Novena Carta

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 Y si, llegó el día de mi fiesta de cumpleaños. La verdad me encontraba con un mes sin saber ni pensar en ti. Bueno, de vez en cuando, ya había olvidado como me provocabas mariposas al verte.

 Ese día me había vestido y maquillado solo para ver a mi familia celebrar mi fiesta. Pero, cuando te vi en medio de mi familia supe que al final valió la pena las lagrimas que bote cuando me sacaron las cejas. ¡Qué horror! Suertudo tu que no sabes que es eso, malditos todos. 

   Te recuerdo perfectamente, nunca olvidare nada de ti ese día, tu ropa y tu pelo, solo que tu olor nunca fue captado por mi nariz.  El vals marchaba excelente, hasta que te vi en la fila a la espera de unos minutos conmigo; fue ahí cuando mi ritmo y las constancia del un ,dos, tres fueron remplazados por torpes pasos fuera del son de la canción. Una estúpida total. 

A una persona de bailar contigo pude ver como mis amigas se emocionaban al punto de no guardar las apariencia. Tu papá dejo de bailar conmigo y...ahí estabas. Todo paso en cámara lenta, tu sonriéndome y agarrando mi mano, y yo simplemente aguantando mis ganas de vomitarte los pies. 

 Escuchar los gritos de jubilo que lanzaba mi familia al verme bailando contigo me hizo darme cuenta que ellos representaron todo el alboroto que había entre mi mente y mi corazón. 

 Por cosas del destino, y para mala suerte, dejaron mi computadora donde tenía todas mis canciones y las reemplazaron con la típica música de merengue, salsa y bachata que siempre se ven en las fiestas. 

  En la sala nos encontramos y por primera y ultima vez te escuche decir mi nombre. ¿Sabias mi nombre? ¡Sabias mi nombre!, y no, no estaba soñando. Estabas junto a mi enseñándome las canciones que tenías en tu teléfono, explicándome algo que no entendí  por el trance que cargaba.

  ¿Cómo era tu voz? ¿Cómo era tu perfume? Son preguntas que aun me hago y que no tengo respuesta por más que lo piense. 

 Luego de eso me invitaste a bailar y ¿Quién le invita a bailar a alguien con cuatro pies izquierdos? Pues tu. No acepte no porque no quise, no acepte porque no entendí tus palabras y lo único que lograba decirte fue un berreo difícil de comprender.  

 Colocamos tres sillas, me senté alado de ti, pero ¿hable en algún momento? ¿articule alguna palabra que se entendiera? Agradezco a mis amigas por colocar tema de conversación, aunque nunca mire tus ojos, por pena de perderme en ellos. Sin embargo, averigüe cosas de ti sin preguntar mucho.  

 Tanto esperarte, pensarte y soñarte para terminar callando ante ti sucumbida en mi propio torbellino de emociones y mariposas de colores.  Si hubieras sentido el puño de mariposas que me trancaban el pensamiento y las palabras no te hubieras levantado para nunca más volver a dirigirme la palabra. 

Lo siento.  

 Esa noche se repite en mi mente cada noche, y las fotos y vídeos no ayudan a sacarla de mi cabeza. No eres fácil de olvidar. 

Desde ese día tuya en pensamiento, 

Miguitas "



Las acosadoras cartas que jamás le di a mi crushDonde viven las historias. Descúbrelo ahora