-Ojalá todo fuera diferente.-dije suspirando.
-¿A que te refieres?.-dijo mientras hacia garabatos con la punta de sus dedos en mi vientre.
-Que por más que luchemos, nunca va a tener sentido lo que estamos haciendo.
Paro un momento y me miró fijamente.
-¿Importa que tenga sentido? Lo importante es lo que tenemos ahora. Eres todo lo que he pedido por mucho, mucho tiempo.
Yo miraba hacia al techo, pero sabia perfectamente como me estaba mirando en ese momento. Tenia la sensación de tener una bola de billar entre la garganta que impedía que hablara sin que se me quebrara la voz.
-Tú sabes que no vamos a ninguna parte, que no vamos a estar juntos para siempre y que no soy la única.
-Mírame, voltea y mírame a los ojos.
Voltee y estaba sonriendo, con la misma mirada del primer día, con el mismo brillo en los ojos, que al final solo mostraban el vacío que tenia en ellos.
-Voy a ser honesto contigo, y yo sé más que nadie que todo lo que dices es verdad, pero cuando llegas a un punto en la vida en que has hecho todo y que solo te mueves en la vida por inercia, por cumplir tus obligaciones y no salirte de los estándares, en donde todos tus sueños y pesadillas ya se cumplieron, y no puedes aspirar a más; y llega alguien que te quita el miedo de dormirte los domingos esperando que se haga lunes para repetir toda la rutina, toda la farsa; que hace que no tengas miedo por lo que viene, miedo a ser olvidado, a ser irrelevante, a ser viejo; que hace que dejes de pensar y calcular todo lo que haces, y que te dejes ir, como cuando tenias veinte años; eso es lo que tú eres para mi, y si para ti eso no tiene sentido, entonces no se que tiene sentido para ti en la vida. Me devolviste lo que pensé que no podía recuperar y con eso es suficiente. No se lo que pueda significar yo para ti, tal vez es solo una experiencia más, uno en la lista de tus amantes. Yo se que no puedo ser el hombre de tu vida, y darte todo lo que necesitas, pero déjame ser el hombre de este momento, a lo mejor aprendes algo de mi, si estamos aquí, ahora es porque algo o alguien lo quizo así Sofia.
En ese momento las lagrimas me corrían por la cara.
-No llores, no quería eso.-dijo mientras me acariciaba la cara. Podía sentir el frío metal de su argolla mientras lo hacía.
-Ni siquiera fuiste capaz de quitarte la argolla. Al comienzo al menos te tomabas el trabajo de hacerlo.
Paro al instante y escondió la mano entre las sábanas, como si eso borrara todo su pasado, toda su familia, toda la vida que había construido hasta ahora. Yo no podía mirarlo más a la cara, así que me di la vuelta.
-No se cual de los dos es más ridículo, yo por hacerlo o tú por pensar que vas a recuperar tu juventud haciéndolo. Abre los ojos, tienes una familia, un prestigio una vida en la que yo solo soy recreación, tu dosis personal, tu droga. No te das cuenta que cada vez estas cayendo más bajo, que cada día que pasa te vez más ridículo tratando de ser algo que dejaste de ser hace mucho tiempo. Ambos nos estamos hundiendo y nos estamos haciendo daño. Paremos esto antes de que no podamos arreglarlo.
-¿Me estas dejando?
-No, te estoy pidiendo matrimonio.-contesté riéndome entre lagrimas.
-Ni siquiera eres capaz de decirlo mirándome a los ojos.
-Ni siquiera eres capaz de quitarte tu argolla de matrimonio. Vete ya, que dijiste que la reunión se acababa a las 7:30 y ya son las 8:00.
Sentí como se sentó en el borde de la cama.
-Lo teniamos todo.
-No teniamos nada, nunca lo tuvimos y nunca lo tendremos.
-¿No fue nada para ti? Todo lo que aprendiste, todo lo que vivimos. ¿Nada? ¿Nada de eso tenia sentido para ti? ¿Todo lo que me decias era mentira o alguna vez sentiste algo?
-Nadie se baña dos veces en el mismo rio.
Vi como se paseaba por la habitación recolectando su ropa.
-¡Pero si yo te enseñé eso! ¡Reacciona!
-Exacto, ya no soy la misma.
Fue hasta el borde de la cama donde estaba y se arrodilló.
-No te voy a rogar, ya estoy muy viejo para eso, tampoco te voy a decir lo que tienes que hacer con tu vida.
Sentía como su mirada me atravesaba, y yo solo trataba de mantenerla fija en el, como la primera vez, solo que esta era la última mirada, la despedida.
-Por cualquier mínima circunstancia pudimos no conocernos, pero lo hicimos; aún así, se que cuando una idea se te mete a la cabeza no hay poder humano de hacerte pensar lo contrario, solo te pido un favor: no me olvides.
Antes de pararse, me dio un beso en la frente. Vi como se ponía la chaqueta y salía de la habitación, para no volver nunca.
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Ochenta y cinco
Ficción históricaSofia puede viajar en el tiempo con una sola condición: no puede cambiar nada del pasado. Llega exactamente al primero de enero de 1985, uno de los años más dramáticos de la historia de Colombia, pero también el mismo año en que fue lanzado al merc...