1) Fenrir Lokasson

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John Hamish Watson es Fenrir Lokasson, eso es todo, no hay más. Fácil, sin cuestiones filosóficas sobre haber olvidado su origen y abrazado la falsedad. Como tal, Fenrir Lokasson no es John Hamish Watson, bueno, no más de lo que había sido Colin Blakely, el irlandés, en 1852 o Benedict Kingsley en 1950, a quien tuvo que hacer morir prematuramente porque había hecho enojar a las personas equivocadas.

El hecho de que esta vez se había apegado más a su yo original, no cambiaba nada. Sólo lo hizo porque tratar de vivir pacíficamente no había funcionado, sólo había atraído problemas porque se aburría de no destrozar, no, no, no, él no destrozaba, ya no. O nunca lo hizo, a menos que salieran de caza, pero eso era diferente y nunca podía destrozar como quiso porque la carne debía permanecer en buen estado para llevársela a sus hermanos y a su madre y a su padre, aunque, ahora que lo recordaba sí había veces en las que lo hacía. Su padre dijo que era normal.

Su padre dijo que eso no lo convertía en un monstruo.

Su madre y hermanos sólo asintieron y lo llenaron con palabras de apoyo.

Pero ya no los tenía, no los tenía por el capricho de alguien más poderoso que ellos. Sólo unas palabras y ¡Bam! Ellos ya estaban siendo separados y destrozados y arrojados a los confines de los mundos en donde no serían encontrados. Entonces, en ese tiempo (no estaba seguro cuánto había sido, no estaba seguro de nada en esos momentos), volvió a pensar en sí mismo como un monstruo, como una bestia que sólo podía pensar en asesinar y desgarrar con sus colmillos.

Creyó pensar que quizá lo merecía, que quizá las palabras de los guerreros eran ciertas, que quizá los susurros con eco en la cueva tenían razón. Pero el pensamiento desapareció tan rápido como llegó.

Porque creer que lo merecía era creer que sus hermanos también lo merecían. Era creer que madre merecía ser asesinada mientras los protegía. Era creer que padre merecía llegar a casa y ver marchito, muerto, destazado todo por lo que luchó.

Entonces, sí, había dejado de tratar una vida pacífica, porque no era para él. Él necesitaba un arma (o no, él mismo era suficiente, a veces) y un objetivo. Fingir que estaba protegiendo algo, para no dejar que se rompa más su mente, porque siempre, siempre estaba esa pequeña parte (no tan pequeña) que decía, gritaba que no había hecho lo suficiente para proteger a su familia, que sus fauces y garras habían sido débiles.

Patéticas, en un vano intento por detener lo imposible.

Así que "proteger" fue la palabra clave en esta vida. Lo necesitaba, así como necesitaba el caos, aunque sea un poco, nunca se dude quién es padre.

Servir como médico en el ejército fue sólo la línea lógica a seguir. Curaba a quien lo necesitaba (sin magia, nunca magia. Ellos no lo entenderían), tomaba un arma y disparaba cuando no había opción, mentira, lo hacía cada vez que podía. Siempre confiaron en su médico para proteger su espalda (y curarla).

Después, después sólo pasó lo inevitable. Cuando no logró controlarse, cuando dejó que el Berserker tomara el control. Sabía que pasaría, estaban en el campo de batalla y tarde o temprano encontraría algo así. Esperaba que fuera más tarde.

Encontraron una familia muerta, asesinada, en una de las casas a las que habían entrado por refugio (su suponía que esta área había estado deshabitada, se suponía que debían haber huido hacía mucho tiempo, se suponía, se suponía...pero las personas nunca escuchan, nunca lo hacen). Los asesinos (ladrones, simples, vulgares y estúpidos en una zona de guerra), aún estaban ahí, tenían a una niña entre ellos y lloraba y lloraba y se retorcía gritando a su madre que despertara.

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⏰ Last updated: Jun 07, 2018 ⏰

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Los hijos del caos (travesura)Where stories live. Discover now