Capítulo II

3 1 3
                                    

Inmediatamente agendé su número y le contesté con un - Hola, ¿Cómo andas?- de los más virgen posible.

Ya estaba llegando a mí casa en ese entonces. Se había desconectado hacía un buen rato y mí mensaje no le llegaba. Al llegar a mí casa, había lo mismos problemas de siempre. La casa sucia y desordenada, papá y mamá peleando, el vecino escuchando música del asco, todo el pack.

Inmediatamente me aislé en mí cueva, esperando a que le conteste. Nunca llegó su mensaje. Pasé todo el día pegado al teléfono y nunca respondió. Quería saber cómo había conseguido mí número, y que corno quería mostrarme.

Me dormí. Eran las 23:57 cuando respondió. - Mañana es Sábado. Nos vemos en la casa del viejo loco. Te voy a mostrar algo interesante.-

Me excite pensando que me iba a mostrar algo sexual. Después pensé razonablemente. ¿Por qué lo haría? Sí solo bailamos. Quizá quería hablar de algo y no se animaba a decírmelo bien.

Le respondí casi al instante. - ¿A qué hora te conviene?- le puse. Sabía dónde quedaba el lugar y todo, ya qué el viejo loco había sido amigo de mí papá por años, hasta caer en la demencia por perder a su familia en un accidente en la ruta hace bastante tiempo ya.

- Apenas anochezca, vení. Te voy a estar esperando ahí. Vení solo y no le digas a nadie para que venís.- me respondió.

Siguiendo el consejo de mí mejor amiga, fui lo más sumiso posible y le contesté - Ahí estaré-.

Al día siguiente desperté a las 10. Me parecía tarde, estaba acostumbrado a despertarme a las 6:30 exacta. Mamá y papá no estaban, y no me dejaron una nota ni nada para saber su paradero. - Mejor así- pensé.

Me quedé viendo T.V., las noticias, exactamente. Hablaban sobre el dólar y cosas que en ese entonces no me interesaban. Me dolía la cabeza, por dormirme tarde.

Tomé un poco de té. Con mucha azúcar, demasiada, como a mí me gusta. Dejé la taza ahí nomás, alimenté a los gatos, y salí, a ver qué podría hacer hoy.

Justo en ese momento recordé. Le había roto una botella en la cabeza a alguien que no conocía. Me sentí culpable, demasiado. Me comía por dentro ese sentimiento, así que decidí ya no pensar en esa basura.

Ya daban las 13. A veces pienso que tardo mucho para hacer ciertas cosas, pero eso no tiene nada que ver con esto, así que sigo. Fui hacia la parte comercial de la ciudad, a ver ofertas y cosas modernas de la gente capitalista.

Nada era interesante, todo era lo mismo, pero con dos o tres cosas diferentes. Me compré un helado de menta y lo disfruté como si no hubiera un mañana. Volví a mí casa.

Papá y mamá seguían sin estar, así que no había problema. El reloj del microondas daba las 16:45. Cómo estábamos en verano, iba a anochecer a las 20/21.

Tomé una rica merienda y me senté a hacer el sudoku del diario de hoy. Nunca leo la mierda que pasa en el país, solo el sudoku. Papá compra el diario porque tiene un loro, y lo pone para que haga sus necesidades ahí.

Recién ahí mí madre me envía un mensaje. - Estamos en lo de tu abuela. Más tarde vamos, sí querés irte, cerra la puerta-.

Ya daban las siete, tardo demasiado en hacer un sudoku. Tenía un estrés encima por no poder hacer el estúpido jueguito. Así me que me fui a bañar, y a pensar en todo lo que había pasado.

No dejaba de pensar en el pobre pibe. No sabía sí su cabeza estaba rota, o si lo había dejado en coma, o peor.

Pensaba en porque lo había hecho. Ella me cautivó. Pensé - Es así con todos y todas?, ¿Tiene algo especial ella?-.

Había con mí estúpido aseo personal, cuando veo el teléfono y ya daban más de las ocho. Ya estaba oscureciendo, así que me vestí rápido y le metí pata.

Llegué hasta el lugar de encuentro. Ella llegó al mismo tiempo que yo. No me saludó. Solo me dijo - Vení- y me llevo hacía la esquina.

Ahí había una tienda. De ropa creo que era. Ella miraba, y luego se mete por un callejón. En el callejón había otra pareja, que parecía que eran drogadictos. Ella sacó una llave, abrió una puerta allí, y nos hizo entrar.

Había una tele vieja, de 21 pulgadas, un sillón de tres cuerpos, una pizza sin una rebanada, y un foco de luz.

- Este es nuestro escondite- me dijo, y me mostró un escritorio que no se veía a simple vista, que tenía unos planos.

Los dos fisuras me veían raro. Sabían que yo no era como ellos. El fisura varón se sacó la gorra que llevaba. Y me mostró un par de puntadas en su cabeza. Era él. El mismo chico al que le rompí la botella.

Se veía que no tenía consideración alguna por su existencia. Su cara y sus manos estaban llenas de cortes y cicatrices, sin hablar de las puntadas que tenía por el botellazo.

- No te preocupes, era una prueba- me dijo.

Lo tenían todo planeado. Necesitaban a alguien más para su banda, y lo habían encontrado.

- Necesita otra prueba más.- dijo la chica fisura. Todos asintieron con la cabeza. No sabía lo que me esperaba.

- Cerca de acá hay una verdulería. El dueño cierra de noche, pero hay una pequeña ventanita por donde se puede pasar. Quiero que de ahí me traigas un kilo de manzanas, bananas, peras y ciruelas. Ya vas a ver tu recompensa.

Cómo boludo decidí hacerlo. Fui hasta la verdulería, la ventanita era lo suficientemente grande para que yo entre por ahí. Salte, ya que soy lo suficientemente alto para llegar, y entré.

Estaba totalmente callado ahí. Estaba oscuro pero por la luz de la calle se podía ver. Veía las frutas pedidas ahí. No quería hacer mucho ruido, así que pese la cantidad necesaria con los brazos y me fui de ahí. Volví al escondite y les di las frutas. Eran más de un kilo, así que se alegraron.

Era la primera vez que rompía la ley. Era muy respetuoso y nunca quería tener problemas, así que nunca hice nada para merecerlos. Pero un crimen era un crimen. Me tranquilizaba a mí mismo diciendo que no había cámaras ahí, y que la justicia no era la mejor del mundo acá.

Ella cabeceó para un lado, y ellos entendieron el ademán. El chico de la botella agarró una pala que sacaron de la nada, y me pegó directamente en la nuca. - Esto es por lo de la botella.- me dijo.

Me desmayé ahí mismo.

Ella y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora