El príncipe de hielo y la caballera de Antaras

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Mi nombre es Shouto y soy aquel al que todos llaman El príncipe de hielo. Soy fruto de dos familias, las más antiguas y poderosas de este reino, unidas ambas para crearme. En mi lado derecho porto lo único que me queda de mi madre: un ojo castaño y el pelo de un blanco inmaculado; en mi lado izquierdo todo lo que no quiero ver ni recordar, un ojo azul que no me deja olvidar la verdad y rodeado por una estela roja, la cicatriz de una vieja quemadura que jamás desaparecerá.

Desde mi caballo una vez más, en el extremo del acantilado que hay junto al castillo, contemplo la rojiza e inmortal luz del atardecer. Su ardor es tan potente que me ciega, me aturde; es una sensación que he vivido tantas veces antes... Es como fuego, el fuego que odio y que vive escondido en mí, en este lado izquierdo de mi cuerpo. Por eso he venido aquí hoy, como cada atardecer de mi vida, para prometerme una vez más que nunca perdonaré esas llamas. Ni tampoco a mi padre, Endeavor, señor de este reino.

Obligo a mi caballo a moverse cuando ya no somos capaces de ver el sol y en el cielo solo queda una línea fija, un destello de color rosado que parte el horizonte en dos. Sé que mi padre está esperándome y que tiene algo que decirme. Aunque no estoy seguro, sospecho que tendrá que ver con la inminente guerra que se acerca con nuestros vecinos, el reino de Antaras.

Al llegar a las cuadras bajo de mi caballo y me alejo de él, después de darle dos palmadas en el cuello. En la sala del trono está mi padre. Mientras camino hacia él no puedo disimular la rabia que late en mi mirada mientras lo contemplo. Su expresión es un muro inquebrantable, aunque sonríe al verme inclinado frente a su trono.

- Por fin has llegado, Shouto.- dice, su voz suena triunfante- ¿Otra vez escabulléndote?

- Me apetecía salir. ¿Qué es lo que quieres?

Sé que la frialdad con la que le hablo lo ha molestado. Lo deja traslucir en su sonrisa partida, que se tuerce hacia una mueca seria, casi de disgusto. En mi interior sonrío.

- Es sobre Antaras. Esos canallas han organizado una avanzadilla que se dirige directamente hacia aquí. Y para colmo está capitaneada por la joven caballera Momo Yaoyoruzu, hija de una de las familias más prestigiosas de este continente.

- Yaoyoruzu... ¿Con qué propósito?

Endeavor sonríe. Su sonrisa es sombría y cortante como la hoja de un cuchillo. Siento que se burla de mí. Sin poder evitarlo, aprieto la empuñadura de mi espada...

- Quieren matarte.- responde.

- ¿Matarme?

- Así es. Quieren asegurarse de que El príncipe de hielo no se convierta en el nuevo rey de Camelot y no podemos permitírselo. ¡Eres un diamante en bruto, mi mejor creación! ¡Jamás permitiremos que eso ocurra!

Aprieto los dientes sin levantar la mirada del suelo. Por un momento, he sentido el deseo de que esa caballera llamada Yaoyoruzu atravesara mi pecho con su espada. Me pregunto qué pensaría mi padre sobre ello. En vez de decir nada, pregunto:

- ¿Qué vamos a hacer?

- ¡Está claro, es a ti a quién quieren así que irás directamente a enfrentar a esa mujer!

- ¿Iré solo?

Endeavor sonríe de nuevo.

- ¿Hace falta que te responda?

En el patio junto a las cuadras avanzo a grandes pasos hacia mi caballo, mientras me pongo una capa para cubrirme. Monto lo más rápido que puedo y ambos salimos del castillo a toda velocidad. Atravesamos el bosque; las hojas y ramas más bajas de los árboles me rozan la cara. Siento cómo me hago un corte en la mejilla izquierda, justo bajo el ojo.

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