Hopeless

1.

Soy Jenn, tengo 18 años y vivo en Londres, me mudé aquí hace un año. Desde entonces mi vida funciona mucho mejor. Tuve que abandonar mi antigua ciudad, Manchester, ya que allí no tenía la posibilidad de estudiar lo que yo quería, medicina.

Mañana empiezo en la universidad 'Big Ben' un nombre un poco cutre, la verdad. Es una de las universidades más prestigiosas de Londres.

Vivo en un pequeño piso de alquiler con un amigo que he conocido durante este mes. Se llama Troy y tiene 20 años. Es un chico bastante atractivo, para que negarlo. Cabello rubio, ojos excesivamente azules y un cuerpo diez. Pero nunca he pensando en tener algo con él, sinceramente. Me ha ayudado mucho con la mudanza y algunos pequeños preparativos. Le conocí por internet cuando estábamos buscando un piso compartido, ya que él también ha venido a Londres para estudiar.

A veces me arrepiento de haberme mudado, es inevitable no echar de menos a mi familias y a mis amigos.

Ahora estaréis pensando, y ¿mi novio? Pues no tengo, mis relaciones han sido una mierda, no tengo suerte en el amor, a veces creo que soy alguien de otro planeta ya que los chicos huyen de mí. Tuve una vez una relación con chico que era idiota, y acabamos fatal.

(...)

Hoy el cielo está nublado. Nubes grisáceas se esparcen por aquí y por allá. El tiempo de Londres es un asco, siempre llueve o hace fresco.

Mañana es mi primer día de clases en la universidad y estoy algo nerviosa.

-Eh, Troy, despierta -le susurré. No me hizo caso así que recurrí a mi método de siempre. Fui a la cocina y llené un cubo con agua bastante fresquita y se lo tiré a la cara.

-¡¿Eres gilipollas?! -gritó Troy a la vez que se levantaba fuertemente de la cama. Yo me estaba riendo a carcajadas, no lo podía evitar.

-¡Tenemos que ir a la universidad, imbécil! Ya te dije que quería conocerla mejor antes de mañana.

Troy y yo teníamos la manía de insultarnos cuando estábamos hablando.

Me lanzó una mirada llena de frustración y enfado y salió de la habitación a trompicones, yo, por inercia lo seguí.

-Oh, vamos, ¿no te habrás enfadado, verdad? -dije hablándole a su espalda.

El no dijo nada y siguió caminando hasta la cocina, allí cogió una taza y sirvió en ella el café que yo había preparado hace media media. Me dejé caer en uno de los taburetes que descansaban enfrente de la mesa de centro y hice un puchero con mi labios.

-Troy...

-Vístete, salimos en veinte minutos -dicho esto se fue dejándome sola.