Contar los minutos para que toque el timbre del recreo se hacia eterno. De todas formas, no tenía sentido hacerlo ya que sabía que nada emocionante iba a pasar después.
Desde ya hace 3 meses que se sentía vacía, nada en el mundo lograba entusiasmarla. Tenía amigas pero la rutina se había apoderado de sus vínculos amistosos desde hace ya un tiempo.
Recién habían pasado 2 semanas de clases en las que se suponía que debía estar tranquila y despreocupada pero el estrés del colegio ya se había acumulado en su espalda, contracturandola.
Ella sólo buscaba que algo le de sentido al día a día pues esos 14 años de vida se sentían como nada más que un desperdicio.
De repente, oyé su nombre
-Luisina, despertate y prestá atención en clase por favor.- dice la profesora de alemán- Chicas, escuchen, la semana que viene va a venir una chica nativa de Alemania. Se llama Lola, espero que se comporten tan bien cómo lo hacen siempre-.
A ninguna de las 12 chicas que formaban parte del curso les llamó la a atencion tal noticia excepto a Lui que pensó- Que raro que una alemana se llame Lola-.