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Miraba a mamá hablar con el doctor una vez más. Tuve una cita hace una hora para revisar mi condición pulmonar. El lugar en el que vivíamos era conocido como "Humo", la ciudad de las fábricas de los grandes señores, ubicada en la costa del país. Desde pequeño trabajaba con ellos, ayudaba a limpiar máquinas o cuidar que siempre hubiera carbón en la hoguera, debido a esto mis pulmones empezaron a llenarse de aire negro, como le llamaba mamá. Y desde que tengo ocho años he venido al doctor, pero en realidad no es un doctor certificado, es un amigo de mi difunto padre que una vez intentó salir del Humo por medio de la medicina, sin embargo, el Estado le prohibió seguir estudiando medicina y fue condenado a dirigir la producción de plásticos. Para muchos aquí en Humo ser dirigente de alguna producción es un honor, pero hay personas como el Doctor Hernández que darían todo para salir de aquí. Según él, había lugares más allá del Humo que poseían mucho color verde y muchas frutas con un dulce sabor. Aquí en Humo no existía más que la insípida comida, la mayor parte del tiempo consistía en pescado y sardinas que muchas veces tenían un sabor a aceite, teníamos al mar a nuestro lado. Un mar que la mayoría de veces se veía negro por los desechos de las fábricas."Árboles" llamaba el doctor a unos objetos café con copa verde. Solo tuve la oportunidad de verlos en un libro que él tenía y en ese mismo libro podía apreciar un cielo azul que según el doctor se veía por el medio día y luego del mismo cielo pude ver diferentes colores como el morado y anaranjado que el doctor había nombrado como atardecer.

—Sigue empeorando, Cass.— le dijo el doctor Hernández a mi madre. Los ojos de mi madre se llenaron de lágrimas, me recordaron el funeral de mi padre, tenía siete años y mi madre tenía la misma expresión de ahora. Papá había muerto en un accidente con la maquinaria del avión en el que viajaba para dejar mercancía en Estado Central, ahí vivían los dueños de estas fábricas y personas poderosas que compraban los productos de las fábricas.

—Gracias Charles— dijo mi madre enjugándose sus ojos. Intercambiaron unas cuantas palabras más antes de que saliera por la puerta con mi madre al lado. El olor a aceite y humo nos invadió de inmediato.

Caminamos por las calles de piedra hasta nuestro apartamento. Ahí estaban mis tres hermanas Sissy, Lily y Mili jugando con una muñeca de trapo gastada por los años y con el inconfundible olor de humo y aceite.

—Kirito—me llamó mi madre. —Escucha, empaca tus cosas ahora, mañana irás de viaje con tu hermano—me dijo agarrándome de los hombros.

—¿De viaje mamá?— siempre había querido saber lo que se sentía viajar y ahora tendría la oportunidad.

—Sí, pero esto será un viaje para siempre, Kirito.

—¿No volveré?— mamá negó con la cabeza.—¿Volveré a verlas?— vi a mis hermanas y luego a mi madre.

—Sí—dijo mi madre con los ojos llorosos otra vez.

—¿Por qué lloras, mamá?— mamá se enjugó los ojos y me abrazó.

—Prométeme que no volverás a Humo, Kirito. Te quedarás a donde vayas con tu hermano.

—Lo prometo, mamá— dije, no entendiendo muy bien la situación pero supuse que prometerle lo que pedía la aliviaría.





A la mañana siguiente me desperté antes de lo que debía gracias al temblor que provocaba el tren al pasar a toda máquina frente nuestra casa. La nube de vapor chocó contra mi ventana y se esfumó en unos segundos. Eren y yo nos iríamos en el siguiente tren camino a la ciudad. Mi hermano consiguió una plaza en el Centro como distribuidor de mercancías así que esta mañana saldríamos por primera vez de nuestra ciudad color gris para irnos al Centro que muchos llamaban la "ciudad soñada". Al llegar la hora de despertar escuché las pisadas de mi madre, la típica rutina, mamá va a despertar a mis hermanas para que vayan a clases de cocina, mi hermano se despierta y luego me toca a mí salir de mi pequeño cuarto compartido con Eren. Veo a Eren moverse en su catre y que luego se levanta. Yo lo sigo.

Un Lugar Inexistente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora