Mi Demonio.

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Abrí los ojos, nuevamente en el suelo, nuevamente al fondo del pozo, pero en esta ocasión, ya no me podía sumergir mas en el. ¿estaba acabado? ¿había tocado fondo?... no. el suelo bajo mis pies al fin se había estabilizado, después de tantos años, era firme.
Levante la mirada hacia la penumbra, y ahí le vi. Mi demonio me observaba imponente con sus ojos negros infestados de recuerdos, dispuesto a derribarme. No, no esta vez. le mire fijamente, retándole con el alma, tratando de levantar mi pesado cuerpo lleno de angustias y fracasos, pero la fuerza me era escasa, pronto iba a devorarme.
Aquel demonio, dio un paso hacia enfrente, al igual que tantas veces en el pasado, en cada fracaso, en cada pérdida, en cada pensamiento de soledad y en cada ilusión destrozada. Pero esta vez, extendió su mano, sus ojos ya no tenían odio, en su lugar, podía ver su admiración, quizá, hasta respeto.
Tome su fría piel con la mía, levantando el lastre de mi espalda, arrojando los recuerdos, viendo el rostro de aquello que me ha acompañado durante toda mi vida.
- ¿porqué?
Le pregunte, viendo que en su rostro se iluminaba una sonrisa
- en tus años de perdición, esa siempre ha sido tu única y gran duda.
Me respondió, dejando ver tras de sus palabras una sabiduría que antes, tras el odio se ocultaba.
- es justa mi pregunta.
- o arrogante. Si bien todo tiene un porque, no aliviara tu dolor saberlo, no te hará mas sabio, pues tu terquedad al mismo punto te ha llevado. Te he derrumbado tantas veces, y aquí estas, de pie nuevamente.
- ya que no vas a derrumbarme, ayúdame a entender, ha crear un suelo mas firme, ha salir de la penumbra.
- Amor y Miedo - sus ojos negros brillaron por un instante - polos opuestos, pero, como todo lo opuesto, conviven a mitad del camino, un poco de uno, un poco del otro.
Mi demonio movía sus manos de un extremo al otro, sin separar su mirada de mi rostro. por primera vez, no se veía amenazante, y esta vez, escucharía su platica atentamente.
- ¿que palabra cargas en tu dolorosa mente?
- Odio - me respondió aquel demonio juntando sus manos y acercándolas a su pecho - todo ello capaz de alojarse dentro de sus corazones, para odiar, hace falta amar, querer, fundamentar ese sentimiento, darle una razón a tu odio.
Yo lleve la mirada hacia el suelo lleno de cenizas que nos sostenía, recordando la forma en que se sedimentaron para dar firmeza bajo nuestros pies.
- pero el odio, demonio, no es del todo malo, ayuda a dar fuerza en momentos de derrota, a levantarte, a superarte, a luchar.
- solo mientras éste dure, y no puede durar toda una vida, te agotaras, y caerás profundamente. El odio debe llegar a su fin en algún momento, y cuando eso ocurre, terminaras en alguno de sus extremos, ¿terminara por amor? ¿o caerás al miedo? siempre caminando de un extremo al otro, humano.
En mi desesperación, caí bajo mi propio dolor, me vi perdido en una vida que no anhelaba, una simple salida, y recurrí al odio para salir de ello, ¿qué podía odiar más en ese punto?, que no fuera a mi mismo y la escoria en que me había convertido.
- logro verlo, demonio.
- simplemente, la salida fácil.
- ¿y el segundo punto de encuentro? háblame de el.
- para ese choque, se requiere sacrificio, y más de un intento.
- ¿de que se trata?
- Valor, el valor de un hombre se encuentra entre ambos, una descarga de amor invadida por el miedo, no se puede ser valiente sin temor, necesitas la existencia del miedo para enfrentarlo.
Baje la mirada, la criatura no necesito preguntar nada para hacerme hablar.
- me siento un cobarde, !mírame! sigo en este maldito foso, me he acostumbrado tanto a su penumbra que cada día busco salir menos de el.
- ¿cobarde? te he azotado tantas veces, te he pisoteado, escupido en el rostro, llevado a desesperación, al punto que tu cuerpo tiembla de frío aun frente al sol, en que tus ojos se pierden en la oscuridad a plena luz del día, que escupes el alma en gritos de rabia, y aun así estas de pie frente a mi, ¿a eso le llamas ser cobarde? no solo los que ganan guerras son valientes, a veces requiere mas valor internarse en la cueva, que salir de ella.
Levante el rostro, llenando mis pulmones de aire, viéndola a los ojos, y por un momento, sonriéndole. Pude notar que el tiempo se nos terminaba, la luz se hacia cada vez mas escasa y pronto nos fundiríamos en uno con la penumbra.
- ¿y el amor? ¿que puedes decirme de el?
Mi demonio trato de abrir la boca, pero sus ojos se agrietaron, dejando escapar lagrimas, dejándome ver por primera vez, mi alma reflejada dentro de la suya. El aire entro en el como un disparo, derrumbando al ser frente a mi. Finalmente lo tenia, estaba frente a mi, !de rodillas! jadeando y tratando de implorar por mi ayuda, porque le diera una mano para levantarse. Lo vi, con el odio y desprecio que ves a quien destrozo cada pedazo de tu vida, sentí sus dedos tocar mis pies en un ultimo intento de levantarse, de apiadarme de el. Y en ese momento, lo entendí, era yo, es mi demonio, me pertenece, no importa cuanto lo odie, cuanto lo desprecie, es parte de mi, y no voy a permitir que muera.
Me agache tomándole del brazo, trate de levantarlo pero pesaba como el mismo infierno que llevaba dentro, lleve una pierna hacia atrás y tire de su brazo, su otra mano se desprendió del suelo, el cual comenzaba a tragarle. Le subí a mis hombros y me levante en medio de un grito de rabia. Estaba de pie nuevamente, sus pulmones se inundaban con el aire helado de la tempestuosa fosa en la que nos encontrábamos, y después de tomar un poco de el, me dijo.
- eso es el amor, continuar a pesar del dolor, anteponerse ante todo, aceptarte, y ayudarme a mi que tanto mal te he hecho, una simple muestra de amor, una verdadera muestra de el, puede cambiar tu vida.
Quise decir mas, saber mas sobre ello, preguntar, aclarar mi mente. pero la oscuridad nos cubrió por completo, llevándose a mi demonio, dejándome solo en la penumbra, pero por alguna razón, eso ya no me detenía, lograba sentirme en calma, acompañado en la eterna noche.

Daniel Gómez Huidobro.

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