No tengo mucho que contar sobre mi vida, así que esta biografía será corta. Nací el 30 de junio del año 2017, en una casa costera de Puerto Lajas, Fuerteventura. En la carrera hacia el exterior, mihermano me ganó, pero el resto de mis hermanos y hermanas no tuvieron tanta suerte. Desde pequeños, él me ganaba en todo, pero no todo era bueno. A la hora de comer, él se adelantaba a mismovimientos y yo me tenía que poner a la cola para poder comer delseno de nuestra madre. Y cuando ya evolucionaron nuestros cuerpo losuficiente y ya pudimos comer, él se adelantaba y del gran plato delque nosotros comíamos, él se servía más de lo que le tocaba. Todosus actos causaron que él al primer mes, superara la media de peso adecuado, y que yo llegase por poco. Los días pasaron, y un mes y medio después, la puerta de mi casa seabrió, y unas personas entraron a mi casa. No les conocía, peroellos no paraban de hablar con todos los adultos que habitaban lacasa. La más joven del grupo visitante, se acercó a mí con ungesto amable en su rostro, jugaba con nosotros mientras el restohablaba, pero ella también prestaba atención a lo que decían, yhacía preguntas. Al cabo de un rato, el timbre volvió a sonar. En el marco de la puerta ahora abierta una gran figura nos observaba. Era otro extraño, pero también se puso a hablar con los que seencontraban en el salón. El hombre hizo lo mismo que la niña, seacercó a nosotros y se puso a jugar con nosotros, prestando atencióna lo que decían, preguntando, y respondiendo lo que se le preguntaba. Esta vez, el hombre prestaba más atención a mi hermanoque a mí, pero la chica se sentó conmigo y me prestó más atencióna mí. Los minutos pasaban, y cada vez eramos más, otras dos chicasrubias habían llegado, pero a ellas si las conocía, eran mi tía ysu amiga. Los minutos volvieron a pasar, y cuandola larga conversación llego a su fin, todos los adultos y la niñase levantaron. La chica de pelo rubio y piel clara con muchos lunaresse me acercó. Extendió sus brazos y me alzó hasta su pecho. Elhombre de pelo y piel morena desconocido alzó a mi hermano y tambiénlo sostuvo entre sus brazos. Todos nuestros familiares se nosacercaron a mi y a mi hermano. Sus caras reflejaban una mezcla depena, pero de alegría al mismo tiempo. Nos acariciaron el pelo y nosdieron un beso. Las dos personas que nos sostenían con cariño en elaire y los acompañantes de la chica que me llevaba se despidieron ysalieron por la puerta. Esa sería la últimavez que vería esa puerta verde y esa ventana con barrotes oxidados.La chica con muchos lunares y su compañía me llevaron a su coche.Durante el trayecto a quién-sabe-dónde el coche se detuvo y las dospersonas de los asientos delanteros salieron del vehículo, la chicase quedó conmigo. Al volver las dos personas, se les unió una más.Era otra chica, un poco diferente a la que tenía al lado, peroparecían de la misma edad. La nueva desconocida no tardó encogerme, mirarme, y tocarme el pelo. Al lado de donde estábamos, sesituaba un edificio con un gran cartel luminoso donde se veía unagran cruz roja. Entramos todos. En el lugar había más gente, nopodía ver el suelo, me tenían otra vez en brazos. Una chica con unabata blanca y una sonrisa nos acompañó hasta una pequeñahabitación con una camilla. Me hicieron varias pruebas, y mepusieron varias vacunas, pero me daban unas chuches por no quejarme.Volvimos al coche y nos despedimos de la chica de rizos y camisachillona. No podría haberte dicho cuánto tardamos en llegar alnuevo lugar, ni tampoco dónde era, lo único que sabría decirte, esque era grande, muy grande. La casa, era grande, mucho más grandeque la de Gran Tarajal. La niña me dejó total libertad para ver lacasa y me enseñó donde dormiría esos días hasta que meencontrasen una cama mejor. La chica rubia de ojos marrones siempreme daba cariño, me hacía la comida, jugaba conmigo y me ayudaba ahabituarme, a sentirme como en casa. Durante ese mes de agosto, lachica que cariño me daba, también me enseñaba. Gracias a ella,aprendí ese verano a subir y bajar las escaleras de la casa quedaban a la planta superior, donde estaba su habitación. Después deeso, me dejó dormir con ella en su gran cama y su cuarto reciénreformado y pintado de dos bonitos tonos de azul. A finales de esemes y de los siguiente. La niña de cuarto azul se despertaba muypronto y se iba con uno de los dos acompañantes de la primera vez, yno volvía hasta la hora de comer. En su lugar se quedaba una de losdemás habitantes del nuevo hogar. Una mujer de pelo liso negro ypiel muy pálida. El mes que siguió a agosto llegó, y con el, lasvisitas a la mujer de bata blanca y pelo rizado color cobrizo. Cadapoco tiempo, me inyectaba una nueva vacuna y apuntaba cosas nuevas auna libretita. Mi cuerpo fue cambiando, y cada vez era más grande, ymi cama era más grande cada vez. Los meses pasaban y yo con ellos.La niña del cuarto azul y gafas negras me cuidó muy bien y meenseñó mucho esos meses de adaptación, creo que ya podía llamarlami "nueva mamá". Durante esos meses, me enseñó las normas dela casa, y varias obligaciones que debía cumplir. Me defendíacuando hacía alguna trastada (y que aún sigo haciendo) de las demáspersonas, superiores a ella. De vez en cuando, me traía al volver acasa un regalo; una pelota nueva, un peluche, una almohada nueva paraque durmiera más cómodo... Es una de las personas que más quiero ymás aprecio, cada día, me alegro mucho al verla regresar de a dondesea que vaya cada mañana. Varias veces a la semana salgo con todos adar un paseo y jugar fuera de casa, en la calle, aun que a veces noesta ella porque tiene entrenamiento semanal de voleibol. También aveces, cuando huelo algo rico para comer que se han preparado losmayores, consigo que me den un poquito gracias a mi cara bonita. Losmeses han pasado, y ya pronto voy a cumplir mi primer año de vida, ymi primer año con mi nueva familia; mi mami, y mis abuelitos. Pero aesta familia de tres, en febrero hubo que sumarle una más. Es unpoco ruidosa, y no me dejan acercarme mucho a ella, pero la quieromucho también, y cuando llora, soy el primero en ver que le ocurre.En mi corto periodo de vida, he vivido muchas aventuras, pero estoyfeliz del resultado de todas ellas. Y ahora que me acuerdo, no hedicho mi nombre. Tengo muchos motes, pero la gente me conoce como Scooby.