PARTE ÚNICA.

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La noche era oscura y bastante fría, típica de un día de invierno en Seoul. Se podía escuchar la música proveniente de aquél edificio en la Universidad de Seoul; justamente donde estaban las demás fraternidades. Se detuvo un momento junto a los arbustos, preguntándose a si mismo una vez más el porqué de su repentina decisión de asistir a aquella fiesta... 'la fiesta del siglo' como la llamaban todos los alumnos de aquella prestigiosa universidad, pero como toda prestigiosa escuela, también contaba con unos no tan prestigiados alumnos.

Podía ver cada uno de los autos lujosos que iban desfilando frente a él, uno a uno, buscando un lugar en donde aparcar. Sólo los más ricos podían aspirar a acudir a aquella universidad y, afortunada o desafortunadamente él era uno de ellos.

Aquél frío viento revolvió sus castaños cabellos y lo hizo estremecerse un poco. Tomó aire y se dirigió hasta la entrada donde se encontró con Siwon, aquél apuesto chico de facciones varoniles y tez blanca; quien casualmente era el presidente del club de religión. Soltó una ligera risita al ver como le alegaba algo al gran chico que estaba en la puerta, permitiéndole la entrada a los invitados, algo acerca de que detuviera aquél sacrilegio ya que todos dentro de ese edificio eran seducidos por los poderes y tentaciones de Lucifer.

Se escabulló un poco y logró colarse a aquél lugar. La música resonaba en todo el lugar, no había ni un solo espacio en donde no se escuchara aquella música, la cuál casualmente no era aturdidora.

Se abrió camino entre todas las personas que había allí dentro, entre las que bailaban, las que se emborrachaban y los que cantaban fuertemente el coro de la canción bajo los efectos de aquél líquido embriagante. Notó como todos se hacían a un lado, dejando un perfecto pasillito entre la gente y empujándolo de paso; se colocó detrás de una chica de cabello castaño y observó hacia la puerta, encontrándose con un grupo de chicos parados perfectamente en una especie de formación de triángulo.

No puede ser. Pensó. Eran nada más y nada menos que Heechul y las dos perras de sus amigos, Donghae y SungMin. Si perras, eso eran lo que eran, todo el campus lo sabía. Simplemente andaban por allí, coqueteando y llevándose a la cama a todo el que se les pusiera en frente o a los que pudieran sacarle algo de provecho, como una nueva mochila de Louis Vuitton, por ejemplo.

Heechul estaba al frente como siempre, con aquella sonrisa tan egocéntrica surcada en su fino y lechoso rostro. Ahora comprendía el porqué de la sorpresa de todos; tanto Heechul como los otros dos chicos habían hecho su entrada triunfal vistiendo como chicas y vaya que se veían bien.

Aquél vestido blanco de encaje caía ligeramente sobre el cuerpo de la diva contrastando perfectamente con su piel y aquellos labios que habían sido coloreados de un rojo sangre. SungMin posaba sus gorditas y delicadas manos en aquella cintura que muchas desearían tener, rosando suavemente aquél vestido a cuadros rosados y blancos que había sido amarrado cuidadosamente a su cuello.

Cuando sus ojos se posaron sobre Donghae no pudo evitar abrirlos desmesuradamente, a él era al único que jamás, jamás en su corta vida lo había visto vestido de esa manera. Aquella camisa claramente varias tallas más grande que la suya de color rojo con rayas en tonalidades, azules, blancas y lilas le daban un toque hermoso y que decir de aquél pequeñísimo short de mezclilla que dejaba al descubierto largas piernas. Parecía algo avergonzado y podía notarlo por aquél ligero rubor en sus mejillas y el modo en que cruzaba sus piernas y manos, dándole un aspecto sumamente delicado, como el de una niña inocente a la cual le podías dar una de esas paletas que venían en forma de espiral.

-Vamos... chicas – La última frase había salido de los labios de Heechul en un tono cargado de sensualidad, haciendo que muchos de los que estaban ahí terminaran con un problema en sus pantalones.

Drugs | YEWOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora