El cielo está gris, simulando perfectamente el estado emocional en el que me encuentro. Las aceras se hacen notar vacías, o quizá esté muy acostumbrada a el bullicio. Los edificios son pequeños y antiguos y las calles no están todas marcadas con paradas. Las personas caminan de espacio. Hay tiempo y espacio para caminar con la familia y en cada esquina hay una pequeña tienda de café. Todo es un poco, o mucho más deprimente. Todo es más pequeño, todo es diferente. Dejo ir la ansiedad acumulada en mi pecho soltando un bufido eterno y por fin el auto deja de correr y un hermoso edificio inunda mis pupilas. La entrada me asegura que es donde estaré pasando el resto de mis días en Brownstone y la familiaridad me hace sentir mucho mejor.
- ¿Es aquí? - miro a mis padres con ilusión, y al ver la sonrisa complaciente de mi padre sonrío junto a él. - Está hermoso. - susurro, y luego planto un beso en su mejilla. Es la primera vez en unos días en los que siento que tendré un hogar.
- Ya, mi amor. - comenta mi madre. - ¿Le echamos un vistazo? Nunca pude ver ni cómo era por dentro. Tu padre fue el único que pudo venir a verlo. - Mike, nuestro chofer nos abre la puerta y mi madre y yo salimos del auto mirando con ilusión la entrada del edificio.
- ¿Qué está en la parte de arriba? - le preguntó a mi padre cuando me percato de que nuestro apartamento es solo dos pisos y el edificio contiene varias ventanas. Mi padre se acomoda a mi lado y pone su mano en mi cabello. - Oficinas, cariño, de nuestro negocio. - me dice, antes de darle instrucciones a Mike para que nos abra la entrada al piso. Me preparo mentalmente, he vivido en Nueva York los últimos doce años de mi vida, la vida en Manhattan para mi lo era todo. El simple hecho de conseguir un poco de comodidad en donde estaré viviendo lo hace todo mejor para mi.
- No me dejes atrás, mija. - abuela sostiene mi antebrazo y giro la barbilla para poder sonreírle. Al devolverme la sonrisa genuina, me tranquiliza y sostengo su mano para ayudarla a subir la escaleras. - Te va a encantar mijita, ya verás que te acostumbrarás en muy poco tiempo. - Ojalá tengas razón, abuelita, se repiten las palabras en mi cabeza.
En ese mismo momento, en la parte más baja de Brownstone...
- He escuchado que una familia Colombiana de mucho dinero se ha mudado para acá recientemente. - le digo a mi padre, aún tratando de ofrecerle las píldoras para el dolor de cabeza y un vaso de agua. - Tómatelo. - le ordeno.
- Lo sé, ¿Los Quintero, no? - mi padre dice, antes de tomarse las píldoras y tomar de su vaso de agua. Asiento en su dirección, y mi padre se encoge de hombros, negando levemente con la cabeza.
- ¿Te importa? - mi padre me mira con indiferencia. Se que quiere repetirme lo mismo de nuevo: «Los Walkers no volverán a la vida Philip, deja de hacerte cuentos en la cabeza y estudia. Es lo único que puedo ofrecerte, una maldita educación.»
- Es una familia millonaria papá. Han vivido los últimos doce años en Nueva York. ¿Qué carajos andan buscando en Brownstone? En una ciudad cómo está no hay nada bueno que buscar. - reprocho, pero mi padre se ríe de mí.
- Philip Johnson, ¿cuándo comenzaste a parecerte tanto a tu madre? - dice mi padre, se pone de pie y camina hasta la nevera. Hice bien en botar todas las cervezas antes de que se despertara. Claro, él estaba muy borracho para acordarse de que todavía le quedaban algunas. Cierra la nevera con reproche y vuelve a incorporarse en el mueble. - ¿Cómo sabes de esa familia, Lip? - me mira a los ojos. Es como único consigue que no le mienta, mirándome directamente a los ojos.
- Tienen una hija, Sabrina Quintero. Tiene mi edad y aplicará para Brownstone High. Los rumores en la institución no tardan en llegar a mis oídos, papá. No han dejado de hablar de los Quintero. - Mi padre me mira con seriedad, incluso puedo notar un poco de molestia en sus ojos oscuros.
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Brownstone
General Fiction- ¿Cómo es posible que haya aparecido muerta en la institución, frente a todos? - titubearon mis palabras saladas por la lagrimas en mis mejillas. - Bienvenido a Brownstone, Quintera.