La verdad que no me la esperaba.
En ese momento decidí no ir al colegio. Interrumpí mi caminar, eliminando de mi mente aquella tarea a medio hacer. Soy así, ocurrente, espontánea, incluso inoportuna. Saqué mi teléfono para avisar a mi grupo de amigos que no iría, y continué caminando al mismo tiempo que escribía en mi celular. Levanté la mirada con la intención de evitar chocarme con alguien, pero eso no evitó que tropezara con la muerte.
¨Lo intentamos¨ dijeron los cirujanos, y no mentían, pero no pudieron evitar, ni las lágrimas, ni el fin de mi vida. Los que me querían, lloraron; Los que mentían al decir hacerlo, también, pero de sus lagrimales salía falsedad. En fin, me desconectaron y casi al instante todos los ojos de la sala se nublaron. Mis mejores amigos, mis hermanos de alma, se abrazaron. Pude reconocer a Paburo, Micke, Max, Joel, Satara y a Liana en ese círculo de fraternidad en estado de luto. La mitad de mi corazón: mi novio, Gian, se limitaba a estar en una esquina. Su mirada era desgarradoramente lúgubre, mientras que los únicos que destilaban falsedad pura y dura, mis padres, se encontraban en la otra, en un estado de ¨inmensa tristeza¨. Esta última escena me repugnó tanto que no pude evitar cubrir mis ojos con mi ala.
Siempre me dijeron que era de alma voladora, pero nunca me imaginé una cosa como ésta.
Decidí, con todo el sentido de la palabra, volar de ahí. Paré en el techo de una casa, ya que todavía no me animaba a poner mi confianza en un cable. Bien, esto debe ser confuso para ustedes; créanme, lo fue (E incluso lo sigue siendo) para mí. Imaginen mi surtido de sentimientos al escuchar mi noticia en la televisión:
¨Una joven identificada como Bizara Defelici fue atropellada en medio de la vereda de la Amarilla, la estudiante de 17 años se encontraba camino al colegio cuando fue impactada por un vehículo. El conductor, identificado como Antonio Rosenbell, se encontraba borracho y ahora espera su sentencia, mientras que la niña lucha por su vida en el hospital Saint Marie¨.
Perdí la lucha, y mi alma quedó atrapada en la de un ave. Tuve la oportunidad de verme en un charco, me causó gracia el hecho de que mis plumas fueran del mismo color que el tinte de mi pelo, un azul eléctrico, vibrante, y me sentí alegre de portar un color tan bello en una muerte tan tétrica e inesperada.
Aprender a volar no fue fácil. Recibí insultos de conductores, limpiadores de ventanas e incluso de jardineros hasta poder dominar (O algo así) la técnica. Una vez que lo hice me sentí aliviada, pero casi un segundo después caí en desesperación. No sabía qué hacer, había muerto.
Mi vida pasada dio un recorrido por mi mente. Recordé las risas compartidas con mis amigos, los llantos descargados en mi almohada, los abrazos reconstructores de mis amigos, a los que consideraba mi verdadera familia, los besos y palabras dulces que me regaló mi novio a montones... Y quise llorar, pero no me vi capaz de hacerlo. Me dieron ganas de volver a morir, pero como tampoco era capaz de hacerlo, me limité a resoplar en frustración. No sabía mi motivo, ¿Por qué estaba mi alma metida en un pájaro? ¿Por qué no me combiné con el aire y ya? ¿Soy un alma en pena, o simplemente estoy condenada a picotear pan por el resto de esta segunda vida? ¿Tengo la vida promedio de cualquier canario, o soy algo así como un ave inmortal?
Bizara, por favor, no.
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El Volar de mi Alma
General FictionEsta es la historia de una vida inesperada, después de una muerte aún más inesperada. Todos sabemos que las aves cargan preciosos colores, pero lo que nadie más sabe es que pueden cargar un alma.