El principio y el fin.

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     Esta es la historia de un oso que conoció la parte cruel del mundo. Para comenzar debo aclarar que esta historia no tiene un fin, pues el oso aun no lo vive. Ni un principio el no lo recuerda. Solo sabe que una tarde su dueña debía mudarse y decidio que la maleta era muy pequeña para llevarlo, y en sus brazos ya reposaba una muñeca, no había espacio para el en su nueva casa. Su nueva vida.

   Se puso el sol en su partida, lo unico que dejaron en la pequeña casa era un viejo librero, una  mesa con una silla, y la cama de la niña, su lugar. Cayo la noche y se cubrio con la unica sabana existente, se moría de miedo en la obscuridad.  Al amamecer  bajaba de la cama y salía al patio donde un árbol muy alto servía de habitat para algunas parejas de pajaros. Los escuchaba cantar, en un rato cuidaba las florecillas, cortandos con mucho cuidado los coditos secos, en la tarde entraba al cuarto y leía los libros abandonados. Y cuando por fin se ponía el sol veia por la ventena, que se encontraba a lado de su cama. Se volvio su rutina, de dias, semanas, meses, quien sabe cuanto tiempo, pero una gran capa de polvo cubrio toda la habitación. 

Una mañana, el oso se disponía a bajar de la  cama e ir al jardín, pero noto que algo no estaba bien.

-Muy bien Sofia el terreno es perfecto para construir una verdadera casa, con gusto cerrare el trato, mañana mismo vendra la maquina asi que si gustas sacar algo de aqui, este es el momento. Bueno es hora de retirarme- una  voz masculina salia de la cocina. El oso escucho atento, pues Sofia era la niña que lo cuidaba, su dueña, al cabo de un rato observo salir de la casa a un hombre de treinta años, con una barba de candado.

  A los minutos unas zapatillas golpearon el piso. Era una mujer joven, como de veintidos años, de estatura promedio, con rasgos muy finos, una piel clara, y un cabello amrillo, era muy bella y caminaba por la casa de manera lenta observando todo.

-Oso-su dulce voz lo nombro, era Sofia. Se habia convertido en mujer y venia por el.

- No puedo creer que sigas aqui, ven, te llevare conmigo- dicho y hecho, lo sacudio un poco y salio de la casa. Imediatamente una luz muy brillante lo encandilo y una aire nuevo lo cubrio, afuera era calido y fresco, no olia a polvo y habia muchos ruidos.

-Señorita Sofia, no puedo creer que sea usted- un anciano moreno, con ausencia de cabello se acerco a la mujer con asombro.

-Oh! Señor Jesus, que gusto volverlo a ver, no crei que siguiera viviendo aqui- dijo la mujer y estrecho su mano con aquel anciano que no podia contener sus manos quietas.

- Digame, ¿volvera habitar  la casa?- pregunto curioso el hombre.

- No señor. Mis intenciones es vender la propiedad  como terreno- respondio la mujer acercandose a un pequeño auto rojo.

-Vaya, conservaba la esperanza de volver a tener vecinos, ni modo , pero aun asi es un placer volverla ver. Y mas aun que usted se a convertido en un mujer muy bella- sonreia el viejo. Mostrando su falsa dentadura.

-Que tenga un buen día señor-respondia cortante Sofia y entro al auto con  algo de brusquedad. 

Una hora aproximadamente manejando hasta que lleguaron al centro de la ciudad. Se detuvieron en un pequeño edificio azul. Entro y una mujer un poco mayor la atendio. Hablaron un poco, a los segundos Sofia lo saco del auto y lo entrego a las manos de aquella mujer.

- Esta un poco sucio, pero en perfectas condiciones- solto Sofia, notando el polvo que lo cubria.

- No se preocupe señorita, pronto un niño lo recojera- se  despidieron las mujeres y entraron a la parte interior de ese lugar. Tenia estantes por todos lados, simulando una biblioteca, solo que en todos ellos había cientos de juguetes.  En un hueco lo colocaron, justo en medio del lugar. Lo odio pues cuando la señora se marcho todos lo miraron, algun curiosos, otros con desagrado por su polvo.

Cayó la noche y las puertas fueron cerradas. Todos los juguentes con rostro comenzaron a moverse acercandose al nuevo.

-¿Como te llamas?- en univoz  preguntaron todos.

-Oso- respondio timido, con ganas de huir de aquella multitud.

- Que nombre tan estupido- dijo el lider, que para su suerte, era otro peluche. Y todos comenzaron a reir.

-¿Porque estas lleno de polvo- pregunto un tren tocando su brazo.

-Que olor tan desagradable tienes- exclamo un muñeca a sus espaldas.

Y en coro todos comenzaron a tocarlo criticando cada parte de el. Haciendole saber que era un raro. Hasta que alguien toco la abiertura que conservaba en la espalda, convirtiendola en alga aun más grande. 

-¡BASTA!- grito y todos se apartaron de el en un brinco.

Se produjo un silencio, y las expresione molestas se dirijieron al oso.

-Porfavor, ¿ Ya escucharon que ridicula suena su voz? No solo es raro, tambien su voz- otra vez aquel peluche  hablaba, y de nuevo todos reian.

-No te quejes, es solo que eres el nuevo, y queremos jugar contigo. ¿ENTENDIDO?- pregunto, aunque más bien lo amenazo, se rindio el oso, acepto y de nuevo todos se abalansaron contra el.

Pobre oso, ya que cada noche aquella escena se repetia y por mas que niños iban nadie lo adoptaba. Uno por uno se llevaron a los juguetes, y en temporada navideña solo quedaron diez juguetes en ese edificio, incluyendole a el. Pues nadie se lo llevaria, ya que con cualquier movimiento su alghodon saldría. 

Los juguetes comenzaron a lleguar, y todos los nuevos lo atacaban. Sin alguna razon los demás lo odiaban, criticaban todo su ser, lo llamaban raro. El pobre oso añoraba volver a su casa, otra vez soló , pero sin dolor. En la mañana cuando la vieja señora habría la puerta y todos los juguetes dormian se arrastro velozmente, cayendo al piso y perdiendo gran parte del alghodon. Corrio, queria huir y entro a la parte de refacción de mueñecos. Estaba solo, era un pequeño cuarto gris. Con la poca iluminacion que entraba por una pequeña  ventana.

  Subio a la mesita de trabajo, y comenzo con dolor a cocer su espalda, dolía, de tal manera que comenzó a llorar. Se supone que los osos de peluche no lloran, pero su rostro estaba empapado. Su costura no era buena, pero lo creyo así porque no podía mirar su espalda. Encontro unas pequeñas tijeras y supo lo que debia hacer. El sabia que los juquetes en algun  momento lo encontrarian, y no queria más que se burlaran de el. Sus  brazos temblaron, y lloro aun más fuerte ... grito por ultima vez.

Cuando termino arrastro su cuerpo, ya que no se podía parar, pues realmente se encontraba vacío sin esa cantidad de alghodon.  Se puso en una esquina y dejo que el polvo de los días lo cubriera. Deseaba ser gris, para que los demás no lo notaran.

Los días pasaban. Algunas veces entraba la vieja señora a arreglar un juguete, nadie lo veía. Al pasar el tiempo, la vieja señora fue remplazada con un joven hombre.  Cuando ellos salían y se quedaba soló las lagrimas volvían a brotar. El mundo era cruel. Tan cruel que el mismo atento contra sí, para que nadie más pudiera  dañarlo....

Un oso solitario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora