No recuerdo cuando los problemas comenzaron, o cuando dejé de ser la persona que solía ser. Pero si recuerdo el día en que conocí a Park Jimin. Caminaba por el parque con un par de audífonos enredados en las manos y la sonrisa más enorme que he visto. Se veía tan feliz que me sentí contagiado al instante, y esa fue la primera vez que Jimin logró calmarme con el simple hecho de ser el.
Creo que se dio cuenta de que lo miraba con demasiada insistencia, porque se me acercó y me ofreció un helado. Sorpresivamente me senté con él en un banco y comí por segunda y última vez la cosa que más detestaba en el mundo. Jamás había sido un fanático de lo dulce, pero él me lo ofrecía con esa expresión tan tierna que llevaba y no me pude resistir. Después de eso, Jimin y yo nos volvimos inseparables.
Eso hasta que empeoré, cuando lo ataqué por primera vez.
El solo trataba de ayudarme, sosteniendo mi mano durante todo el ataque de pánico. Sin embargo, yo reaccioné abofeteándolo por ello. Golpee su rostro con fuerza y lo aparté de mí como si estuviera tratando de atacarme.
Aún así, incluso cuando despeiné su suave cabello y su ropa, cuando se miró el moretón en la cara, él caminó hacia mi y me abrazó con fuerza.
Cuando Jimin está llorando me siento muy triste. En especial cuando yo lo provoco.
En ocasiones me he preguntado que lo hace permanecer a mi lado. Sé que no soy gracioso, o el mejor de los amigos. Soy poco cariñoso y por lo general estoy dormido o peleando.
Y aún así, cuando llego a casa a las dos, o las tres, o las cinco de la madrugada, Jimin está despierto en el sillón del salón esperando para curarme.
He olvidado que tantas veces lo he tratado mal, el trillón de palabras horribles que han salido de mi boca para el, las miles de veces que lo he golpeado.
La gente a mi alrededor siempre ha pensado que soy detestable. En la escuela mi único amigo era el abusador, las chicas jamás se me acercaban y era un marginado. Todos me tenían miedo, o a las cosas que podía hacerles sin razón alguna. Por mover mis lápices de lugar, por tocar mi pupitre, hasta por hablar muy alto. Todo el mundo me temía o me detestaba. Pero nadie me ha odiado tanto como lo hago yo mismo.
No recuerdo que tantas veces he maltratado a Jimin, pero si cada vez que ha llorado por mi causa.
Cuando toma mis manos con esa expresión imborrable de serenidad suya para curarme. Al reparar el daño que me causo y me causan en los bares de mala muerte, ahí es cuando más siento dolor.
No un dolor físico, es un dolor más bien emocional. Las personas dirían que se me rompe el corazón, yo creo.
Pero me merezco todo eso, porque puedo jurar que no quiero lastimar a mi pequeño, pero tampoco puedo alejarlo de mi.
Aveces, cuando le grito, le pido que se marche y me abandone para siempre. Que recoja sus cosas y me deje podrirme en la soledad a la que pertenezco.
Pero Jimin es como un parasito, nunca me dejará ni aunque se lo pida por favor o de rodillas.
El me ama tanto como yo lo amo a él.
Entra con la fácilidad que posee de alegrar un espacio y rompe con mi auto desprecio en pequeños lapsos que parecen eternos, alegra mi existencia por minutos que atesoro con el alma.
¿Qué puedo yo ofrecerle a mi Jimin más que malos ratos y una carga muy pesada? Desearía que en alguna pelea rompieran algo que él no pueda reparar, desearía nunca haber comido ese helado con él en el parque aquel día.
Entonces él estaría con un tipo amable y mejor parecido, con menos cicatrices feas y más amor para dar.
No puedo darle nada y aún así él me lo da todo. Me regala cada día esa hermosa sonrisa suya de encías rosadas y dientes como perlas. Entra moviendose como un ave que quiere volar y me abraza por la espalda como un niño. Parecido a una tempestad, a una con mucho más orden, a una con tantos colores que parece otra cosa pero igual de abrumadora.
Por ratos soy yo quién no soporta a Jimin. O a sus muestras de afecto que yo no puedo entender, o a sus lágrimas sin sentido por mi persona.
¿Es tan difícil comprender que yo no sé sentir más que furia? ¿Que yo no sé querer como se debe? Es que si Jimin fuera tempestad yo sería un rayo.
Destruyendo todo a mi paso, rompiendo cosas importantes, implacable. Tan defectuoso, tan debastador como soy. Con la misma expresión de intranquilidad que llevo marcada, la mirada siempre perdida y las manos heladas.
En mi cabeza siempre está la misma pregunta que no hace más que dar vueltas y vueltas y vueltas. No soy el indicado para un chico como el, que parece brillar como el sol, o una estrella, o mil diamantes. Yo que soy todo oscuridad, prejuicios y tristeza. No me merezco su compañía o su cariño, su respeto o admiración. No merezco nada más que su odio y repulsión.
Pero obtengo esos besos tibios que aveces me da, con tanto amor que le tiemblan las manos y le suda la frente, con tanto miedo que se aparta al instante. Ya no vale de nada que pida, que quiera o anhele, no tengo derecho a nada de eso. Lo sé porque no he hecho más que desbaratar lo que se me da con tanto esfuerzo, lo sé porque el tiempo desgasta las cosas y Jimin parece una flor recién cortada.
Pero, ¿cómo le pido yo a mi pequeño que se aleje de mi, que se marche y no vuelva?
¿Cómo lo aparto de mi, si es la nube de tempestad que rompe el rayo?
N/A:
Esta es mi primera vez utilizando este tipo de narración, y éste será un Two-shot de pura práctica.Espero que les guste y me vaya bien, me divertí escribiendo esto.
All the love, ili.
ESTÁS LEYENDO
Nube de tempestad que rompe el rayo ➳ y.m
FanfictionMin Yoongi tiene serios problemas de ira. Park Jimin es la persona más dulce del mundo, y su mejor amigo desde los diez años.