Capítulo 3

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Hippolyta se quedó en el salón de su trono sola y pensativa, las Amazonas nunca habían tenido un percance como aquel en cientos de años, todas se dedicaban a sus quehaceres, lo que permitía que la paz y la armonía se mantuviese en Themyscira.

Sabía que Philippus la había mirado severamente cuando no tardó en insinuar que habían sido los Atlantes los que atacaron la barca de Raven. ¿Pero quién si no? Eran imperceptibles para los humanos, los únicos que sabían la situación de las Amazonas y los únicos que podían entrar en su territorio. Habían tenido una tregua tensa pero, al fin y al cabo, después de haber unido fuerzas contra Steppenwolf y aquella salvaje guerra que le arrebató tanto, se habían ganado años de paz.

¿Qué ocurriría si ahora Nia y los suyos habían roto la tregua?

Siguió caminando por el lugar, hasta llegar a una labrys que había presidido la sala de la reina desde la gran batalla entre los dos pueblos.

-Pantariste, amor mío, ¿qué debería hacer? - aquel arma había pertenecido al gran amor de la reina y es que, aunque estaba casada con Philippus, su gran consejera, no había ni un sólo día que no echase de menos a la Amazona que aún ocupaba su corazón, la mejor guerrera que había existido en Themyscira, mejor incluso que la legendaria Antiope y aun sentía un gran vacío en su alma cuando recordaba cómo la perdió - Creo que elegí bien a las guerreras para esta misión, Penthesilea te ha echado de menos, no hace una misión desde tu muerte - Hippolyta suspiró amargamente - Quizá sea precipitado pensar en ellos como los culpables de lo ocurrido - se sentó en el sillón frente al labrys, el cual estaba hecho del mismo material que la armadura de Diana, forjado por los propios Dioses - ¿Pero qué debería pensar? No voy a permitir que su ambición nos haga perder a ninguna otra Amazona, ni a Raven, ni a nadie.

-Pero una guerra no es la mejor idea - afirmó una voz que Hippolyta conocía bien.

-Hermana - contestó sorprendida ante dicha voz, era de hecho Antiope quien había entrado en la sala con su habitual sigilo.

-Sé que la echas de menos y sabes que he preparado a cada una de las Amazonas para una batalla, tal cual ella hubiera deseado, pero no deseo una guerra y si ella estuviera contigo, tampoco lo desearía.

-¿Qué más ha podido pasarle a Raven? - preguntó buscando los ojos de su hermana, encontrando una respuesta allí, aunque no tuviese palabras - Piensas lo mismo que yo. Raven no rompe las normas, esa barca venía destrozada ¿quién se atrevería a entrar? ¿Quién más sabe que estamos aquí?

-Si Amazonas y Atlantes se vuelven a enfrentar, la guerra será tan sangrienta como la anterior, ¿pondrás a tu familia en riesgo?

-¿Piensas que estoy tan loca como para un ataque frontal, hermana? - le cuestionó - Egeria sabe perfectamente de qué misión se trata, por eso la he enviado con el resto. Espionaje antes que ataque, pero si esos Atlantes le han puesto la mano encima a una de mis Amazonas, la guerra está servida.

-Si eso es así, seré la primera en la línea de ataque, pero Nia ha debido de perder la cabeza si se ha atrevido a romper la tregua.

-Entonces sabrá quien es Hippolyta, la tregua la firmé aun habiendo visto lo que hizo a Pantariste, lo hice por el bien de la vida de mis Amazonas y también porque ansío la paz por encima de todo, pero si ha roto la tregua y vuelve a por mi familia, esta vez no la dejaré escapar viva.

***

Mientras, en territorio de los Atlantes, la tensión entre Raven y Luna aún se notaba en la cueva. Aunque ambas estaban sentadas en la camilla improvisada de Raven.

-Si en realidad no somos enemigas debo volver a Themyscira - afirmó Raven - Es la única manera en la que no estalle una guerra entre nuestros pueblos.

La debilidad AtlanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora