

Esperó día tras día, mes tras mes, para reunirse con su amigo especial. Los padres de Isaac aún vivían en la casa, pero nunca subieron a la habitación de Isaac.

Las únicas veces que sintió gravemente sus presencias, los escuchaba pelear. La vida de Jack se abandonó a la soledad y la desilusión.

Con los años, los colores vibrantes comenzaron a desvanecerse en un monocromático de vacío negro y blanco rígido.

Atrapado eternamente y sin esperanza. 

13 años pasaron hasta que una noche, el padre de Isaac vino a casa borracho y tuvo una discusión con su esposa como de costumbre.

Las cosas se intensificaron. Esta vez, ella no se salvó. El padre de Isaac la había golpeado de una forma tan sanguinolenta que la mató, por lo que fue sentenciado a la horca al día siguiente.

Con sus padres muertos, esto significaba que Isaac, que ahora tenía 20 años de edad, había heredado la casa vieja y polvorienta donde había pasado la mitad de su infancia.

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