Rasguños y cicatrices

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Chequeó por enésima vez los chupetones en el espejo.

Su corazón palpitaba ansioso, no podía esperar a que Markus los viera.

¿Qué tan enojado se pondría?

Tal vez fuera conveniente avisarle a "Bob Marley" de que no fuera el lunes, Markus podría ponerse un poco violento.

"¿Pero, en que estoy pensando?"

Casi se olvida de que, ahora que su fachada era innecesaria, el chico de rastas ya no tenía motivos para regresar a su casa.

Markus detestaba tanto a Kaulitz que no indagaría sobre su repentina ausencia.

Se obligó a no apresurarse, las marcas permanecerían en su piel por un par de días, debía encontrar el momento perfecto para exponerlas sutilmente.

La mañana del sábado parecía la más conveniente.

Val estaría correteando en el bosque con el tarado hasta entrada la tarde y Hitomi iba al mercado, por lo que estaría fuera a lo menos tres horas.

No le supo nada bien recordar de pronto que Markus algo había mencionado sobre llevar su camioneta al mecánico...

Pero, no todo estaba perdido. Val salía antes de las ocho, el ama de llaves no mucho mas tarde. Lo que le daba un pequeño margen de tiempo para abordar a su amor durante su desayuno.

Era eso, o esperar hasta la tarde, pero quería evitar aquello a como diera lugar.

Necesitaba estar a solas con Markus, su relación no era un tema que quisiera ventilar ante sus amigos.

De manera que, pese a haber dormido poco esa noche por culpa de la anticipación, se despertó temprano para escoger su ropa cuidadosamente

No quería ser demasiado evidente.

Desde luego, lo más práctico habría sido prescindir de la camisa y aparecer vistiendo solo el pantalón del pijama. Las noches se habían vuelto calurosas y no levantaría sospechas si "casualmente" iba por un vaso de jugo a la hora en que el guardaespaldas desayunaba.

Sin embargo, existía un enorme PERO.

En la casa Trumper existía un estricto código de vestuario el cual, aun en ausencia del dueño de casa, todos respetaban a rajatabla.

Val consideraba grosero y de mal gusto ver torsos desnudos circulando por el piso. Asimismo, los pijamas solo estaban permitidos fines de semana y días festivos, hasta mediodía y acompañados de sus correspondientes batas y pantuflas.

Su hermano era un pequeño tirano en su reino.

Un tirano de adorable sonrisa y cuyas delicadas manos camuflaban un puño de hierro.

Finalmente se decidió por una camiseta musculosa, algo ajada porque la usaba en la clase de deportes.

No levantaría suspicacias, cuando andaba de vago en casa no solía arreglarse mucho.

Además era perfecta, el chupetón del cuello y los rasguños en su espalda se notaban claramente.

Inspiró profundamente antes de entrar, rogando porque el talento actoral de su hermano se le hubiera pegado por osmosis, y se dejó caer en la cocina con cara de sueño, rascándose la panza por sobre la tela. (Estuvo tentado a alzar tantito el bordillo de la camiseta, para dejar al descubierto su estrella, pero a último minuto lo consideró excesivo).

—¿Me llevarías al super? —pidió, luego del saludo de rigor, metiendo medio cuerpo dentro de la nevera —necesito comprar algunas cosas para la fiesta.

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