El clima era frío, mientras esperaba el último tren miró fijo sin ningún pensamiento concreto. Rompió en llanto, ahora los recuerdos devenían como rayos.
Necesitaba saber que la vida también necesitaba de lágrimas, anhelaba ese momento de sentirse débil… Sentirse humana de nuevo y alejar los preceptos de un camuflaje, que, desde que sentimos el primer abrazo de nuestra madre debemos construirlo y emergerle en una barrera en la cual ningún individuo se atreva a sobrepasar.
Aquella noche, por espontánea suerte, no se encontraba ningún alma cerca de su aura tétrica; el maquillaje tradicional para una profesional dentro de una empresa desvanecía y el rimel comenzaba a sangrar sin consuelo, sin impedimentos… El hombre ha tratado de buscar la felicidad, para ella, felicidad era ese instante, en el cual, su vida gritaba a cántaros lo que siempre ocultó en el recóndito de su corazón.
