Era su cumpleaños número noventa y cinco, y nunca había tenido hijos, así que su descendencia terminaría en él. La muerte se asomaba afuera de la galería de roble blanco que tenía en su casa, se podía percibir la tensión en el aire, él sabía que su hora final estaba cerca y aun en esos momentos pensaba que no había encontrado a ese amor que lo volvería loco de felicidad. De un momento a otro, él estaba en un lugar que no era ni el cielo ni el infierno era el medio como algunos le decían, era él mismo pero había rejuvenecido, ya no tenía tantos años, ahora tenía veinte pero con la mente de sus últimos años de vida, él no entendía porque había quedado atrapado y ahí fue cuando recordó algo que leyó en una vieja revista de espiritismo, algunas personas con asuntos pendientes nunca encuentra el famoso camino pero él pensaba que como no tenía hijos, no habría pelea por sus bienes terrenales por ende todo sería subastado para la caridad, sus amigos estaban casi todos muertos y él más viejo de estos, Hércules, fue adoptado por una familia cercana al vecindario donde vivía. Pensó que tenía todo resuelto, pero recordó que algo que no, y era ese tema del cual nunca dejaba de hablar cada vez que podía; le faltaba su otra mitad, su fiel compañero. Entonces comenzó a divagar por el mundo terrenal, era como una especie de fantasma, nadie lo podía ver ni escuchar. Comenzó a caminar y caminar y así siguió durante años en su búsqueda pero no tuvo resultados los primeros diez años de su intensa búsqueda. Pero un día cuando estaba sentado en un parque que había en el corazón de la ciudad, bajo un roble blanco a la sombra de sus hojas que eran como un manto cobijando la angustia que sentía por no poder encontrar a esa persona, escucha que alguien le habla, un "hola, ¿como estas?", voltea para ver quien le hablaba y era un joven de ojos color esmeralda, altura como la de un rascacielos pero no tan alto como el Empire States, pelo color nuez con un toque de rayos de sol, una sonrisa perfecta y simétrica y un rostro totalmente majestuoso como una obra de arte viviente, quede paralizado porque en años nadie me había visto y ese día alguien lo había hecho, pensé que era una simple coincidencia pero no, era él, era la persona que había estado buscando durante años. Con el correr de los días comenzamos a hablar y a encontrarnos en aquel lugar todos los días a la misma hora después de que él salía de la escuela. Hablábamos por horas y horas, risas, miradas, todo con una calidez que hacían ver al sol como un cubo de hielo gigante sin luz y sin calor. Un día le pregunté porqué se había acercado a un desconocido y me respondió que siempre me había estado buscando, desde que había nacido, y en ese instante fue cuando supe que él era esa persona que había estado buscando.
Miren si la vida será pícara que el amor de mi vida nació siglos después que yo pero pese al tiempo, al viejo y bandido tiempo, nos reunimos y estamos juntos; tan fuerte es el amor que me devolvió a la vida para poder compartir el resto de mi nueva vida junto a él.
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Amor sin tiempo
Short StoryCuento para el concurso por el mes del orgullo de @lgbtqes