En mi tétrica vida chisporroteó un intenso momento, fue luz de estrellas, resplandeciente y hermosa, un instante cargado de autenticidad, pura y genuina, donde por primera vez pude susurrar que conocí el amor.
Aluciné, creí y me mentí, que de mis omóplatos nacieron y revolotearon alas con sabor a dioses y magia. Volé y sobrepase la estructurada ciudad de vidrio y metal, con sueños, esperanzas y corazones rotos. Era un ángel que se alzaba entre la nefasta crueldad hacia el mundo de los cielos, uno dónde el amor era único y legítimo.
Todo transcurrió en momentos perfectos, hasta que una gélida mano tocó mi subconsciente y mis ojos se abrieron.
Era grande, oscuro y sin fin y la caída fue instantánea. Giraba sobre mí mismo, descendiendo con fuerza, viendo como se golpeaba contra la dura pared del abismo mi corazón hasta fallecer en trizas y polvo de sueños quebrantados.
Mientras mis párpados caían en desilusión, lo vi: ésta era la verdadera cara del amor. Creer que vuelas, cuando realmente caes.

El Silencio De Ese Niño EscritorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora